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viernes, 22 de noviembre de 2024

Nace una nueva vanguardia revolucionaria: la Generación del Centenario

Cuando las condiciones objetivas para la Revolución estaban creadas, surgió una nueva generación de cubanos encabezada por el joven abogado Fidel Castro Ruz…

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 15/07/2020
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Marcha de las Antorchas 2014, 05
La clarinada del surgimiento de la nueva vanguardia sería la Marcha de las Antorchas del 27 de enero de 1953, vísperas del centenario del natalicio de José Martí (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

En la década de los años 50 del pasado siglo, las condiciones objetivas para una Revolución estaban creadas en Cuba, pues el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 había agudizado a extremos los males de la República Neocolonial.

Sin embargo, el panorama político de la Isla se veía sombrío, con los partidos políticos burgueses plegados a la dictadura de Fulgencio Batista; los comunistas aislados por la férrea campaña en su contra; y los estudiantes de la FEU inermes, sin armas para combatir al tirano. A todo ello, se sumaba, que el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), ya sin su líder Eduardo Chibás, mantenía posiciones vacilantes y apáticas que a nada conducirían.

Era necesario el surgimiento de una nueva vanguardia revolucionaria que alejada de la politiquería de la época asumiera un rol protagónico y se decidiera a conducir los destinos de la Patria esclavizada. Ese rol histórico lo desempeñaría la llamada Generación del Centenario, nombrada así por surgir precisamente en 1953, año en que el Apóstol José Martí arribaba a cien años de su nacimiento.

El propio Fidel, quien encabezaría la lucha armada, explica la compleja realidad existente en Cuba: «(…) Proyectaba participar en esa lucha simplemente como un soldado más. Comencé a organizar las primeras células de actividad esperando trabajar junto a aquellos líderes del Partido (Ortodoxo) que podían estar listos para cumplir con el deber elemental de luchar contra Fulgencio Batista.

« (…) Pero cuando ninguno de los dirigentes demostraron poseer la capacidad o el carácter o la seriedad de propósitos o el medio para derribar a Batista, establecí finalmente mi propia estrategia»

Y en su famosa entrevista Cien horas con Fidel, le afirma al periodista Ignacio Ramonet: «¿Cuándo decidimos atacar el Moncada? Cuando nos convencimos de que nadie haría nada contra Batista, y de que un montón de grupos existentes –en los que había mucha gente que militaba en varios a la vez- no estaban preparados ni organizados para llevar a cabo la lucha armada que esperábamos».

La clarinada del surgimiento de la nueva vanguardia sería la Marcha de las Antorchas del 27 de enero de 1953, vísperas del centenario del natalicio de José Martí. Esa noche, un grupo de jóvenes, encabezados por Fidel, desfiló de manera marcial y organizada desde la escalinata universitaria hasta la Fragua Martiana y probó su capacidad para conducir la futura lucha contra el dictador.

¿Quiénes eran aquellos jóvenes? ¿Cuál era su procedencia? ¿Qué experiencia tenían? ¿Con qué recursos contaban? ¿Cuál sería su plan de lucha?

Ninguno era conocido hasta entonces. Eran estudiantes, obreros, campesinos, gente humilde, surgidos de las entrañas del pueblo. Incluso carentes en su mayoría de una ideología política definida, pero convencidos todos de la necesidad de un cambio radical que modificara el estado de cosas existentes en la República.

Muchos provenía de la ortodoxia, como Abel Santamaría, quien luego sería el segundo de Fidel, Jesús Montané Oropesa, y Raúl Gómez García; otros, como Juan Almeida y Armando Mestre, eran simples trabajadores de la construcción, doblemente discriminados por el color de la piel. Los había también campesinos, estudiantes y hasta deportistas, como el boxeador Giraldo Córdova Cardín; en tanto, el santaclareño Osvaldo Socarrás Martínez era un humilde parqueador de autos.

Ninguno tenía experiencia militar. Ninguno era gente pudiente. Eso sí, eran fervorosos martianos y creían en Fidel, en su capacidad para aglutinarlos, para organizarlos, para liderarlos en una contienda que sería difícil, pero no imposible.

Con ellos, y con el liderazgo de Fidel, surgieron las necesarias condiciones subjetivas para reiniciar en Cuba la lucha revolucionaria. La misma lucha de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y Martí; la de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras. El camino a seguir sería mediante la vía armada y una nueva estrategia revolucionaria que vertebrara la ideología martiana con la marxista-leninista, que ya poseían Fidel, Abel, Raúl y otros, y diera cauce a los ideales redentores y de justicia social.

Poco a poco el Movimiento, nombre dado a la organización, de carácter secreto, selectivo y de organización celular compartimentada, como lo exigían las circunstancias, se fue vertebrando. Fidel sería su jefe máximo, con Abel, como su segundo. Existía, además, un Comité Civil y otro Militar, donde cada cual conocía solo aquello que la índole de su cargo le permitía saber.

A costa de enormes sacrificios, fueron consiguiendo las armas y los uniformes militares que utilizarían en la venidera acción armada. Uno, Fernando Chenard Piña, vendió su estudio fotográfico; otro, Elpidio Sosa, vendió su empleo y se apareció un día con 300 pesos para la causa; y Pedro Marrero, obrero de la cervecería La Tropical, empeñó su sueldo de varios meses y fue preciso prohibirle que se deshiciera también de los muebles de su casa.

Ya en julio de 1953, el Movimiento contaba con al menos mil quinientos hombres adiestrados y agrupados en unas ciento cincuenta células. El lugar, el día y la hora se acercaban. Solo unos pocos sabían con precisión que el destino final sería atacar el cuartel Moncada, el segundo bastión militar de la tiranía, y que de nuevo, como en el 68 y el 95, las llamas de la insurrección se iniciarían por Oriente, por Santiago de Cuba, la cuna de la Revolución.

Sería el domingo 26 de julio de 1953. La hora cero había llegado. 


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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