A finales del mes de diciembre de 1958, Fulgencio Batista sabía que sus horas estaban contadas, pero se aferraba al poder en espera de un milagro, que, por suerte, nunca sucedería.
La embajada norteamericana —su aliado incondicional en sus siete años de terror— le había dado la espalda y buscaba de manera desesperada una solución política que impidiera la llegada al poder de los barbudos, dirigidos por Fidel.
Earl Smith, el embajador yanqui en La Habana, negociaba, o al menos intentaba, una salida pacífica a la crisis. De nuevo, la esperanza estaba puesta en la famosa Mediación del año 33, que si bien no impidió el derrocamiento de Machado, al menos sí logró que las fuerzas revolucionarias no llegaran al poder.
Dentro del propio Ejército se conspiraba casi a la luz del día. El general Eulogio Cantillo, jefe de operaciones en el oriente de Cuba, se reunía con Fidel el 28 de diciembre en el antiguo central Oriente, cerca de Palma Soriano, y se comprometía de manera sibilina y mentirosa a cumplir los dictados del líder revolucionario: impedir que Batista abandonara Cuba para ser juzgado por sus crímenes, no tener contacto alguno con la embajada norteamericana y oponerse a cualquier intento de golpe de Estado. Nada cumpliría.
Tres días antes, el 26 de diciembre, había huido hacia República Dominicana el general Alberto del Río Chaviano, el carnicero del Moncada, quien de manera cobarde abandonó su cargo de jefe del Regimiento Leoncio Vidal, en Santa Clara, tercera fortaleza militar de la dictadura, ante el inminente asedio a la antigua capital de Las Villas por la Columna Invasora 8 Ciro Redondo, que lideraba el Che Guevara.
Entrevista de Fidel y el general del Ejército de la dictadura Eulogio Cantillo, en las ruinas del central Oriente. (Tomada de fidelcastro.cu)
El 28 de diciembre, tras una ofensiva relámpago que le había permitido atacar y tomar Fomento, Guayos, Cabaiguán y Placetas, el Che iniciaba con no más de 300 rebeldes la famosa Batalla de Santa Clara, nudo de comunicaciones de la Isla y protegida por más de 10 000 soldados.
El comandante rebelde, nacido en Argentina, consideraba que los combates durarían no menos de un mes, pero, apenas cinco días después, la ciudad se rendía a sus pies, con el apoyo indiscutible de la población, que fue un combatiente más, y muy valioso.
En tanto, en el norte villareño, Camilo Cienfuegos, el Señor de la Vanguardia, con sus hombres de la Columna Invasora 2 Antonio Maceo atacaba con furia el cuartel de Yaguajay.
Descarrilamiento, toma y acción contra el Tren Blindado. (Tomada de Radio Rebelde).
La Isla estaba partida en dos, y ni el famoso Tren Blindado había podido hacer nada, pues la audacia rebelde lo había descarrilado el día 29 en Santa Clara, y rendida su dotación de más de 400 soldados y un voluminoso armamento.
En Oriente, Fidel y las columnas guerrilleras bajo su mando se alistaban para atacar Santiago de Cuba, cuyo cerco iba haciéndose cada día más estrecho. El 30 de diciembre se rindió el poblado de Maffo, luego de intensos combates.
El Comandante en Jefe informa que en 25 días las fuerzas rebeldes han liberado los pueblos de Jiguaní, Baire, Contramaestre, Maffo, Palma Soriano y El Cobre. Anuncia también que la batalla de Santiago comenzaría de un momento a otro y que 5 000 soldados enemigos defienden la capital oriental. En Santiago de Cuba, afirma, se librará una batalla decisiva.
El 31, último día del año 1958, se recibe bajo las balas en Oriente y Las Villas. Mientras, en La Habana, Batista se preparaba para abandonar Cuba y dejar el poder en manos espurias.
A la 1:00 de la madrugada del 1ro. de enero de 1959 el dictador informa su renuncia en melodramático discurso. Apenas una hora después, el sátrapa de Kukine, sus familiares y allegados parten hacia Santo Domingo, en tres aviones DC-4 de la Fuerza Aérea. Se cuenta que fue tan precipitada la huida, que el asesino de Esteban Ventura aseguró su asiento en el último avión, y a punta de pistola.
Pero esta vez los mambises sí entrarían en Santiago de Cuba, pues la conjura fue desbaratada con el llamamiento de Fidel desde Palma Soriano, donde le orienta a sus comandantes continuar la lucha sin tregua contra el enemigo y convoca al pueblo a la Huelga General Revolucionaria.
“La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria. ¡Revolución, sí; golpe militar, no!”.
Rendidos Yaguajay y Santa Clara, Fidel les ordena a sus comandantes victoriosos marchar hacia La Habana: Camilo a ocupar Columbia, la principal fortaleza militar del país, y el Che, hacia La Cabaña.
Santiago de Cuba también claudica, sin necesidad de combatir. Los planes enemigos fueron desbaratados y fracasa la conjura militar y diplomática orquestada desde la embajada yanqui.
Tras seis años, seis meses y seis días de los sucesos del Moncada del 26 de julio de 1953, la tiranía que llenó de luto y horror al pueblo cubano cae descabezada ante el empuje popular y la aplicación de una nueva estrategia revolucionaria, conducida de manera genial por Fidel.
El Programa del Moncada, expuesto en La Historia me Absolverá, comenzaría a hacerse realidad. De entonces acá han pasado 61 eneros de victorias, y a pesar de todos los obstáculos y dificultades, seguimos adelante.
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