Opuestas Rusia y China en el seno del privilegiado Consejo de Seguridad de la ONU a acciones intervencionistas globales contra Damasco, tal como era el propósito de Washington y sus aliados europeos, el grupo de impenitentes occidentales parece inclinado a mover decisivamente las fichas que tiene en mano en el mismo escenario mesoriental.
En consecuencia ha intentado preparar adecuadamente el terreno, como quien crea pasos entre las minas para facilitar la ofensiva sobre el patio enemigo.
Así, el pasado 16 de febrero se las arregló para hacer aprobar en la Asamblea General de Naciones Unidas una declaración que únicamente responsabiliza al gobierno sirio por la desestabilización interna; y con el inicio de marzo, impuso en el Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, otro documento de similar corte unilateralista.
El asunto es demonizar todo lo posible a Damasco para justificar las acciones encaminadas a hacer de Siria otra pieza en el rompecabezas gringo de conquista del Este.
Pero el engranaje no se queda a esa escala, como ya apuntábamos. Las piezas regionales desempeñan también una trascendencia clave.
En primera instancia, una Liga Arabe donde los regímenes totalitarios y fundamentalistas están asumiendo papeles cada vez más activos y desembozados contra una nación que, considerada emporio de “infieles e impuros”, desentona en el perfil extremo y servil que conciben para toda el área.
De hecho, en medio de las citadas marchas y contramarchas en los organismos internacionales, los rígidos gobiernos mesorientales, controlados muchos de ellos por dinastías netamente absolutistas, propusieron a través de la citada Liga Árabe brindar apoyo político y material a la oposición siria, y a la vez pedir al Consejo de Seguridad la formación de una titulada “fuerza de paz” para supervisar un controvertido cese de hostilidades.
Y vale el calificativo, porque se habla de avenencia, pero se promueve entregar más recursos -esta vez bajo mandato hipotéticamente legal- a los grupos armados que atacan a Siria, y que están formados, entre otros, por mercenarios regionales, grupos de inteligencia externos, efectivos foráneos decorados como civiles, y terroristas de Al Qaeda, bajo asesoría y financiamiento occidental.
Por si fuera poco, la Liga Arabe, según las propias agencias extranjeras de prensa “acogerá en breve una cumbre a la que acudirán representantes de los distintos grupos sirios de oposición, en un intento por estrechar lazos entre ellos y poner fin a la actual división.”
En ese sentido, el propio secretario general del organismo regional, Nabil Elaraby, quien no duda en proclamarse ajeno a la violencia, ha rogado al titulado Consejo Nacional Sirio, y a toda la oposición contra Damasco, que “unan sus filas” de una vez.
En pocas palabras, además de agresores contra su propia raza, también, como se diría en buen criollo, netos “componedores de batea” con el fin de que los oportunistas, agresivos y ambiciosos agentes nativos al servicio de la reacción internacional, ofrezcan públicamente, al menos por un rato, una jeta con forzados rasgos de armonía y entendimiento.
De manera que la táctica está sobre la mesa: golpes diplomáticos, más guerra sucia, y más masivo injerencismo regional vestido de pretendida autenticidad, como si quienes no admiten en sus predios la más mínima disensión, llegan incluso a santificar las prácticas y torturas medievales como parte de la opresiva cotidianidad de sus pueblos, y se dan la mano con el fundamentalismo imperial, resultasen jueces e instancias idóneos para decidir lo que más conviene a los sirios.
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