Todo estaba previsto para que los británicos ganaran la ruta individual del ciclismo. Su ruta individual, la de estos Juegos que ahora balbucean en la hermética Londres. Pero no pudo ser…
Habían trazado un circuito inmenso, el más largo de la historia del evento en lides estivales, con 250 kilómetros de pedalazos y sudores. Y el recorrido, aunque sinuoso, era prácticamente plano, para facilitar la brega de los rodadores. Poca, bien poca elevación había en el itinerario, de manera que nada hiciera peligrar las ambiciones del local Mark Cavendish, un sprinter campeón del Mundial de Copenhage 2011.
El propio Cavendish había dicho que el país disponía de un Dream Team. Un Todos Estrellas de la carretera en el que, además, figuraba el reciente titular del Tour de Francia, Bradley Wiggins.
Sin embargo, el caché y la estrategia del equipo se fueron por la borda, devorados por una escapada prematura que se subvaloró…
A solo veinte kilómetros de la arrancada, una docena de ciclistas salió en pos de la entonces remotísima meta, y el pelotón no se intranquilizó, siguió paseando compacto como quien se regodea en la contemplación del paisaje, y por ese camino los fugados cobraron más de cinco minutos de ventaja.
Dentro de ese grupo numeroso iba el cubano Arnold Alcolea. Solitario en aquella serpiente donde prácticamente todos tenían compañía, el Chiqui sacó fuerzas de carencias para vagar todo el trayecto rodeado por los favoritos de la prueba, lo mismo Cavendish que el español Valverde, el australiano Evans, el alemán Tony Martin, el ruso Kolobnev o el suizo Cancellara, subcampeón de la ruta en las Olimpiadas de Beijing.
Así, mientras unos corrían presurosos y los otros no se ocupaban en neutralizarlos, pasaron los minutos. Y las horas. Y así se acercaron a la línea de sentencia en el mítico Palacio de Buckingham. Cancellara, que intentaba desprenderse de la escolta, cayó de modo estrepitoso a unos doce kilómetros. Y los ingleses no gozaban de mucho combustible. Ni tampoco los otros candidatos.
Ahí llegó la sorpresa. Un vejete de 38 años, el kazajo Alexandr Vinokourov, salió a buscar la gloria junto al colombiano Rigoberto Urán. Vinokourov, el mismo que fue subtitular en Sydney’00, y que cumplió sanción por doping, y que en la temporada anterior anunció que se acogía al retiro.
El zorro, al final, se aprovechó de la inocencia de su presa. Urán, muy preocupado por el pelotón, miraba hacia atrás una y otra vez. Y por ahí se le escapó el kazajo, que tuvo brío bastante para soportar la arremetida del contrario.
Habían sido cinco horas y casi 46 minutos de faena. Segundos después llegaba una tropilla encabezada por el noruego Alexander Kristoff, y más tarde, con 5:46.37, una manada en la que, orgulloso, pedaleaba Alcolea, parapetando su alegría entre la decepción de ingleses, alemanes, es
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