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jueves, 26 de diciembre de 2024

El efecto Trump y la distorsión del tiempo y el espacio

Sucesos extravagantes e insólitos que se agolpan en los medios sin posibilidad de procesarlos...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 20/01/2018
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Caricatura Trump, política a Cuba
El efecto Trump provoca la sensación de que se producen distorsiones en el tiempo y el espacio

Posiblemente cuando usted lea estas líneas sobre Donald Trump, las noticias que mencionemos en este artículo ya sean viejas. Tal parece que el tiempo transcurre de forma distinta alrededor del 45 presidente de los Estados Unidos: una mañana despertamos con la noticia de que el FBI lo investiga por una supuesta conexión rusa para vencer en las elecciones, y poco tiempo después la torre de su fortaleza en Nueva York acapara los titulares por un incendio.

Para echar más leña a esta hoguera de las vanidades recientemente el periodista Michael Wolff publicó su controvertido libro Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Donald Trump, en la que revela que varias de las figuras cercanas al magnate neoyorquino no lo consideran apto para el cargo presidencial. A pesar de la reputación controvertida del autor, varios errores que le han achacado y entrevistados desmintiendo sus declaraciones, el libro se encuentra entre los más vendidos en las últimas semanas en los Estados Unidos y ha suscitado continuas declaraciones desde el gobierno y del propio Trump, que eligió, otra vez, a Twitter para plantar batalla.

Durante los 365 días que nos separan de su juramento presidencial, el multimillonario-presidente ha sostenido un intercambio de bravuconadas atómicas con el líder de Corea del Norte, ha empujado a presidentes de otras naciones en intercambios diplomáticos, llevó la embajada norteamericana a Jerusalén para añadir picante al conflicto israelo-palestino, sacó a su país del protocolo de París y no ha construido el muro en la frontera con México. Dentro de la casa su obsesión ha sido desmantelar y borrar el legado de Obama, su predecesor. Así ha ocurrido con el tratamiento a la inmigración, los impuestos y el fomento de las fuentes renovables de energía, aunque aún no ha logrado presentar un proyecto de ley que convenza al Congreso para sustituir el Obamacare.

En Puerto Rico lanzó papel sanitario a los damnificados, retiró a su país de la Unesco y ha provocado un distanciamiento de Europa y sus aliados de la OTAN.

Él, que se ha convertido en el presidente más impopular en el primer año de mandato muestra los números bursátiles para justificar su presencia en el Despacho Oval, pero su contienda comienza a tener un costo con el ascenso de los demócratas en Estados hasta este momento en manos republicanas.

La vertiginosa agenda presidencial ha hecho también un espacio para la política hacia Cuba, en la que otra vez se ha dedicado a perseguir el fantasma de su predecesor. Luego de reunirse con asesores y lobbys especializados decidió escuchar los consejos de cabilderos como el senador Marcos Rubio, quien nunca ha viajado a Cuba y las referencias más cercanas que tiene del país le llegan mediante personas que lo abandonaron hace más de 50 años.

Rubio, con posiciones en el Congreso que pueden ayudar a Trump a evadir las investigaciones sobre la conexión rusa o darle un impulso a sus proyectos legales, le pasó un manual para viajar en el tiempo a la época de la Guerra Fría, y el salto hacia atrás se concretó el 16 de junio de 2017, con la firma de una orden presidencial que si bien no borró de golpe y porrazo lo avanzado en los últimos tres años, al menos puso en cámara lenta cualquier intento de avance.

Los estadounidenses pasaron de mostrar sus fotos por las calles de La Habana sobre un almendrón a tener que guardar los comprobantes de los refrescos que consuman en la Isla ante el peligro de incurrir en una violación si no toman Coca Cola.

Con la velocidad que suele darle a su manera de hacer las cosas, la administración Trump expulsó a diplomáticos cubanos en Washington, puso a los burócratas a elaborar restricciones que limitan las libertades de los ciudadanos norteamericanos y se inventaron los ataques acústicos a funcionarios de la embajada norteamericana en La Habana para prácticamente cerrarla y desviar a un tercer país cualquier trámite de inmigración.

El propio FBI concluyó que no ha encontrado prueba alguna de supuestos ataques sónicos contra el personal diplomático estadounidense en Cuba, tras meses de investigaciones y cuatro viajes a la Isla; pero ello no ha sido suficiente para que una audiencia del Congreso, casualmente liderada por los anticubanos Marco Rubio y Robert Menéndez, zanjara el incidente y tratara de establecer un clima de respeto y acercamiento entre los dos países.

Una buena oportunidad para el retorno al diálogo se ha perdido, y el hecho se une a otros como el triste papel que jugó la diplomacia norteamericana en la ONU, durante las votaciones de condena al bloqueo, en la que fue evidente el rechazo internacional al retorno a la confrontación y el aislamiento de los Estados Unidos en la región.

El efecto Trump provoca la sensación de que se producen distorsiones en el tiempo y el espacio con sucesos extravagantes e insólitos que se agolpan en los medios sin posibilidad de procesarlos. Se dice que esa manera de “hacer política” lo llevó a la Casa Blanca a un puesto cuyas decisiones tienen una repercusión mundial. Pero, quizás, como dijera el cineasta Michael Moore, los norteamericanos hayan elegido a su último presidente.

Trump-Cuba


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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