El 5 de marzo de 1960 Fidel Castro inmortalizaba el grito de ¡Patria o Muerte!, y la proclama no podía ser menos vigorosa porque ese día cientos de familias lloraban la perdida de algún ser querido, a causa de la explosión del vapor La Coubre.
El día anterior, en horas de la mañana atracó en el Puerto de la Habana el barco francés La Coubre, que dentro de sus bodegas traía 31 toneladas de granadas y 44 toneladas de municiones, armamento que era imprescindible para la defensa de la Revolución cubana.
Los estibadores que desmontaban la carga tenían vasta experiencia, incluso en ocasiones anteriores habían trabajado con este tipo de material explosivo.
Pero no fue un día normal en La Habana, alrededor de las tres de la tarde una explosión estremeció la capital.
“Como una especie de premonición, nos imaginamos que algo grave había ocurrido; que aquella explosión, cualquiera que fuese el sitio donde había ocurrido, tenía que haber producido consecuencias desastrosas, y que muchas víctimas tendría que haber ocasionado”, contaba Fidel el 5 de marzo de 1960.
Tristemente las consecuencias de aquella explosión fueron devastadoras; muertos, heridos y el barco casi destrozado. Ante esta situación, inmediatamente soldados, rebeldes, miembros de la Policía Nacional Revolucionaria, bomberos, obreros portuarios y el pueblo en general acudieron a prestar ayuda, sin saber que, minutos más tarde, ocurriría una segunda detonación.
Pocos de los que fueron a socorrer a los primeros heridos sobrevivieron.
Como resultado de estas dos explosiones perdieron la vida 101 personas, entre ellos seis marinos franceses y ocho trabajadores portuarios españoles, 400 personas resultaron lesionadas o incapacitadas de por vida y 82 niños quedaron sin padres. Y los daños materiales se contabilizaron en más de 17 millones de dólares.
La explosión en el vapor La Coubre no fue un accidente. Nuestro país ha denunciado en numerosas ocasiones que las pruebas realizadas indican que fue un sabotaje organizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).
Luego de la explosión, para demostrar que era casi imposible que esta hubiese ocurrido por la caída de una caja de granadas, oficiales del ejército cubano montaron en un avión cajones de granadas exactamente iguales a los que venían en ese barco y los lanzaron desde 400 y 600 pies. Ninguna de las granadas estalló.
Luego de una exhaustiva investigación se determinó que el sabotaje no fue preparado en Cuba, sino en el extranjero, pues la explosión ocurrió después que se habían descargado alrededor de 20 cajas, o sea, que fue al manipular algunas de las restantes cuando se activó algún mecanismo detonante.
“Esa es la conclusión a que hemos llegado, y que no parte del capricho ni del apasionamiento; parte del análisis, parte de las evidencias, parte de las pruebas, parte de las investigaciones que hemos hecho, e incluso de los experimentos que hemos hecho para sacar primero la conclusión de que era un sabotaje y no un accidente”, afirmaba Fidel durante las honras fúnebres de las víctimas.
Resulta tan oscuro lo sucedido el 4 de marzo de 1960, que aun Francia, último propietario del vapor, no desclasifica los archivos relacionados con este tema.
El dossier completo de la investigación de la armadora francesa Compagnie Générale Transatlantique (CGT) sobre el atentado del barco La Coubre, cuya responsabilidad se atribuye a la CIA, se encuentra en la caja fuerte de una fundación marítima gala, con prohibición de comunicación fijada a 150 años por los servicios jurídicos de los últimos dueños del buque.
El archivo de la CGT: “La Coubre. Explosión en La Habana, reparaciones, fotografías, artículos de prensa, lista de desaparecidos, informe al comité de dirección, condiciones de aseguramiento, correspondencia”, contiene detalles inéditos del acto terrorista. Lástima que no se pueda acceder a él hasta el año 2110.
Asimismo, el gobierno de Estados Unidos, más de medio siglo después, sigue sin entregar documentos de sus archivos secretos relacionados con La Coubre.
La existencia de tales fondos de información sobre el crimen constituye un elemento misterioso en la tela de enigmas que rodea el acto terrorista más importante del siglo XX en el continente.
En las horas posteriores, Fidel recalcaba en su discurso durante las honras fúnebres que “no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte”.
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