Tenía apenas 14 años cuando en 1957 se incorporó a las filas del entonces incipiente Ejército Rebelde, bajo las órdenes, primero del Che, y luego de Fidel.
Guajirito de la Sierra Maestra, Julio fue mensajero y soldado. Poco a poco aprendió de la lucha guerrillera y en diciembre de 1958 se le vio peleando contra los soldados de Batista en esos combates finales contra la tiranía.
El día 30 de diciembre resultó herido en el muslo derecho mientras combatía en el poblado de Maffo, en una lucha sin cuartel que había durado 20 días antes de la rendición de la soldadesca enemiga.
No obstante, siguió en las filas de la Columna 1 “José Martí” al mando del propio Fidel, y con el líder rebelde arribó a Santiago de Cuba la noche del 1ro. de enero de 1959.
De esas horas y días, Julio, pasados 63 años, recuerda las emociones sentidas, convertido ya en un octogenario combatiente, pero con la mente lúcida y el corazón latiendo fuerte al rememorar esos momentos trascendentales de la Patria.
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“El 1ro. de enero de 1959 fue uno de los días más bonitos. Por radio escuché la huida del tirano y luego bajamos a Palma Soriano, donde Fidel denunció el intento de golpe de Estado. Ya en horas de la noche entramos a Santiago de Cuba y escuchamos a nuestro Comandante en Jefe hablándole al pueblo santiaguero desde un balcón del Ayuntamiento.
”Ahí fue que se decidió crear la Caravana de la Libertad, y en la madrugada del 2 de enero de 1959 partimos hacia Bayamo. En cada lugar el recibimiento del pueblo fue grandioso y Fidel aprovechaba para hablarle de las medidas que tomaría la Revolución triunfante y nosotros, guajiritos analfabetos de la Sierra, nos quedábamos lelos escuchándolo y viendo lugares que nunca nos habíamos siquiera imaginado que existían.
Julio, a la derecha, en los días iniciales del triunfo de la Revolución (Cortesía del entrevistado)
”De Bayamo a Holguín, y de ahí a Las Tunas y luego a Camagüey. Aquello era apoteósico, difícil de contar ahora, pero la alegría popular era enorme. Todo muy emocionante.
”De Camagüey a Ciego, después a Sancti Spíritus y el 6 de enero, Día de Reyes, entramos a Santa Clara, al Parque Vidal, sin imaginar nunca que en esta ciudad haría mi vida y crearía una familia.
”Fidel fue a Cienfuegos, llegó al Distrito de la Marina y almorzó en el Covadonga. Retomamos luego la carretera Central rumbo a Colón y el 7 de enero en la tarde-noche estábamos en Matanzas.
”El 8 de enero, en la mañana, nos desviamos a la ciudad de Cárdenas para ir a la tumba de José Antonio Echeverría y rendirle tributo de recordación. Y, por fin, tras recorrer la Isla de un extremo a otro, arribamos a La Habana”.
No importa los años pasados, para Julio López Granado esos días están grabados en su mente como si el tiempo no hubiese transcurrido. Por eso vuelve a emocionarse, cuando le pido detalles de la entrada triunfal a la capital de la República:
“Veníamos cansados, yo herido en el muslo, con el vendaje embarrado de sangre y fiebre alta, pero con la contentura de un joven de 17 años, cuyo asombro no salía de un lugar a otro y alegre por el triunfo, por el que habíamos luchado tanto y derramado tanta sangre de hombres y mujeres valiosos.
”Camilo se sumó a la Caravana en el Cotorro y el pueblo salió por miles a las calles para ver pasar a Fidel y a nosotros, los barbudos rebeldes. Hizo una visita al yate Granma, al Palacio Presidencial y siguió hasta el campamento de Columbia, al cual arribamos cerca de las 9:00 de la noche.
”Fue hermoso ver esas tres palomas blancas a su alrededor y una posada en su hombro. Estuvo hablando más de una hora. De ese discurso hay dos cosas que siempre han sobresalido: el ¿Voy bien Camilo? y afirmar que en lo adelante todo sería más difícil.
”Pero, hay algo que poca gente conoce, solo los que estábamos más cercanos a él. Y fue cuando afirmó que algún día habría en Cuba una Caravana aún más grande que esa. Fidel tenía razón, como siempre, fue la del retorno de sus cenizas a Santiago de Cuba”.
Julio López Granado se considera una persona feliz: “Tuve la dicha de conocer a dos hombres excepcionales: a Fidel, de quien fui mensajero y escolta, y al Che, con quien había que contar para todo. Cumplí misiones internacionalistas en Argelia, Libia, Angola, Etiopía. Acá en Santa Clara hice una familia y nunca dejo de emocionarme por estos días cuando veo a los pioneros reeditar la Caravana de la Libertad, de la cual tuve la dicha de formar parte.
”No puedo describir con palabras las emociones de esas jornadas, pero tanto el 1ro. de enero de 1959 como el día 8, con la entrada de Fidel a La Habana, fueron para mí días inolvidables”.
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