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jueves, 26 de diciembre de 2024

Ganó Lula, ganó Brasil

El líder izquierdista gana por tercera vez la primera magistratura con un 50,9 % de los votos válidos, contra un 49,1 % del ultraderechista Bolsonaro...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 30/10/2022
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Lula Presidente electo en las Elecciones de Brasil 2022
Tras conocerse los resultados, Lula publicó un mensaje mediante su cuenta en la red social Twitter, "Democracia", acompañado de la imagen de la bandera del país suramericano. Asumirá su cargo el próximo 1° de enero de 2023. (Cuenta en Twitter del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva)

En un clima de tensión extrema, el líder izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva ganó por tercera vez la presidencia de Brasil por la mínima (50,9% por 49,1 %), en un duelo voto a voto con el actual mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro, quien usó todo tipo de trampas y mentiras para mantenerse en el Palacio de Planalto.

El porcentaje del presidente electo equivale a 60 millones 343 427 de votos válidos, mientras Bolsonaro obtuvo 58 millones 205 331, con un 99,9 % del escrutinio.

Desde que se dieron las cifras irreversibles, y el Tribunal Superior Electoral (TSE) dio como matemáticamente definida la victoria de Lula da Silva, la alegría tomó las calles del gigantesco país suramericano, pues la población celebró durante horas una fiesta por el retorno de la democracia con música, baile, y alegría, “como si estuvieran celebrando carnavales en octubre”, según reportó un periodista de la cadena multinacional Telesur.

Cuando se conoció la noticia del triunfo del fundador del Partido de los Trabajadores, de inmediato comenzaron a recibirse decenas de mensajes de felicitación y apoyo de líderes políticos de América Latina, que celebraban el regreso de Brasil al campo político y económico de la región y del mundo.

El discurso de odio del bolsonarismo, típico de la derecha neofascista del saliente mandatario del Partido Liberal, pareció quedar aplastada esta noche dominguera, con la anunciada política de amor y unidad interna de Lula, que seguramente –al menos así se espera- volverá a reunir al pueblo brasileño que despidió al dirigente progresista en su segundo mandato en 2010 con un 84 5% de aprobación.

En esta segunda vuelta de las elecciones generales, la primera ocurrió el pasado día 2, también quedaron definidas 12 gobernaciones, casi la mitad de las 26 existentes en ese país de casi 216 000 000 de habitantes, 156 000 000 de ellos convocados a las urnas.

La primera ronda electoral fue ganada por Lula, pero los votos resultaron insuficientes para obtener la victoria. La diferencia entre los contendientes, de apenas un 5 %, desmintió a las encuestadoras que daban como seguro vencedor ese día al exmandatario, candidato del Partido de los Trabajadores (PT).

Para analistas, el balotaje de este domingo ha sido el más reñido en la historia reciente de la gigantesca nación suramericana, que posee la mayor economía de la región latinoamericana y caribeña.

Brasil ha estado en vilo, y la región latinoamericana también. En los últimos días, los dos candidatos de posiciones políticas antagónicas, trataron de seducir a los indecisos, pero entre una y otra ronda, los pronósticos indicaban un mínimo de diferencia entre los dos políticos que han polarizado Brasil, el izquierdista con un programa de justicia social, y el ultraderechista con la continuidad de un gobierno neofascista.

Sin embargo, la victoria de Lula, aunque por una diferencia mínima de votos, constituye el simbolismo de que terminó una fase en que el golpismo y la política de fomentar el odio derechista del bolsonarismo resultó abolido. Por tanto, se impone una reconstrucción nacional política, ideológica y económica de Brasil. Lula tiene que enfrentar un país destruido por las reformas impuestas por el gobierno derechista saliente.

HAY QUE ACEPTAR LOS RESULTADOS

El resultado, como indicó el Tribunal Superior Electoral, indicó una diferencia mínima entre Lula y Bolsonaro. Pero hay que respetarlo, y esa es quizás la mayor inquietud de la ciudadanía, pues es difícil pensar que Bolsonaro acepte la victoria del progresismo. En los últimos cuatro años este presidente confundió a una gran parte de la población con sus ideas conservadoras respecto a la religión, la familia, en tanto anuló la mayoría de los derechos del sector más pobre de la nación.

La campaña bolsonarista fue realizada bajo la práctica de sembrar el temor en el pueblo, al que trató de transmitirle ideas de intolerancia hacia Lula y el PT, con las consignas de que si ganaba la izquierda, Brasil sería una nación comunista, las iglesias evangélicas y los cultos serían prohibidos, y las familias separadas.

PRIMER DISCURSO DE LULA COMO PRESIDENTE

En su primer discurso como presidente electo de Brasil, Lula afirmó que pasó por un proceso de resurrección, porque quisieron enterrarlo vivo, con acusaciones falsas para evitar su candidatura en 2018, su detención y prisión, pero, anuladas las acusaciones, volvió para reconstruir el país. 

“Llegamos al final de una de las elecciones más importantes de la historia, que pusieron frente a frente a dos sistemas. Esta no es una victoria mía, precisó, sino de un inmenso movimiento democrático que se formó por encima de los partidos, la ideología y en el que la democracia resultara ganadora”.

Esa elección demostró, precisó el presidente electo, que el pueblo quiere más democracia, desea más y no menos libertad, más igualdad y fraternidad.

Lula no hizo un discurso de enfrentamiento. Por el contrario, hizo un llamado a las fuerzas políticas y empresariales para reconstruir el país y cubrir las necesidades de una población que quiere libros en lugar de armas –como en su política fascistoide implantó Bolsonaro- que desea comer bien, tener empleo, salario justo, educación, salud y políticas públicas. Quiere tener, precisó, su derecho a regresar a la democracia.

Respecto a la economía interna, Lula da Silva señaló en su primera intervención como futuro presidente, que debe funcionar para volver a girar con los pobres, con las pequeñas empresas, para lograr la igualdad de la mujer y el hombre trabajadores.

Como parte de la nueva política social que regirá en Brasil a partir del próximo 1ro. de enero, cuando asuma la nueva administración, no habrá tregua a la discriminación para que todos los ciudadanos posean los mismos derechos.

“A partir del primer día del año 2023 voy a gobernar no solo para los que votaron por mí pues no hay dos Brasil”, aseguró, y prometió reconstruir el país, pues a nadie le interesa, opinó, vivir en un país dividido y en guerra. No más discusiones, precisó, pues millones de personas están cansadas de ver al otro como enemigo.

Como parte de su compromiso político, Lula da Silva planteó que su mayor urgencia es acabar con el hambre. Recordó que este país del Cono Sur es el mayor productor de alimentos “¨y si somos capaces de exportar al mundo entero, tenemos el deber de que los brasileños tengan desayuno, almuerzo y comida todos los días”, argumentó el ex líder sindical.

En la presentación de su programa de gobierno, el presidente electo anunció que serán retomados los programas que sacaron a 36 000 000 de pobres de la miseria, y también el de la construcción de viviendas, denominada “Mi casa, mi vida”, entre otros.

También consideró de suma importancia establecer el diálogo con el poder legislativo y judicial para buscar, dijo, la normalidad democrática consagrada por la Constitución nacional. Nadie, argumentó, está por encima de ella.

En su intervención, acompañado por el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, ratificó la necesidad de implantar las políticas públicas a partir de sus conversaciones con el pueblo, alcaldes y gobernadores. No interesa, argumentó, el partido al que pertenezcan, ya que mi compromiso es mejorar la calidad de vida de municipios y Estados.   

Respecto a la política internacional de su gobierno, Lula ratificó que “le estamos diciendo al mundo que Brasil está de regreso. Vamos a reconquistar la credibilidad del país para que los inversores retomen la confianza, queremos un comercio internacional más justo, retomar las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea bajo nuevas normas”.

También tuvo palabras de aliento hacia América Latina, ante la cual se abre la posibilidad de retomar la integración, -como hizo durante sus dos mandatos- en el que colaboró en la formación de varias entidades de amplia repercusión mundial. Estamos listos, aseguró, para recomenzar la lucha

BOLSONARO CALLADITO

A las 22:00 (hora local de Brasilia), luego de confirmarse la victoria de Lula, el candidato perdedor mantenía silencio, en tanto la sede de su campaña en la capital federal permanecía con las luces apagadas.

Sin embargo, se esperaba algún comentario de Bolsonaro, y el reconocimiento de la victoria del petista, la que constituye un golpe para los derechistas que durante cuatro años desmontaron el papel que Brasil tenía en el mundo.

Quizá el exdiputado federal que defiende el uso de las armas de fuego, hace apologías de la dictadura militar, envuelto en situaciones confusas, como es la corrupción que rodea a su esposa y sus hijos, la eventual participación del clan en el asesinato de la concejala de Río de Janeiro Mairelle Franco, no esperaba la favorable repercusión en el mundo del retorno de Lula a la presidencia de Brasil.

Interesante y quizás incomprensible resulte para el neofascista que felicitaran al presidente electo los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel y de Venezuela, Nicolás Maduro. Pero también el estadounidense Joseph Biden y el español Pedro Sánchez, muestra del respeto que despierta la figura de este político brasileño que es capaz de ser reconocido como líder político tanto por gobiernos revolucionarios como del representativo del imperialismo mundial.

Algunos analistas consideran que Bolsonaro se siente aplastado. Sin embargo, nadie puede engañarse. En estos momentos, el Congreso Nacional tiene mayoría de escaños en manos derechistas, y algo similar ocurre con el Poder Judicial. Por tanto, el bolsonarismo seguirá trabajando para retornar, en algún momento, a lugares cimeros de la dirección política, y algunos medios consideran que su hijo Eduardo será el elegido para la faena.

A Lula le resultará difícil gobernar, a pesar de sus buenas intenciones de reconstruir la nación basándose en la articulación, el diálogo y el amor. Pero hay coincidencia en observadores políticos que este político de 77 años es capaz de retornar a Brasil al lugar que le corresponde a nivel mundial.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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