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miércoles, 27 de noviembre de 2024

 Así descubrieron cómo se construye la gloria 

Compartieron entrenamiento con niños de diferentes colegios que practican el atletismo...

Raúl Hernández Lima en Jit 09/11/2023
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Paralímpicos Santiago de Chile, Atletismo
Ellos, como los cubanos, también se preparan para una competencia. (Calixto N. Llanes/Jit)

Llegaron desapercibidos al estadio, tan temprano que apenas se asomaba el sol tímidamente sobre la falda de los Andes, al noroeste de esta ciudad.

Pronto ocuparon la pista y se escuchó el ruido metálico de las pesas en la alfombra engomada del gimnasio: se entrenaban quienes competirán en el atletismo de los VII Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023.

Poco más sucedió en la cancha del estadio del colegio San Carlos, colmado de campeones del "matrimonio verdirrojo" de la pista y el campo.

Entonces llegaron ellos y tornaron la apacible mañana en un pandemonio alegre: el orden y la disciplina de los paratletas cubanos sucumbió al desenfado y la alegría de decenas de niños que disputaron los carriles de la pista y compitieron espacios en el césped.

La frialdad del alba se esfumó entre carreras y saltos, y la postal apacible de las peñas andinas copadas de blanco, que degradan del gris al verde intenso de las coníferas que proliferan en la primavera que recién comienza en el hemisferio sur, se diluyó entre los mil colores de las franelas de los jóvenes.
Ellos, como los cubanos, también se preparan para una competencia. ¿Qué importa la magnitud cuándo los ves mezclados intentando mejorar sus artes?

El asombro les hace acercarse, alguno hasta temeroso de no saber en qué idioma hablan los cubanos. Ríen por casi todo: de un ave que amenaza a quien se acerque al huevo que acaba de poner en el césped a un costado de la jaula de lanzamientos; de un periodista que estornuda sin parar por la alergia al polen que desprenden tantas flores en esta época, y sueltan las amarras de las mil preguntas.
¿Van a competir en los Parapanamericanos? Predomina entre las interrogantes, pero les interesa casi todo, también las historias detrás de una prótesis de pierna, de una silla de ruedas, de las gafas y el bastón...

Y les alegra sobremanera que, en efecto, los verán compartir y podrán decir que un día se entrenaron junto a ellos. Entonces les brota el orgullo que torna el rictus provocado por relatos complejos en sonrisa.
Poco saben de Cuba más allá de que tienen harto deportistas, excepto Elismar, mitad venezolana y mitad cubana, que recuerda las conversaciones entre su abuela habanera y su padre sobre los formidables equipos de voleibol y beisbol de la isla más grande del Caribe.

Se asombran de ver que varias mujeres compiten y se entrenan, y se entusiasman cuando saben de los récords y las medallas de Omara Durán y Robiel Yankiel Sol. No aguantan la tentación de fotografiarse con Leonardo Díaz, luego de soltarse las amarras que le sujetaban para lanzar discos tan lejos como puede.

Elismar lleva en su mano la prenda distintiva y mística de alguna religión afrocubana. Eso también se lo dejaron los cuatro años que vivió en Cuba. Explica con sana vanidad lo que sus compañeras de 16 años de edad desconocen.

Luego se marchan tras la voz de mando del instructor de atletismo. Se llevan el mensaje de superación y entienden que los obstáculos de sus cortas vidas pueden parecer nimios según desde qué perspectiva se miren.

Caminan entre risas con un ánimo impropio del cansancio luego de entrenarse. Asoman sus miradas por el cristal del autobús con los ojos llenos de ilusión. La clase de hoy les dejó aprendizajes muy valiosos y la inspiración de que tanta grandeza cabe también en lo humano.

Aunque no lo dijeron, quizá un día recordarán esta mañana como aquella en que descubrieron cómo se construye la gloria.


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Raúl Hernández Lima

Periodista


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