Hace ya 20 años, el Parlamento cubano aprobó por "unanimidad" una ley de reforma a la Constitución entonces vigente que declaró "irrevocable" el carácter socialista del sistema político y que Cuba no volvería jamás al capitalismo. Aquel día, los representantes del pueblo aprobaron una ley contra el retroceso, por una revolución permanente hasta conquistar toda la justicia, primero en nuestro país, para adelantar el “bien mayor del hombre” en un Mundo mejor, posible.
El 26 de junio de 2002, el entonces presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón de Quesada, al presentar el proyecto precisó que habían sido 165 las intervenciones de diputados y representantes de las organizaciones sociales, hombres y mujeres de las más diversas actividades de nuestra sociedad, quienes alzaron sus voces con respuestas colectivas, macizas, sólidas y profundas frente a los pronunciamientos injerencistas del señor Bush del 20 de mayo anterior, desde la Casa Blanca y desde Miami.
El día en que los anexionistas celebraban el “Centésimo Aniversario de la Independencia de Cuba”, el presidente Bush condicionó cualquier flexibilización del embargo de ese país a la isla a cambios políticos y reformas económicas. El Cesar del Imperio, con la prepotencia y la arrogancia que lo caracterizaba. Respondía así a la solicitud de levantar el embargo/bloqueo que había hecho una semana antes, desde Cuba, el ex-presidente demócrata Jimmy Carter.
Vale recordar que en el discurso de Carter en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, si bien pidió una mejora de las relaciones entre los dos gobiernos, hizo varias críticas al sistema cubano y solicitó que se aceptara la propuesta de la contrarrevolución de un referéndum para el cambio político en Cuba, conocido como “Proyecto Varela”. “Podría ser que la mayor parte de los cubanos estén en desacuerdo, pero creo que el mundo vería con gran admiración esto (...) sería una vívida demostración de que la Constitución garantiza el derecho de libre expresión, de libre asociación”, propuso. Otra muestra de que ni los más moderados se libran de ese credo de país elegido, con la única verdad sobre la democracia y con el poder de juzgar a los demás.
Varios estudiantes y profesores respondieron allí mismo a sus ilegítimas propuestas. Entre ellos, el presidente de la FEU Hassan Pérez, quien consideró una infamia que la oposición utilice los nombres de los próceres cubanos para identificar sus iniciativas, concretamente el Proyecto Varela, que comparó como tirarse a una piscina sin agua. El decano de la Facultad de Derecho, José Luis Toledo Santander, le preguntó a Carter que si en su país sería aceptado que “un ínfimo grupo alentado por una potencia extranjera cambie los principios fundamentales de una nación”.
El 1ro de junio siguiente, desde la Plaza Mayor General "Calixto García" de Holguín, el Presidente de la República de Cuba Fidel Castro Ruz protagonizó la Tribuna Abierta de la Revolución en protesta y repudio las amenazas, las calumnias y las mentiras del presidente Bush. En su discurso Fidel afirmó lo que podría considerarse el fundamento ideopolítico de aquel compromiso refrendado semanas después: “El cese de la explotación de los seres humanos y la lucha por la verdadera igualdad y justicia, es y será el objetivo de una Revolución que no dejará de serlo nunca”.
Los provocadores discursos de George W. Bush motivaron multitudinarias marchas populares a lo largo y ancho del país. Más de 9 millones de cubanos participaron en aquellas manifestaciones. Como respuesta de ese clamor popular se desencadenó el proceso de reforma constitucional.
La aprobación en el Parlamento fue precedida por un plebiscito durante los días 15, 16 y 17 de junio del 2002, en el que 8 198 237 de electores ratificaron, mediante firma pública y voluntaria, el carácter socialista del sistema político, económico y social contenido en la constitución. El proyecto aprobado por la casi totalidad del pueblo había sido propuesto por las Organizaciones de Masas en asamblea extraordinaria de todas sus direcciones nacionales; también como digna y categórica respuesta a las manifestaciones injerencistas de Bush.
- Consulte además: La proclamación de un devenir socialista (+Video)
Con el voto nominal de los 559 diputados de Asamblea Nacional del Poder Popular presentes en la sesión, el 96,71 % del total, se adicionó el siguiente párrafo al final del artículo 3:
"El Socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución, probado por años de heroica resistencia frente a las agresiones de todo tipo y la guerra económica de los gobiernos de la potencia imperialista más poderosa que ha existido y habiendo demostrado su capacidad de transformar el país y crear una sociedad enteramente nueva y justa, es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo".
También se agregó en el artículo 11 de la Ley de Leyes que las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado no podrían ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera. Además, en su artículo 137, sobre la Reforma Constitucional, se adicionó que podrá ser reformada, excepto en lo que se refiere al sistema político, económico y social cuyo carácter irrevocable quedó aprobado por nuestro Parlamento.
La Ley aprobada incluyó una Disposición Especial que dio cuenta del proceso democrático y de respaldo popular que legitimó aquella reforma. Una “excepcional experiencia” que al decir del líder de la Revolución Fidel Castro puso de manifiesto la unidad, los vínculos estrechos del Partido y el Gobierno con el pueblo.
Como explicó al plenario José Luis Toledo en nombre de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos, aquella Reforma Constitucional era expresión de la identificación de nuestro pueblo con todos y cada uno de los principios que sustentan la Carta Magna. Sobre todo, con los Fundamentos Políticos, Sociales y Económicos que se consagraban en su capítulo uno, que destacaba que Cuba es un Estado Socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como República unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana.
Se aprobaba así la decisión mayoritaria de que el proceso revolucionario del Socialismo no tenía marcha atrás. No era la defensa festinada de una identidad partidista, ni la jugada totalitaria de este para eternizarse en el poder, fue la decisión soberana de un pueblo decidido a defender su nación amenazada y su proyecto de desarrollo, frente a un Capitalismo que se ha probado fallido, incapaz de resolver los problemas más acuciantes de la humanidad.
Con aquella decisión, ratificada en la Constitución del 2019, no se estableció un compromiso con un socialismo anquilosado, ni cerrado a las reformas. Prueba de ello, es la actualización del modelo que aún se desarrolla. El Comandante en Jefe Fidel Castro, al reflexionar sobre las modificaciones constitucionales aprobadas ese día, hizo énfasis en la idea de que nuestro Socialismo es perfectible y puede dar paso a una sociedad superior, el Comunismo.
De lo que se trata es de defender los frutos de la obra de la Revolución y del Socialismo, para el presente y para el futuro. Como continuidad del impulso emancipador de nuestros padres fundadores.
Como apuntó el entrañable amigo mexicano Pablo González Casanova, “toda la historia revolucionaria de Cuba, a través de su pueblo y su líder, y sus líderes, asume la herencia moral, ideológica y política, la herencia revolucionaria de Martí, considerada como un todo en que, para alcanzar los objetivos morales y revolucionarios, se revela necesario hacer la revolución y también el socialismo. Para alcanzar los objetivos morales de Martí no solo se necesita hacer la revolución, si se es coherente, sino que se tiene que hacer el socialismo”.
Por aquellos días el destacado intelectual Cintio Vitier nos legó para la historia: “Lo que estamos defendiendo no es solo un sistema político, es la pasión libertaria de Bolívar y de todos los próceres de nuestra América; es la gran obra social de la Revolución y más allá, de todos los que tienen hambre y sed de justicia...”.
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