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domingo, 22 de diciembre de 2024

El fascismo de ahora: un mundo inviable (I)

Todavía la izquierda latinoamericana tradicional no logra desprenderse de las prótesis ideológicas suministradas por el occidente desarrollado y suele asumir el fascismo como una referencia histórica.

Jorge Gómez Barata en Exclusivo 03/07/2010
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El fascismo no es una ideología sino una degeneración ideológica, sostenida no por una clase social sino mediante alianzas entre fuerzas que operan en los márgenes del sistema y que, lejos de ser portadoras de propuestas democráticas, aspiran a instalar su dictadura. El fascismo es tan refractario y hostil al marxismo como al liberalismo, incluso al cristianismo. El fascismo es sólo eso.

Sostener que Bolivia es "un país inviable" califica como el exabrupto más reaccionario del pensamiento político latinoamericano. Un absurdo históricamente insostenible porque alude a exitosas civilizaciones precolombinas, una expresión de la incapacidad de los operadores del sistema político para encontrar modelos de desarrollo que den respuesta a las realidades presentes.

Semejante bazofia, formada por una mezcla de geopolítica fascista con sociología al estilo nazi y oportunismo de la peor factura, propone que la indiada, es decir los pueblos originarios, no tienen derecho a existir ni a convivir con la civilización y deben ser excluidos.

Esas ideas que, desde hace algunos años circulan en Sudamérica, si bien son repudiadas, también son acogidas en calidad de respetables experticias por diarios y revistas que, además de a Bolivia, incluyen a Perú y Guatemala, países con fuerte presencia indígena a los que consideran: "Espacios geográficos…en los que se han formado conglomerados localistas, recelosos y resistentes a la integración con las culturas occidental…"El postulado admite que se trata de países y de repúblicas, "aunque no de naciones".

"... ¿Qué opción de desarrollo tienen los 10 millones de habitantes de los Andes sobre los 3,500 metros de altitud? Se pregunta uno de los ponentes de semejantes tesis Él mismo responde: "Muy pocas. En la Era Postindustrial o del Conocimiento, la razón, el juicio crítico, el debate y la proclividad al cambio no son precisamente atributos de los cuales se hayan nutrido los pueblos originarios, educados para obedecer, no para pensar..."

Hay todavía mentalidades más retrógradas que por razones más o menos parecidas y por la fatalista creencia de que las deformaciones estructurales gestadas en más de 500 años de ocupación y saqueo se han enquistado de tal modo que resultan inamovibles, hacen extensivo semejante criterio a más de 100 países subdesarrollados. Según este punto de vista, la aspiración al desarrollo es una esquiva e inalcanzable quimera.

En una repugnante analogía, hay autores que se refieren a estos países como entidades que saltaron edades, comparándolas con la inexistente e imposible condición de seres humanos que hubieran pasado de la niñez a la decrepitud, para los cuales no existen opciones. Semejante punto de vista no escatima los meritos de las culturas originales de América y África, aunque asume que el azar les hizo perder sus oportunidades. En la historia natural, a una especie sin capacidad de evolucionar y adaptarse, le espera únicamente la muerte. Así de sencillo.

Esta lógica se afirma en el hecho de que en 500 años ningún país de Iberoamérica, ni siquiera los súper dotados como Brasil, México y Argentina lograron salir del subdesarrollo y que tampoco lo lograron India y China. En cualquier caso se estima que estas naciones jamás podrán alcanzar los niveles de consumo logrados por los países desarrollados.

Según se afirma, los países tercermundistas, incapaces de detener el crecimiento de la población, al intentar avanzar hacia la intensidad tecnológica, tampoco pueden generar empleos en cantidades suficientes. La opción de que con altos niveles de productividad, una parte de la sociedad produzca bienes materiales para el resto, les parece impracticable porque se trata de unos 5000 millones de personas.

Lo que estos "pensadores" y los políticos reaccionarios que asumen como validas sus degeneradas elucubraciones, no pueden evitar es que, a pesar de la ignorancia y la exclusión, la pobreza y la marginación, como por ósmosis, esos pueblos absorban elementos de la cultura, se desarrollen políticamente, destaquen a sus lideres y se rebelen, volviéndose ingobernables, tal como ocurre en la Bolivia preterida.

El peligro, de un racismo inverso, idea echada a rodar por los mismos que sostienen tales preceptos y la advertencia de que los pueblos originarios traman una venganza étnica que consumarían cuando tomaran el poder y en Africa y América Latina reconstruyeran los imperios precolombinos, forman parte del mismo paquete ideológico y, más que infantil, es criminal.

Todavía la izquierda latinoamericana tradicional que no logra desprenderse de las prótesis ideológicas suministradas por el occidente desarrollado, no ha adquirido conciencia del alcance del desafío y suele asumir el fascismo como una referencia histórica relacionada con Hitler, los judíos y el holocausto, exactamente como algo que les ocurrió a otros hace mucho tiempo y que por demencial, jamás volverá a ocurrir. Estamos advertidos.


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Jorge Gómez Barata

Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU. y especializado en temas de política internacional.


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