*Publicado originalmente en la primera plana del diario Granma el 14 de agosto de 1996
Por: Katiuska Blanco Castiñeira
A la altura de sus 70 años Fidel ve el futuro como si estuviera en el Pico Turquino, apreciando una montaña de talentos, de conciencia, de espíritu revolucionario; confiesa su afición de siempre por las ciencias; se reconoce alérgico a los retratos oficiales y cumplidos; afirma que sí siente cierta nostalgia por aquellos tiempos de muchacho cuando escalaba montañas y cruzaba ríos; dice: «la vida conmigo ha sido generosa porque me ha dado la posibilidad de vivir más que cualquier sueño, que cualquier presagio».
Recuerda que en Birán se llevaba una vida muy rústica, sencilla, donde no había luz eléctrica sino velas, y faroles. «Una vez -cuenta- el viejo compró un radio, que también en aquella época eran muy grandes, un armatoste de madera», acota, y solo podían encenderlo el viejo y él, que se quedaba en la planta baja leyendo, ya cuando era un poco más grandecito. Por ejemplo, la primera Historia de la Revolución Francesa tenía diez tomos, y allí se la leía él en el cuartico; de vez en cuando, si había pelota, hacía así y ponía los libros a un lado y encendía el radio, y era la época de los equipos del Almendares y el Marianao. Y quiere aclarar que no tenían vacaciones entonces en Birán, sino mucho trabajo, aunque sí hubo un período en que se interrumpen las clases porque los viejos descubren que los están tratando mal: «estábamos delgaditos, bastante delgaditos y peludos, ni a la barbería nos llevaban a nosotros, yo he tenido que coser los zapatos yo mismo, arriesgándome a una bronca además si rompía la aguja o cualquier cosa, pasé mis trabajos, no quiero exagerar...»
Y eran los días que estaban en guerra con la maestra: «una vez le hicimos un bombardeo de piedras a la escuelita desde una barricada de palos que estaba al lado de la panadería y ¡teníamos una puntería con el tirapiedras!» Hasta que al fin logró la gran conquista de que lo enviaran interno para la escuela, y entonces sí tuvo vacaciones. Ahora halla nuevos significados y dimensiones a las palabras planeta Tierra, hombre y Quijote:
Tierra es una cosa -repite en voz baja-, hombre significa mucho más. La Tierra te diría es un volcán de problemas. Una montaña de problemas es el mundo de hoy y algo muy preocupante que exige una educación y conciencia nuevas que en aquella época ni se mencionaban (...) Tiene también una visión universal: antes la patria de uno era el pedacito aquel de allí, el bateycito, y luego la escuela, después el país, al fin y al cabo, el planeta se convierte en la patria de todos.
Hombre significa mucho más de lo que uno podía imaginarse. Hay que haber vivido y haber tenido inquietudes sociales, políticas y revolucionarias para saber lo que es el hombre y lo que vale el hombre y de lo que es capaz. Yo leía hace unos días un librito de Pombo, es una cosa maravillosa, la capacidad de sacrificio que demostraron ellos allí, tanto cuando estaba el Che vivo, como después, cuando se quedó un pequeño grupo solo. Uno piensa mucho de lo que es capaz el hombre cuando tiene ideas, convicciones profundas, experiencia grande; tiene otra dimensión; decir hombre es pensar en Martí, pensar en Maceo, en Frank País, es pensar en Yeyé, en Celia, y en tantos otros compañeros de la Revolución. Uno sabe de lo que es capaz el hombre. A veces hace cosas horribles, como hemos visto en varias partes del mundo; y otras, hace cosas maravillosas. Pero yo pienso que tiende a ser mejor aún en esta época de hegemonismo mundial, ahora van a aprender más todavía los hombres a tener una conciencia política, en la medida que ven los abusos, las injusticias que se quieren cometer a nivel planetario. Entonces, el hombre, es lo más maravilloso de lo que pueda concebirse -no hablo en un sentido religioso, de la creación. El hombre es lo más extraordinario de la naturaleza.
Quijote significa un poco lo que hemos sido todos. Lo que hemos sido nosotros como pueblo, y nos emociona y enorgullece la idea de ser Quijotes.
Todo lo afirma Fidel mientras conversa con los periodistas que le convocan la memoria el día de su cumpleaños. A Fidel, con sus 70 agostos, todavía lo conmueve la salida del sol. En general pasa las madrugadas leyendo, leyendo siempre de algún tema, y mientras más papeles tiene, más deseos siente de leer. Confiesa que termina después de las doce y las mañanas las dedica a los cables, los documentos. Luego, convincente expresa:
Sí, a mí me gustan mucho los amaneceres y muchas veces tengo que contemplarlos y a veces también me ha amanecido. Un consejo les doy: un libro muy interesante puede quitar el sueño, sí, a mí el libro me quita el sueño. Me pongo a luchar contra el sueño, y entonces el sueño desaparece. Me pasa eso a veces y ese libro de Pombo donde está todo de la lucha en Bolivia, ése me quitó el sueño. Son las horas que le robo al sueño y trato de robar tiempo.
Luego Fidel regresa a la geografía de las montañas, habla de los trabajos que hizo a veces en Birán en la oficina o la atención a alguna gente. Eso era cuando estaba en el sexto o en el séptimo grados. Pero la verdad, él prefería las montañas, llegaba hasta los campamentos de los trabajadores forestales y se sentía bien lejos de la tutela de la casa. Asegura que entonces era todo lo serio que se puede ser a esa edad «¿Comprendes?» Sí, me gustaban las muchachas, qué remedio me queda, tengo que decir la verdad...».
Cuando uno se imagina que ya va acercándose el final de la conversación, Fidel vuelve a tomar aire y en las palabras habla de la confianza recuperada por el país y del futuro en el que todos confían y hace posible la reapertura de una obra social como el Palacio Central de Pioneros.
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