viernes, 19 de abril de 2024

Una vez más: el 10 de Octubre

La decisión de Céspedes inició una guerra, y todo un proceso cargado de hechos, tradiciones, héroes, aciertos y errores, y un ideal rector: la consecución y mantenimiento, una vez alcanzada, de la plena soberanía cubana...

Luis Fidel Acosta Machado en Exclusivo 10/10/2021
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La Demajagua
Carlos Manuel de Céspedes asumió la responsabilidad histórica de lanzar a un país a una guerra de independencia, y fue fiel a su decisión hasta el último momento de su vida

El 10 de Octubre tiene para el pueblo cubano una significación especial. Fecha simbólica, está presente en el imaginario de la Nación desde mucho antes que la Isla fuese país independiente de jure en 1902, y de hecho en 1959. Ese día en que Carlos Manuel de Céspedes lanzó a los sectores terratenientes orientales a una guerra de liberación nacional, acto que siguieron poco más tarde esos mismos grupos en el Camagüey y Las Villas, marcó no solo el inicio de la Guerra de los Diez Años, primera de las luchas independentistas cubanas, sino que inauguró el proceso nacional liberador en la Isla, que se extendió, en su esencia, a todo lo largo del devenir cubano como nación hasta hoy. De esa forma, la decisión de Céspedes inició una guerra, y todo un proceso cargado de hechos, tradiciones, héroes, aciertos y errores, y un ideal rector: la consecución y mantenimiento, una vez alcanzada, de la plena soberanía cubana.

Respecto a las razones que motivaron el alzamiento independentista mucho se ha escrito, de hecho la historiografía existente respecto a la Guerra de 1868 es una de las más extensas que hay, sin embargo en lo personal siempre me gusta colocar una causa por encima de las demás: la existencia de un sentimiento de nación, un sentir patriótico en amplios sectores de la sociedad cubana decimonónica, que eclosionó y se consolidó definitivamente tras esos diez largos años de guerra. Sin la presencia de ese sentido nacional, de ese pensamiento tan bellamente descrito por Heredia en su poema “Himno del Desterrado”, cuando escribió: “Que no en vano entre Cuba y España / Tiende inmenso sus olas el mar”, ni la crisis económica exacerbada, ni la falta de derechos políticos y sociales de los cubanos, hubiese producido una vorágine revolucionaria como la iniciada en 1868.

Los hechos acaecidos ese décimo día de octubre son de sobra conocidos también, lo mismo que la causa que condujo a su principal protagonista, el manzanillero Carlos Manuel de Céspedes a tomar la decisión de iniciar la guerra. Sin embargo, no está de más señalar algunas cuestiones que no dejan de resultar interesantes. La primera, que el alzamiento del 10 de Octubre tomó a todos los conspiradores, tanto orientales como principeños, completamente por sorpresa. No era lo acordado en las diferentes reuniones que se habían efectuado con el fin de establecer una fecha para iniciar el movimiento revolucionario. Los manzanilleros se habían adelantado, y ello arrojó sobre Céspedes todo tipo de  dudas, sospechas, e ideas preconcebidas y totalmente erradas, tanto por parte de los camagüeyanos como por los bayameses, con lo que ese 10 de Octubre también dio inicio el duro calvario que tuvo que atravesar el Padre de la Patria durante todo su mandato al frente de la República de Cuba en Armas, y una vez depuesto, hasta su caída en febrero de 1874.

Pero por qué se habían adelantado en Manzanillo. La versión más difundida por la historiografía señala la existencia de un telegrama, enviado por el Capitán General de la Isla al gobernador de Bayamo, con ordenes de apresar a los principales conspiradores de la zona. Puesto sobre aviso, Céspedes, ante el peligro que corría todo el movimiento, no dudó en realizar el alzamiento. Sin embargo, esta versión es puesta en duda por el historiador holguinero José Abreu Cardet quien señala que, dicho telegrama, forma parte de una leyenda creada por los manzanilleros para justificar lo que sencillamente fue “una sedición genial”, y donde se conjugaron elementos de tipo caudillista y regionalista típicos de la región del Valle del Cauto, que superan en complejidad la cuestión del “telegrama”. No obstante, tenga razón Abreu Cardet o la historiografía tradicional, ello resulta circunstancial frente a lo verdaderamente relevante: que el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes asumió la responsabilidad histórica de lanzar a un país a una guerra de independencia, y fue fiel a su decisión hasta el último momento de su vida. Con ello el Hombre pasaría a la posteridad como el Padre de la Patria, y el hecho, como el fundacional del movimiento revolucionario cubano.

Ese día Céspedes les otorgó la libertad a sus esclavos y los exhortó a unirse a la lucha independentista, junto a los hombres libres, entre terratenientes y campesinos, que en su finca Demajagua, se habían reunido. Sin embargo, no resulta aventurero afirmar que la palabra con la que inició la arenga que se le atribuye, caló particularmente en aquellos que, hasta ese instante, no eran dueños de su propia persona: “Ciudadanos”. Ante los ojos de todos habían transitado desde la más baja de las condiciones, la de esclavos, a la más excelsa de todas, la de ciudadanos de la futura República de Cuba.

Además, Céspedes dio a conocer el documento titulado “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones”, y que pasaría a la historia como el “Manifiesto del 10 de Octubre”. En el mismo expuso ampliamente las razones por las cuales los cubanos se lanzaban a la guerra, aunque hubiese bastado simplemente aquella genial sentencia que decía: “Nadie ignora que España gobierna la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado; (…)”. La guerra ya tenía su manifiesto, y los independentistas su primer programa de lucha.

Así queda resumido, en apretada síntesis, lo acontecido el 10 de octubre de 1868.

Por todo lo anterior y más, imposible de decir en estas escasas cuartillas, no cabe dudas que fue aquel día, décimo del mes de octubre, una alborada luminosa para Cuba: el que inauguró la primera de las tres guerras de liberación nacional que conmovieron la Antilla Mayor en el siglo XIX; y el que inició la marcha indetenible de un pueblo, y una nación toda, hacia la búsqueda definitiva del más grande ideal, el de la total y absoluta independencia.


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Luis Fidel Acosta Machado

Máster en Ciencias Históricas. Profesor de Historia de Cuba de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana.


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