Ni bien ni mal, pero… (2)

“Volveré con más…”. Así terminé el trabajo anterior. Y “lo prometido es deuda”. Estuvimos resumiendo ya, a tono con una costumbre del periodismo y de la vida, cuando llega el fin del año, una parte de lo ocurrido en este 2024 que nos dijo adiós.

Lo hicimos antes con los brillantes medallistas cubanos en los Juegos Olímpicos de París 2024; pero, como se decía antes, “quedó mucha tinta en el tintero”; o cómo podríamos decir en tiempos más modernos, “muchos temas en el disco duro”.

Sí, es muy cierto: en París 2024 tuvimos luces y sombras…

El lugar 32 por naciones no dejó satisfacción. En los de Tokio 2020, celebrados en 2021 por la pandemia, terminamos en el 14, con 7 de oro-3 de plata-5=15. Ni tampoco las solo dos de oro (se pronosticaron el menos cinco), unidas a una de plata, seis de bronce=9.

En las primeras horas de París 2024 pudo ser sorpresiva la eliminación del muy laureado boxeador Julio César La Cruz (división de los 92 kilogramos), quien no pudo cumplir así el deseo de conquistar su tercera de oro.

Un poco más adelante otro pugilista con el mismo sueño, Arlen López (80), quedó con un bronce muy meritorio, pero por debajo también de los vaticinios de nuestro organismo deportivo.

Bueno… ¿hace falta recordar que solo hay tres boxeadores con igual número de medallas de oro en Juegos Olímpicos, y que dos de ellos son cubanos (Teófilo Stevenson y Félix Savón, quienes se unieron en ese mismo orden a lo hecho por el húngaro László Papp)?

Sudor y lágrimas

Es que también vivimos la frustración de quienes quedaron cerca del podio, como Leyanis Pérez en el triple salto (con pronóstico de medalla, incluso de oro), o los muchachos del voleibol de playa, a quienes sí no se les podía vaticinar podio, pero se encargaron de regalarnos las mayores emociones en los primeros días.

Lo mismo, o algo parecido, podría decirse de otros de nuestros deportistas, entre ellos los judocas Idalys Ortiz (una leyenda, una multimedallista que dijo adiós), Andy Granda (un campeón mundial ahora sin medallas), o Iván Silva (tendrá que esperar otra vez).

Pero son historias de sudor y lágrimas que merecen respeto, porque en cada competencia dejaron el alma.

En el año 2024 los deportes colectivos tuvieron sus propios héroes:

El voleibol de playa brilló en la arena internacional, conquistando títulos en la Final Four y el Challenger Cup, y el béisbol 5 nos llenó de esperanza con un título mundial y el liderazgo en el ranking global.

Se trató de equipos que jugaron más allá de sus fuerzas, se levantaron tras cada caída, y entendieron que representar a Cuba es mucho más que buscar una medalla: es hacerlo con pasión.

Llamado de atención

Sin embargo, 2024 nos deja también un llamado de atención. Las glorias pasadas no son suficientes, y los retos actuales exigen más esfuerzo, más planificación, más unión.

¿Cómo recuperar el impacto perdido en el atletismo?

¿Cómo volver a ver al voleibol de sala entre los mejores del mundo?

Son preguntas difíciles, sí, pero necesarias si queremos que el deporte cubano siga siendo fuente de orgullo y esperanza.

En medio de estos altibajos, hay historias que nos recuerdan que la grandeza no siempre se mide en títulos. Como la de Erick Hernández, quien rompió cinco récords Guinness en dominio del balón, o la de Yaroyg Oños Gálvez, quien desde las profundidades del mar obtuvo oro y plata en el mundial de fotografía subacuática.

O la del equipo de béisbol de ciegos, que, contra todas las adversidades, se proclamó campeón mundial. Estas son almas del deporte cubano: luchadores incansables, capaces de inspirarnos con su humanidad.

Así que, al cerrar el año, nos queda una mezcla de orgullo y desafíos. Aplaudimos las hazañas, lloramos con las derrotas, y seguimos soñando con un futuro más brillante.

Sí, tienen razón los lectores de Cubahora, la primera revista digital de nuestro país, fundada en 1998, en la cual tengo el honor de escribir con mucho agrado de forma sistemática desde entonces. Ha llegado la hora despedirme otra vez así: “Volveré con más”. Y tampoco olvidé que tengo pendiente escribir de… ¡Omara Durand!