La COVID-19 nos ha dejado muchas lecciones, una de ellas es que no hay distinciones entre ricos o pobres, y nadie está inmune por el color de su piel, clase social, orientación sexual o procedencia geográfica. Nos ha colocado a todos los seres humanos a la misma altura, nos ha retado a ser personas mejores y, en medio de esta situación que pudiera parecer desesperanzadora, nos ha mostrado la manera de marcar la diferencia. Y la cuestión no está en el monto de la cuenta bancaria, sino en la solidaridad, esa que radica en la capacidad de identificarnos con el dolor ajeno y pensar en qué medida se pueden mitigar las pérdidas.
Mientras el mundo se estremece con la indolencia de algunos gobiernos, Cuba, sin muchos recursos materiales y constantemente hostigada, ha demostrado la importancia de haber luchado durante estos años por un sistema de salud gratuito y accesible, y por haber seguido el único camino que da esperanza a los pobres: el socialismo. Por eso, hoy se recuerdan más que nunca las palabras de Fidel en la Proclamación del Carácter Socialista de la Revolución, efectuado en el polígono de la escuela de artillería de las FAR Comandante Camilo Cienfuegos, el 16 de abril de1961: “…esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”.
En aquella ocasión se lloraban las víctimas de los bombardeos de los días anteriores, aviones camuflados de las fuerzas armadas de Estados Unidos atacaron las bases áreas en Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba. Asesinaron a siete cubanos e hirieron a más de 50. Fidel habló en medio de un silencio electrizante y con aprobación unánime se definió el camino de Cuba. Explicó que aquellos hechos serían el preludio de una inminente invasión, como ya sabemos, la de Playa Girón, esa que fue mitigada en menos de 72 horas, la primera derrota del imperialismo en América.
LA SOLIDARIDAD DE CUBA
En esta época de pandemia resulta doloroso escuchar sobre países donde priman los intereses económicos por encima de las vidas humanas, donde se habla de la inaccesibilidad a los servicios de salud, porque no se pueden solventar los gastos; del abarrotamiento de los hospitales públicos; de las clínicas privadas prácticamente vacías; de cómo los cementerios han hecho un negocio con la pandemia. Los piratas se vuelven ángeles ante los intereses mezquinos de escamotear cargamentos de insumos y medicinas, la compra de armas para defenderse hombres contra hombres, el comienzo de guerras, la desesperación y el pánico.
Por otro lado, una verdad se reafirma por estos días. Algunos países brindan con sinceridad su ayuda a los que le abran sus puertas, en un acto que solo es incomprensible para las personas de mala fe.
En Cuba se ha trabajado durante más de 60 años para eso y así se ha planteado en la nueva Constitución de la República, con sus hombres y mujeres en el centro de las prioridades de la sociedad. El sistema de salud cubano se ha preparado para dar cobertura a toda la población con la existencia de nueve médicos por cada mil habitantes y cuenta con el Contingente Internacional Henry Reeve, cuyo objetivo es cooperar de inmediato, con un personal especialmente entrenado, en cualquier país que sufra una catástrofe o epidemia.
Ya suman 20 brigadas cubanas (425 médicos, 722 enfermeros y 50 técnicos) que se baten por la vida de quienes sufren de la covid-19. El Contingente Henry Reeve cuenta con profesionales que se han formado bajo los más altos valores de solidaridad y humanismo. Lo que para otros pudiera parecer un milagro Cuba lo tiene como realidad: pronto graduará a 9 000 más, cuenta con 84 000 enfermeros, y cursan estudios 34 000 alumnos de enfermería y tecnología de la salud.
LAS MANCHAS Y LA LUZ
En estos últimos meses se ha hablado mucho de Cuba. Unos buscan el más mínimo detalle para obstaculizar y desacreditar el valeroso trabajo que está haciendo el personal de la salud de la nación antillana. Han hecho comparaciones absurdas y han asumido actitudes piratas. Otros elogian la estructura y organización de un país que puede llegar a cada uno de sus habitantes, que inspira la solidaridad, que extiende sus manos para dar. Ante esta realidad, se han esfumado los sueños de los primeros de ver debilitada a la Revolución y esperar la entrada del capitalismo de la mano de esta cruel pandemia.
En el Aniversario 15 de la victoria de Playa Girón y la proclamación del carácter socialista de la Revolución, Fidel lo especificó claramente: “La experiencia demuestra, sin embargo, que pese a estos fabulosos medios puestos al servicio de la reacción, la subversión y el crimen, el imperialismo no puede detener la marcha victoriosa de los pueblos. Girón, Vietnam, Laos, Cambodia, Guinea-Bissau, Mozambique, Angola y otros ejemplos similares, son pruebas irrebatibles de esta verdad”.
Es triste hablar hoy de las carencias del imperio, esas que hacen que nos les alcancen los respiradores y las camas. Es triste, recalco; no puede dar alegría ver la derrota de su sistema y el precio que se está pagando. Por el contrario, la idea es que una nueva estrategia se levante, que frente la pandemia se alce la unidad.
Recientemente, la primera ministra de Barbados, Mia Amor Mottley, al frente de la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom), ha convocado a un encuentro de emergencia entre los países miembros por videoconferencia. El objetivo radica en adoptar decisiones comunes para contrarrestar la COVID-19. Acciones como estas debían multiplicarse. Cuba ha respondido y lo ha hecho enviando brigadas médicas al Caribe.
“…nosotros escogimos el socialismo porque es un sistema justo, un sistema mucho más humano, un sistema de verdadera igualdad…”, dijo Fidel en las conclusiones de la Asamblea Provincial del Partido de La Habana, en la Escuela Interarmas General Antonio Maceo, en Ceiba del Agua, el 3 de febrero de 1991. No ha pasado mucho tiempo de esas palabras y siguen teniendo plena vigencia, porque “el socialismo es y será la esperanza, la única esperanza, el único camino de los pueblos, de los oprimidos, de los explotados, de los saqueados…”.
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