Juan Castro debe comenzar a meditar acerca de qué salió mal, qué pudo hacer mejor, qué cambios debe aplicar… y volver con fuerzas renovadas el próximo torneo. El DT de Pinar del Río, lo sé, no mirará atrás ahora mismo y no bajará los brazos. Se mantendrá con la frente en alto, pero, es una pena, de poco le valdrá. No hay manera posible de salvar a su novena.
El campeón vigente ya no parece con fuerzas para mantenerse en pelea y, tarde o temprano, acabará pagando con la eliminación en la LI Serie, toda aquel aire tóxico que respiró superados los días de disfrute por el título en la Serie de Oro.
A la embriaguez por el triunfo contra Ciego de Ávila en el play off final, siguió un período de decepción, después de que el Director Técnico de entonces, Alfonso Urquiola, no convocó a ninguno de los monarcas al equipo Cuba. En la otrora Cenicienta de Cuba no se lo perdonaron los jugadores, menos la afición. Y, en medio de aquel estado de cosas, sobrevino una preparación irregular, enajenada quizás, que originó el nombramiento tardío de Juan Castro, entre otras secuelas anómalas.
Hubo de todo, más tarde, en el torneo. Desde la convocatoria a un infértil compromiso internacional de algunas de sus jugadores más importantes, y lesiones que le impidieron regularidad al line up y la rotación de abridores, hasta bajos, bajísimos e inesperados rendimientos deportivos. Pero todo, esto creo, se originó en aquella rara resaca, después de la borrachera por ganar el primer título sin Pedro Luis Lazo en la nómina y al cabo de 13 años de espera.
La derrota este primer domingo de abril, con pizarra de 10x1 en el mismísimo Capitán San Luis, completó una inesperada barrida iniciada (con marcadores de 6x2 y 4x0) por Guantánamo, otro que también decepcionó a propios y extraños, aunque juega para .500 (40-40) y los tres últimos triunfos le tienen ilusionado.
Los Indios los alejaron, a los aún campeones, a tres y medio juegos de la zona de clasificación e inició el epílogo de esta especie de Crónica de una muerte anunciada protagonizada por las Medias Verdes.
Por más que se empeñen en apurarse por atajos, por más que invoquen a sus guerreros y acudan a ayudarlo sus dioses, en tres semanas a lo sumo las huestes de Pinar del Río se irán a casa a contemplar, si ello los consuela, los play offs por la TV. Y, desde sus lunetas, escucharán hablar de ellos varias veces, una oportunidad al menos junto a Holguín e Industriales, únicos campeones de la pelota cubana que, al año siguiente de ceñirse la corona, ni siquiera se clasificaron a la postemporada.
Solo la matemática, siempre exacta, se apiada de Castro, Duarte, Peraza, Saavedra, Castillo, Quintana, Yosvani Torres, Julio Alfredo, Baños y compañía, a los que siempre da gusto verlos lidiar en partidos de vida o muerte. La ciencia les provee una fórmula sencilla: 11 victorias en 11 juegos + 7 derrotas de Sancti Spíritus en 16 desafíos, es igual a clasificación del campeón a los play offs.
Solo ella tiene un modo, fronterizo modo de ayudarlos. El resto de las ciencias, incluso la meteorología y la sismología, no. Es que el béisbol, inexacto aunque genera un sinfín de números, comparaciones y ecuaciones, en Cuba nunca antes vivió, a un mismo tiempo, una reacción y una debacle tan contundentes como lo sugiere la matemática. Y, encima, Pinar no tuvo oxígeno y Sancti Spíritus se fue al descanso con los pulmones repletos.
Nada, que si usted, lector, es incondicional de Juan Castro y los suyos, debe guardar para la próxima Serie las ilusiones que resurgieron en la Serie de Oro y mantuvo hasta hoy. Disculpe mi sinceridad, no tiene otra. Pinar del Río acaba de perder tres juegos en su casa ante los Indios y se colocó al pie de la horca con la soga al cuello.
O mejor, interésese por lo que sucede en la Liga Oriental, en la que entre Ciego de Ávila (49-33), el líder, y Santiago de Cuba (45-36), quinto en la clasificación, hay solo tres y medio juegos de diferencia, cuando la mayoría de las novenas aún deben disputar 15 desafíos del calendario regular.
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