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jueves, 26 de diciembre de 2024

Serafín Sánchez: un general obrero

Las últimas palabras del general espirituano participante en las tres guerras contra España son una invocación a continuar la lucha…

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 02/07/2018
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Serafín Sánchez
Óleo de Francisco Rodríguez que representa al General Serafín Sánchez Valdivia.

Nació el 2 de julio de 1846 en la ciudad de Sancti Spíritus. Antes de 1868 fue maestro de escuela y al grito de Independencia o Muerte se sumó a las filas del Ejército Libertador.

Gozó de la amistad de Ignacio Agramonte, Máximo Gómez y José Martí. Con los dos últimos compartió, además, las penurias del exilio. Un cubano lo llamó el general obrero, pues con sus manos se ganó el sustento en la emigración. “Fue un general obrero, que no un obrero general, lo que presupone un espíritu en el que no cupieron nunca ni la soberbia ni la vanidad humana de las que tan pocos se substraen”.

El mayor general Serafín Sánchez Valdivia no escatimó esfuerzo alguno por la independencia de su patria. Sobresalió por la rectitud de carácter y conducta intachable. Pero no solo batalló en las tres guerras, sino también sirvió de puente de unión entre los veteranos del 68 y los llamados “pinos nuevos” de José Martí.

Hombre de excepcional abnegación, su patriotismo venció las duras pruebas de la manigua, la desunión de los cubanos y las vicisitudes de la emigración. El Apóstol Martí, quien llegó a tenerlo en muy alta estima, hizo del espirituano la siguiente conceptualización: “De sólidos méritos y limpio corazón (…) el valiente y sensato cubano Serafín Sánchez. De soldado anduvo toda Cuba y adquirió gloria justa y grande. Es persona de discreción y de manejos de hombres, de honradez absoluta, y (…) tiene de columna hasta la estatura”.

Al terminar la contienda de los Diez Años ya ostentaba los grados de coronel. Su biógrafo, Luis F. del Moral Nogueras, refiere que: “Para Serafín, la Guerra de los Diez Años, el contacto diario con los hombres y con la muerte, la influencia de su jefes, particularmente de Ignacio Agramonte, había constituido la forja del carácter, de la moral intachable y del patriotismo intransigente”.

No aceptó el Pacto del Zanjón y conspiró en la llamada Guerra Chiquita, y se levantó en armas el 9 de noviembre de 1879. Fracasado el reintento armado, marcha al exilio, primero en República Dominicana, donde intima con el general Gómez, quien había sido su jefe en la Guerra Grande, tras la muerte de Agramonte, y luego hacia los Estados Unidos, donde conoce a José Martí y se convierte en figura importante dentro de la emigración cubana en aquel país.

De obrero tabaquero se gana la vida. Un puesto al que accede por recomendación del propio Martí, quien, sabedor de las penurias por las que pasaba el patriota espirituano, intercede por él, en carta a Eduardo Hidalgo Gato, dueño de una escogida en el Cayo: “Uno de los hombres de más dignidad y entereza que conozco, más sanos y generosos, y de utilidad verdadera para Cuba, es nuestro general Serafín Sánchez. Este no es hombre que tiene la mano, sino que la pone al trabajo. (…) Yo sé que pido como cosa mía, y si Ud. creyera, en su bondad, que esta agonía en que vivo (…), merece algún premio, démelo colocando en su casa al noble Serafín”.

Al estallar la Guerra de 1895 vino a Cuba en una expedición armada junto al general remediano Francisco Carrillo, y se sumó al Generalísimo Máximo Gómez durante la Invasión a Occidente. Ocupa el cargo de Jefe del Cuarto Cuerpo de Ejército y luego se desempeña como Inspector General del Ejército Libertador, responsabilidad que le asigna Gómez para imponer disciplina y orden en las filas insurrectas.

El 18 de noviembre de 1896 libra su último combate en el Paso de las Damas. Narra Luis F. del Moral, en su Serafín Sánchez: Un carácter al servicio de Cuba: “Son las cinco y cuarto de la tarde (…) Serafín se vuelve para observar el movimiento del enemigo. En ese instante un proyectil de Máuser lo atraviesa del hombro derecho al izquierdo: “¡Me han matado!”, dijo, y luego: “Eso no es nada; ¡siga la marcha!”.

Así cayó el insigne general de las tres guerras; el espirituano Serafín Sánchez Valdivia, hijo de una familia de patriotas, pues todos su hermanos y hermanas ayudaron a la independencia de Cuba.

Bernabé Boza, el general jefe del Estado Mayor de Máximo Gómez, refiriéndose a la última frase dicha por Serafín en vida, resalta que al tiempo que despedida fue una especie de orden, una invocación a continuar la lucha: “(…) significa ¡arriba Cuba, a la meta, a la independencia o a la muerte! ¡Qué bella apoteosis!”.

Cuenta la tradición espirituana que cuando llegaron a la ciudad las noticias de la muerte del patriota, la intransigencia española quiso celebrar el suceso, pero el jefe de la Plaza, general Duque, cortó tajante el intento: “No se celebra la muerte de un caballero, aunque sea enemigo de España”.

La Plaza de la Revolución de la provincia de Sancti Spíritus lleva su nombre. Sus restos descansan en el cementerio local y en su memoria se levanta un obelisco en el sitio exacto donde cayera, hace ahora 121 años.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy

Se han publicado 1 comentarios


senelio ceballos
 10/7/18 4:45

Saludos Lic.Narciso!!..En mi etapa de ing-const de MINICHE y obras hidraulicas en el Escambray, muy a menudo bajaba/subia a las montannas por el camino viejo de la habana desde la ciudad de S.S...por el poblado de MACAGUABO....[ Hoy alli estan los filtros modernos del  acueducto de S.S .INAUGURADO el 26 de Julio / 1986 por F.Castro...Escribo estas notas para aquellos que les gusta  visitar lugares historicos...Alli todavia vive el algarrobo donde el GENERAL S. Sanchez....Dio descanso a su tropa y curar heridos..VISITADLOS!!  ah!!  llevar camaras -foto, porque veran magnificos paisajes de esa zona!!!  El guajiro de CABAIGUAN!!

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