//

viernes, 27 de diciembre de 2024

Gómez, el dominicano glorioso

Fue considerado el mejor estratega militar de la segunda mitad del siglo XIX, maestro de la guerra enseñó a pelear a los cubanos. Hoy, su ejemplo nos guía a 117 años de su muerte…

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 17/06/2022
0 comentarios
Máximo Gómez
Máximo Gómez fue quien enseñó a los cubanos a usar el machete como arma de combate. (Tomada de Granma)

SIN EDITAR

El 17 de junio de 1905 fallecía a los 69 años el Generalísimo Máximo Gómez Báez, el Napoleón Americano como fuera bautizado; el Primer Guerrillero de América, como lo definiera el militar español Arsenio Martínez Campos; el recto y severo Chino Viejo para los cubanos. Daba su último suspiro, el banilejo glorioso, quien nacido en Baní, Santo Domingo, el 18 de noviembre de 1836, dio a Cuba su vida entera y pasó a la posteridad convertido en uno de nuestros más insignes patriotas de todos los tiempos.

El periodista Ciro Bianchi Ross, en minuciosa crónica, recrea los minutos finales del veterano luchador, quien, tras más de 250 combates victoriosos y apenas dos heridas sufridas en tan azarosas contiendas, moría en su propia cama en la Quinta de los Molinos, en La Habana:

«A las seis en punto de la tarde, el doctor Pareda da la noticia, no por esperada menos dolorosa. Dice: "Señores, el General ha muerto". El cadáver fue medido y los escultores Fernando Adelantado y Miguel Meleros hicieron sendas mascarillas mortuorias. Se embalsamó el cuerpo y se colocó en la sala principal de la casa. A las 11:30 de la noche el Senado, en sesión extraordinaria, declaraba luto nacional los días 18, 19 y 20 de junio»

El propio presidente de la República, Tomás Estada Palma, leyó una Proclama para el país: «El mayor general Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador, ha muerto. No hay un solo corazón en Cuba que no se sienta herido por tan rudo golpe; la pérdida es irreparable. Toda la nación está de duelo, y estando todos identificados con el mismo sentimiento de pesar profundo, el Gobierno no necesita estimularlo para que sea universal, de un extremo a otro de la Isla, el espontáneo testimonio, público y privado, de intenso dolor».

De esos sucesos luctuosos han pasado 117 años, y la figura del Generalísimo se agiganta en el tiempo, aunque necesitado de una mayor divulgación y estudio de su vida y legado patriótico, sin duda, entre los más preciados tesoros de la Nación Cubana.

Fue Máximo Gómez quien enseñó a los cubanos a usar el machete como arma de combate. Sucedió en Ventas de Pino de Baire, el 4 de noviembre de 1868, a menos de un mes del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio Demajagua.

Enrique Collazo en su historia de la Guerra de los Diez Años, describe el suceso de esta manera: «Gómez se lanzó al camino el primero gritando: ¡Al machete! e introduciendo el pánico y la confusión en la columna que se retira en el mayor desorden. Desde ese día conocieron los cubanos cuál sería su arma típica, su mejor defensa… ¡Loor a Gómez, que fue nuestro maestro!»

Gómez también fue el maestro de Antonio Maceo, a quien siempre consideró su mejor discípulo, y de Calixto García, otro de nuestros geniales jefes militares mambises.

No aceptando el Pacto del Zanjón pidió entrevistarse con el Capitán General de la Isla Arsenio Martínez Campos, quien trató de agradar, más bien sobornar, al jefe insurrecto ofreciéndole dinero y facilidades para su salida de Cuba. La respuesta del valiente patriota estuvo a la altura de sus convicciones y su integridad como persona y militar de honor.

El propio Gómez, con ese lenguaje sobrio que le caracterizó, describió ese suceso de su vida: «Pida usted por esa boca, porque excepto la mitra del Arzobispo todo se lo puedo dar» No acepté su oferta y Campos continuó: “Yo le puedo prestar la cantidad que necesite y luego me la pagará usted cuando quera y pueda”

«Me puse de pie entonces para decirle: “General, no cambio yo por dinero estos andrajos que constituyen mi riqueza y son mi orgullo; soy un caído, pero sé respetar el puesto que ocupé en esta Revolución (…)»

Vendría el destierro. Los intentos de insurreccionar a Cuba en la década de los años 80 en el fallido Plan Gómez-Maceo, su encontronazo con José Martí por los modos de hacer la guerra y luego su reconciliación con el fundador del Partido Revolucionario Cubano quien le ofreciera el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador a cambio, quizás de la ingratitud probable de los hombres, aceptado por  Máximo Gómez sin ponerle condiciones.

El 11 de abril de 1895 desembarcó con Martí por Playitas de Cajobabo y sufrió el pesar de Dos Ríos, cuando murió en combate el Apóstol, a quien llamó el alma del levantamiento.

Con Maceo llevó la guerra hasta Occidente en la famosa Invasión. Así arengó a sus soldados en el Potrero de Lázaro López: «El enemigo es fuerte y tenaz (…) El triunfo sólo puede alcanzarse derramando mucha sangre (…) ¡Soldados!, llegaremos hasta los últimos confines de Occidente, hasta donde hay tierra española».

Previó el peligro que representaba la intervención yanqui en nuestra lucha contra España, la cual, en 1898 estaba prácticamente ganada y todo era cuestión de tiempo.

En carta inédita al brigadier José Braulio Alemán, sub-inspector general del Ejército Libertador, fechada el 26 de abril de 1897, le comunica: «Que anda por ahí un comisionado oficial del Presidente de la Unión Americana, para saber bien el estado de ambos gallos y como está la valla».

Mucho más conocida resulta su proclama desde el central Narcisa, en Yaguajay, el 29 de diciembre de 1898: «Los americanos están cobrando demasiado caro con la ocupación militar el País, su espontánea (sic) intervención en la guerra que con España hemos sostenido por la Libertad y la Independencia. Nadie se explica la ocupación. (…) (…) La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos no revela a mi juicio más que un gran negocio (…)».

Sufriría Gómez esa ingratitud de los hombres, pronosticada por José Martí, cuando fue destituido de su cargo de General en Jefe por los representantes en la Asamblea del Cerro, sin que perdiera ni un ápice de su ascendencia y prestigio entre el mambisado y el pueblo cubano.

Con el advenimiento de la República el 20 de mayo de 1902 prefirió no ocupar cargo público alguno y se mantuvo al margen de la politiquería de esos años. Según sus propias palabras para explicar semejante conducta: «Prefiero liberar los hombres a tener que gobernarlos»

La muerte del viejo caudillo militar conmocionó al país. Su entierro fue seguido por una multitud de cubanos hasta la necrópolis de Colón. El propio Ciro Bianchi en la crónica antes mencionada afirma que no hubo despedida de duelo.  

 


Compartir

Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


Deja tu comentario

Condición de protección de datos