Raúl no conocía los detalles del plan. Su hermano Fidel había mantenido la información rigurosamente compartimentada. Fue en la Granjita Siboney, horas antes de la operación, donde supo que junto a cinco compañeros debía tomar el Palacio de Justicia, a un lado del cuartel Moncada. Así escribió Nikolai S. Leonov, autor de Raúl Castro. Un hombre en Revolución.
Desde la azotea de ese edificio el pequeño grupo del que Raúl formaba parte debía apoyar a los hombres que, dirigidos por Fidel, atacarían la segunda fortaleza de Cuba. Al mismo tiempo, Abel Santamaría, al frente de una veintena de combatientes, ocuparía el hospital militar “Saturnino Lora”, colindante con la parte trasera de la guarnición. Otros revolucionarios asaltarían, simultáneamente, el cuartel de Bayamo.
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El año 1953 había sido de una febril actividad para Fidel Castro y los principales líderes del movimiento que se organizaba. Sin embargo, no contaban aún con una estrategia propia ni con las armas necesarias. En paralelo, otras organizaciones de insurgencia coexistían por entonces.
Una de ellas, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), dirigido por el profesor Rafael García Bárcena, había esbozado un plan para tomar la principal fortaleza militar del país: Columbia. Fidel explicó, años después, que existió contacto con García Bárcena y que estuvo dispuesto a sumarse, con su gente, a ese empeño. Sin embargo, él y sus compañeros declinaron debido a la falta de discreción de los promotores: el plan de García Bárcena se convirtió en un secreto a voces. “Era la acción más anunciada de la historia de Cuba”, diría años más tarde el líder de la Generación del Centenario.
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Con la Triple A, brazo armado del Partido Auténtico, también se establecieron contactos que resultaron infructuosos. Querían los nombres y direcciones de los reclutados por Fidel para que, llegado el momento, se les sumaran. Ernesto Tizol, asaltante al Moncada, contó que Fidel respondió que no, que “los hombres organizados en nuestro movimiento los dirigíamos nosotros. Que lo que ellos tenían que hacer era darnos las armas para nuestros hombres y situarnos la posición más peligrosa para el combate”.
Ante la falta de perspectiva de obtener armas colaborando con otro movimiento, cuya estrategia de lucha fuera coherente, para marzo de 1953, Fidel decidió desarrollar planes propios que condujeran a una insurrección armada popular.
Preparativos para el Asalto al Moncada (Temis Tassende/Verde Olivo)
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Ya conocen ustedes el objetivo del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir den un paso al frente. La consigna es no matar, si no por última necesidad.
Fidel Castro (Granjita Siboney, 1953)
En la madrugada del 26 de julio, al aproximarse al Palacio de Justicia, el destacamento de Raúl capturó a un cabo y luego a los guardias que custodiaban la institución. Los desarmaron y encerraron en un local. Desde la azotea dispararon hacia el cuartel; Raúl, con un Springfield ocupado instantes antes. Cuando se divisó la orden de repliegue de Fidel, los atacantes del Palacio de Justicia también se dispusieron a la retirada.
Leonov narró en su libro que Raúl, al percatarse de que un grupo de militares estaba a punto de apresar a sus compañeros, “se abalanzó sobre el sargento que los dirigía, le arrebató la pistola y ordenó a los soldados y a su jefe tirarse al suelo, lo que cumplieron sin resistencia”. Estos fueron conducidos al local donde estaban los otros prisioneros.
Al llegar al parque Céspedes, en Santiago de Cuba, se separaron para refugiarse en casas de amigos. Raúl resultó apresado en San Luis el 28 de julio, tras haber sorteado varios cercos mientras intentaba aproximarse a Birán. Sin embargo, ninguno de ellos cayó en combate ni resultó asesinado en la revancha batistiana.
De acuerdo con el autor de Raúl Castro. Un hombre en Revolución, el hermano menor de Fidel, ante la ausencia de mando del jefe de su grupo, dio órdenes oportunas y organizó la retirada en el momento adecuado. De tal modo, “de combatiente de fila, pasó a ser el jefe”.
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