El golpe de estado de Batista arrancó de cuajo los caminos de la Constitución. Unos se plegaron al golpe. Otros alzaron la airada protesta; otros, los más locos de justicia, tomaron el camino de la lucha armada: fueron los que quisieron honrar a Martí de una manera digna. Se cumplían cien años de su natalicio y la República era la negación de un sueño.
Tomar las armas, ejercer el derecho a la violencia revolucionaria, los disparos de la muerte por la vida, llevan a los hombres al límite de lo humano. Este es el drama de los hombres del Moncada, los que pugnan en los bandos del valor o el miedo: del heroísmo o el crimen.
Los jóvenes que asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, asumieron el sacrificio como el camino para alcanzar la felicidad colectiva. Estaban dispuestos a dar la vida por los otros. Por eso cuando cantan el himno glorioso en la Granjita Siboney, saben que enfrentan la hora crucial de morir o vencer por las ideas.
Algunos visten con zapatos de dos tonos que no juegan bien con el uniforme. Otros, con el uniforme más allá de su talla: todos desesperados por partir aquel domingo de la Santa Ana, hacia un lugar que verían por primera vez. Solo Renato Guitar, era santiaguero. ¿Recordarían a esa hora que era domingo?
¿Todos listos para partir porque, ya estamos en combate? No, a última hora, un grupo de jóvenes dicen en la Granjita, que ellos no irían a la acción, a pesar de haber aceptado el camino de las armas. A esa hora, qué hacer ¿fusilarlos o dejarlos regresar a casa? Muy poco se habla en esta historia de esa escena. Debió ser tensa. Y finalmente se dejan marchar pero al final de la caravana. ¿Qué fue de aquellos hombres? Haydee Santamaría, en una entrevista realizada muchos años después, sobre aquel hecho, nos dice que no sabe, que tal vez algunos de ellos se incorporaron a la revolución o pelearon en Girón….
Allá en el cuartel, en el fragor del combate, responde desde un punto del cuartel una ametralladora que no se calla, un militar de honor dispara sobre los asaltantes. Su nombre es Braulio Coroneaux ; este sargento se niega a participar en los crímenes cometidos contra los asaltantes , es llevado a prisión. Luego es el hombre que pelea junto a Fidel, y que cae heroicamente en la batalla de Guisa el 27 de noviembre de 1958.
Frente al hospital Saturnino, hay un militar herido. Hay dos médicos, y en medio de la balacera, uno se niega a prestarle asistencia al herido; el otro, vence el miedo y va bajo las balas a prestarle ayuda. Luego, a la hora del juicio contra los Moncadistas, los acusan de no permitir ayudar al herido. ¡Y eso lo asegura el médico que fue a prestar auxilio al militar herido!
El otro médico, el que tuvo miedo a las balas, en el juicio, dice la verdad y asegura que el herido no fue abandonado. ¿Cuál de los dos es el bueno, el que no tuvo miedo a las balas y en el juicio dijo mentira, o el que tuvo miedo a las balas y en el juicio dijo la verdad? Otra vez la respuesta de Haydee es reveladora¨: ¡El bueno es el que se quede con la Revolución!
El primero de agosto de 1953, cae prisionero Fidel con un grupo reducido de compañeros que buscaban las montañas. Hay una discusión entre militares y detenidos sobre quiénes eran los verdaderos herederos de los mambises. La discusión sube de tono, entonces se preparan las armas listas para el disparo, y un militar de honor, el teniente Sarría, no permite el asesinato y lanza la frase que atraviesa como un rayo el espacio de la escena: ¡Las ideas no se matan!
Sarria, no lleva a Fidel hasta el cuartel Moncada, donde se ensaya una carnicería de ojos sacados, testículos extirpados, rostros desfigurados a golpes, o presos como José Luis Tassende, en una foto se le ve herido y luego figura como muerto en combate, o Raúl Gómez García, el poeta de la Generación del Centenario, el que escribe a su madre aquella línea furtiva….¨caí preso, tu hijo¨ Para luego aparecer en la lista de muertos en combate y el rostro con la boca rota por el salvaje culatazo.
Sarría, lleva a Fidel al Vivac de Santiago de Cuba, y allí era más difícil asesinarlo. Ríos Chaviano, le espeta la frase: ¡Qué has hecho Negro! Y luego en la cárcel del Boniato, los presos comunes le avisan a Fidel que la comida está envenenada. Y las manos de una mujer le preparan la comida a escondidas.
¿Y el fotógrafo que a riesgo de su vida sacó las fotografías que hablaban de tantos hombres vivos o heridos, y que luego aparecieron con disparos en la espalda desparramados por los alrededores del cuartel? ¿Y Las familias anónimas que escondieron en sus casas a los asaltantes para impedir el crimen?
Es que la lucha está llena de nombres y conductas que nos dejan, más allá de la efeméride, el drama de la historia. Acercarnos al hecho del Moncada, es comprender los matices de un gesto memorable, del miedo, o el valor de nuestros semejantes.
Y todo sucede de este modo, porque la historia no es la pintura inmóvil del pasado sino subjetividad profunda donde el sacrificio o la grandeza, toman cuerpo en el heroísmo, el temblor, o la sangre de los hombres.
Men
18/7/23 14:05
Todo bien
Julio César Sanchez
16/7/23 0:26
Gracias Lázara. La historia es drama humano con toda la plenitud de matices. Si leemos la página del diario de campaña de José Martí, encontramos el 4 de mayo el fusilamiento a Masabó. El hombre robó y violó pero Martí no lo despoja de su valor en los combates y nos pinta en breve página, las historias que laten detrás de la historia. Mis respetos y saludos.
Lázara Bacallao González
14/7/23 11:00
Ud me ha transportado con el tiempo, he estado en la granjita Siboney en ese momento de dudas, junto al doctor que dudó y el que resolvió salvar para después mentir. Detràs del lente anónimo o la puerta que se abrió amiga a los combatientes. La mujer que cocinó para Fidel. Es esa la verdadera Revolución, la de los matices! GRACIAS!
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