//

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Máximo Gómez, el mejor soldado de América

Desapareció físicamente el 17 de junio de 1905, hace 115 años, para elevarse entre los inmortales de la patria cubana...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 17/06/2020
4 comentarios
Máximo Gómez-Aniversario-muerte
Generalísimo Máximo Gómez Báez, dominicano de nacimiento y cubano de corazón.

José Martí, en hermosa semblanza que tituló El general Gómez, publicada en el periódico Patria, el 26 de agosto de 1893, afirmaba del amigo: “Palabra vana no hay en lo que él dice (…) la palabra centellea como el acero arrebatado de un golpe a la vaina. En colores, ama lo azul. De la vida, cree en lo maravilloso. (…) Y como en la sala de baile, colgado el techo de rosas y la sala henchida de señoriles parejas, se acogiese con su amigo caminante a la ventana a que se apiñaba el gentío descalzo, volvió el General los ojos, a una voz de cariño de su amigo, y dijo, con voz que no olvidarán los pobres de este mundo: “Para estos trabajo yo”.”

Así fue la vida del Generalísimo Máximo Gómez Báez, dominicano de nacimiento y cubano de corazón, quien falleciera a los 68 años de edad el 17 de junio de 1905, dejando un legado de entrega sin límites a la libertad de Cuba y dispuesta siempre su espada a la independencia de los pueblos de la Patria Grande.

A los cubanos, el banilejo glorioso, les enseñó a utilizar el machete como arma de combate. Fue el 4 de noviembre de 1868, en Ventas de Pino de Baire, y a partir de entonces no hubo batalla en el campo insurrecto en que no fuera empleado, para terror de los españoles.

Arsenio Martínez Campos, Capitán General de la Isla de Cuba, en merecido elogio, lo calificó como el primer guerrillero de América. Mientras el intelectual dominicano Juan Bosh lo consideró el Napoleón del Caribe.

El Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo, el más grande los militares cubanos, siempre se sintió su discípulo y acató todas las órdenes del exigente jefe, quien gustaba ser el primero en lanzarse al combate, protegido por una suerte extraordinaria, pues solo fue herido en dos ocasiones en sus más de 235 combates, para finalmente, morir en su propia cama, víctima de la septicemia.

La Invasión fue su obra maestra, y el llamado Lazo de la Invasión una estrategia genial que engañó al alto mando español, quien dispuso a más de 30 generales y sus mejores tropas para impedirle el paso hacia el Occidente de la Isla.

En el Potrero de Lázaro López, el Viejo, como le decían, entre cariño y respeto, había arengado así a sus tropas: “El día que no haya combate, será un día perdido o mal empleado. El triunfo solo puede obtenerse con el derramamiento de mucha sangre. ¡Soldados! Llegaremos hasta los últimos confines de Occidente, hasta donde no hay tierra española: ¡allá se dará el Ayacucho cubano!”.

Luego, en la campaña de la Reforma, en 1897, enfrentaría a miles de soldados españoles, con unos pocos cientos de patriotas cubanos, teniendo a los meses de junio, julio y agosto como sus mejores generales.

Nunca peleó por odio, como aún en los días de hoy se le quiere calumniar, y respetó al enemigo, tanto en el campo de batalla, como en la vida civil. Igualmente tuvo la sagacidad de interpretar los verdaderos designios de Estados Unidos con su intervención en Cuba.

Suyas son estas palabras premonitorias: “Yo soñaba con la Paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla (…) Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de los vencidos.

“La situación pues, que se le ha creado a este Pueblo, de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía”.

Tampoco aspiró a cargo alguno, pudiendo por su prestigio alcanzar hasta la presidencia de la República, pero su pudor de sentirse extranjero en la tierra donde nacieran sus hijos y creara una bella familia, unido a su falta de ambiciones personales, siempre se lo impidieron.

Fue el único de los grandes que sobrevivió a la guerra, pues lamentablemente en ella cayeron Martí y Maceo, sus émulos, y sufrió con amargura la decepción de no ver verdaderamente libre a la patria de adopción.

En mayo de 1905 viajó con su familia a Santiago de Cuba, entre otras cosas, para apoyar con su inmenso prestigio la candidatura presidencial del general Bartolomé Masó e impedir con ello, la reelección de Tomás Estada Palma. Allí recibió tantas muestras de cariño y apretó tantas manos cubanas que se le enconó una pequeña herida que días antes se había dado en su mano derecha, que a la postre le ocasionaría la infección generalizada que lo llevaría a la tumba.

Con fiebre alta, regresó en tren a La Habana, a la residencia de 5ta y D, en el Vedado. Su estado de salud empeoró rápidamente. En la mañana del 17 de junio se despidió de sus hijos y esposa. A las seis en punto de la tarde, su médico de cabecera, da la noticia, no por esperada menos dolorosa. Dice: “Señores, el General ha muerto”.

Fue enterrado con honores propios de un presidente. Cuba entera estuvo de luto. Las banderas de Cuba y República Dominicana cubrieron el ataúd. Fueron tres días de duelo.

Un testigo, el dominicano Pedro Henríquez Ureña, describió así esas jornadas de dolor: “Estaba prohibido hacer música y no se oía vibrar un piano ni sonar uno de los muchos fonógrafos de La Habana. Cada media hora, durante tres días, disparaba el cañón de la fortaleza de La Cabaña; y cada hora tañían las campanas de los templos. Cerrados los teatros, las oficinas, los establecimientos, ofrecían las calles llenas de colgaduras negras y banderas enlutadas, un aspecto extraño con las multitudes que discurrían convergiendo hacia el Palacio”.

No hubo despedida de duelo. Ciento catorce años después, el 17 de junio de 2019, Eusebio Leal, ante la tumba gloriosa en el cementerio de Colón, y con la presencia del general de Ejército Raúl Castro y del presidente Miguel Díaz-Canel, hizo el panegírico que se le debía al Generalísimo:

“En un día plomizo nos reunimos ante este túmulo, sencillo monumento que no lleva inscripción alguna, solo el perfil de un hombre, al que todas las generaciones de cubanos ayer, hoy y siempre debieron y deberán conocer.

“General, ante tu tumba depositamos hoy la gloria de tu pueblo, húmeda de la lluvia de anoche y de las lágrimas que acompañan tu partida; pero siempre vivirás eternamente en nuestro corazón”.

Parafraseando a José Martí en su semblanza dedicada a Céspedes y Agramonte “¡Esos son, Cuba, tus verdaderos hijos!”


Compartir

Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy

Se han publicado 4 comentarios


juan Enrique Hernandez Caballero
 1/7/20 15:05

Escritos asi deberian estar al alcace de los estudiantes de todos los niveles. Motivador  y siempre usando referencias bibliograficas que permiten profundizar mas en el tema. Gracias por hacernos llegar la historia desde la verdad.

yo soy
 24/6/20 16:07

HONOR A QUIEN HONOR MERECE MAXIMO GOMEZ SIN DUDA EL GRANO DE MAIZ DE LA GLORIA ANUNCIADA EJEMPLO DE INTERNACIONALISMO,VALOR Y CABALLEROCIDAD , GENUINO REPRESENTANTE DE LA VOLUNTAD SOBERANA DE SER LIBRES E INDEPENDIENTES ,GRAN ESTRATEGA LEALTAD SIN LIMITE A LA CAUSA MANBISA LA CAUSA DE LOS POBRES DIGNOS DE AMERCA COMO DIJO OTRO GRANDE NO VALE LA PENA ENBORRONAR CUARTILLAS TU SANGRE GENEROZA HA ESCRITO CON GLORIA LA HISTORIA DE CUBA .GLORIA ETERNA SOLDADO Y AMIGO

RRD
 17/6/20 22:23

No alcanzarán las páginas de ningún sitio web de este país para hablar de la grandeza del Generalísimo Máximo Gómez Báez.... Gloria eterna!!!!

Narciso
 23/6/20 10:20

Tiene usted la razón. Las palabras siempre serían pocas para recoger las grandezas de ese gran patriota, con el cual, siempre estaremos en deuda de gratitud.

48

Deja tu comentario

Condición de protección de datos