Entrevistado en Argentina durante una visita a ese país el pasado septiembre, el prestigioso analista de medios Ignacio Ramonet decía que el periodismo militante no es información y a algunos pudiera parecerles que ese dilema es sólo un problema para quienes ejercen el oficio de informadores en medios de comunicación que se sitúan a la izquierda del espectro político.
Sin embargo, un periódico para nada sospechoso de izquierdismo como The Washington Post (TWP) acaba de dar una lección de periodismo militante con la que no sólo niega su misión de informar sino que revela su militancia en lo peor del anticastrismo que se asienta en lugares como la ciudad de Miami.
El 31 de diciembre de 2011, TWP publicó un editorial plagado de adjetivos que comienza desde el título dando instrucciones sobre lo que Cuba "debe" hacer (Cuba should finally realease Alan Gross) y que está enfocado contra la solidaridad con los cinco cubanos condenados injustamente en Estados Unidos desde hace más de trece años, según el Post es "por desgracia" que el caso de Los Cinco recibe la solidaridad de celebridades de Hollywood, Premios Nobel y el ex presidente norteamericano James Carter.
El diario de la capital estadounidense -como ha hecho prácticamente toda la prensa de Estados Unidos- oculta a sus lectores que el gobierno norteamericano pagó a periodistas en Miami para crear un ambiente que influyera sobre el jurado que condenó a Los Cinco a enormes penas de prisión. TWP tampoco hace alusión a que el Grupo de Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la Corte de Apelaciones de Atlanta, numerosos parlamentos del mundo y hasta una encuesta de la revista británica The Economist, han considerado injusto el juicio a "Los Cinco", situación que dista mucho de la del "contratista" del gobierno norteamericano Alan Gross, quien no está preso en Cuba por "caprichos del estado comunista" como dice militantemente el editorial, sino por ser parte de la estrategia de ese país para un cambio de régimen en la Isla.
Gross cobraba un presupuesto de los 20 millones de dólares destinados anualmente para la subversión contra Cuba, el influyente diario no informa de ello a sus lectores. Tampoco dice que mientras el gobierno norteamericano toma todas las prevenciones para evitar que los ciudadanos de la Isla accedan a Internet, se ocupa de facilitárselo a quienes conspiran a su servicio en Cuba, una estrategia donde el "trabajo" de Alan Gross formaba parte, aunque se trate de esconder cuando el editorial del periódico plantea que su objetivo era dar servicio de Internet a la comunidad judía y no dice que ésta lo tenía -como muchas instituciones religiosas, científicas y acdémicas cubanas- desde antes de ser contactada falazmente por el enviado de Washington.
The Washington Post dice que la "larga lista de víctimas del gobierno cubano ha crecido trágicamente hasta incluir al señor Gross", mientras oculta que más de tres mil cubanos han fallecido a causa de actos terroristas -cometidos con la tolerancia o la implicación directa de las autoridades norteamericanas- como los que Los Cinco trataban de evitar. Sin embargo, no hay una sola víctima norteamericana por acciones terroristas ejecutadas desde Cuba, algo que el Post tampoco menciona.
Si, como explica el periódico, los editoriales representan "la opinión de The Washington Post como institución", hay demasiada miltancia y muy poca información entre los miembros de su consejo de redacción para esperar de ellos otra cosa que no sea un alineamiento torpe con los objetivos del gobierno norteamericano en su agresión contra Cuba. Pero es muy posible que ellos mismos sean víctimas de la escandalosa censura que militantemente se ha ejercido con el tema de Los Cinco en Estados Unidos, ¿o es que -como en el caso de la prensa de Miami- alguien ha pagado para que se calle una cosa y se grite otra?
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