En medio de ataques a redes eléctricas e hídricas, tras ser aniquilada una invasión mercenaria a principios de este mes, la Operación Negro Primero Aplastamiento del Enemigo continúa el desmonte del complot internacional que preveía un golpe masivo contra la Revolución Bolivariana, la captura del presidente Nicolás Maduro, y su posterior traslado a Estados Unidos.
La designación de “Negro Primero” rinde homenaje al teniente de Caballería Luis Camejo, quien peleó como un león en la batalla de Carabobo contra las tropas españolas, y antes de entrar en combate gritaba Negro Primero en alusión a su raza y su arrojo en lanzarse contra los enemigos.
La operación que se desarrolla actualmente en el territorio venezolano, une a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) la Policía Bolivariana, la Milicia (esta última con unos 4 000 000 de miembros) y las organizaciones populares, también movilizadas ante la posibilidad de nuevos ataques y la captura de mercenarios aún escondidos en distintos Estados.
Los pasados días 3 y 4 ocurrieron una serie de incursiones marítimas en las zonas costeras norteñas de Macuto, Estado La Guaira, y por la localidad pesquera de Chuao, Estado Aragua, por parte de grupos armados procedentes de Colombia, neutralizados de inmediato por los cuerpos amados venezolanos.
Con el transcurso de los días, el plan de desestabilización, violencia, atentados y ataques a servicios fundamentales quedó al descubierto y se verificó la participación en la llamada Operación Gedeón de EE.UU. y Colombia, cuyos gobiernos lideran discursos y acciones contra el socialismo venezolano y sus principales líderes.
Imponiendo a un falso presidente —el desprestigiado diputado Juan Guaidó— los regímenes de derecha de estas dos naciones continúan sus fracasos. En esta ocasión quedó al descubierto, una vez más, su participación en los hechos, tras declaraciones de los principales implicados —entre ellos dos estadounidenses, uno de ellos el jefe de los mercenarios—, documentos y otros elementos que desenmascararon la trama oculta tras el fallido desembarco.
ASESINATO DE MADURO Y CAMBIO DE GOBIERNO
Para notorios analistas políticos, como el argentino Atilio Borón, estas primeras contingencias invasoras constituyen una prueba de comprobación de la capacidad defensiva de Venezuela contra mercenarios atraídos por la recompensa de 15 000 000 de dólares ofrecidos por la Casa Blanca por la captura de Maduro, y la posibilidad de crear una guerra interna para darle entrada a una intervención armada de la IV Flota de EE.UU. en patrullaje por el mar Caribe desde hace varias semanas.
Incluso, uno de los estadounidenses apresados, Luke Alexander Denman, aseguró a la prensa que sus órdenes eran “asegurarme de tomar control del aeropuerto para que hiciéramos un traslado seguro de (Nicolás) Maduro hasta el avión”, y llevarlo hacia EE.UU., donde sería juzgado como narcotraficante, al igual que ocurrió con el presidente panameño Manuel Noriega.
Paradójicamente, protocolos de Naciones Unidas indican a Colombia como un Estado-narco, pues es el mayor productor de drogas a nivel global, luego trasladadas por el Atlántico a EE.UU., su mejor comprador.
Esta destruida maniobra internacional es parte de un plan meticulosamente estudiado por Washington apoyado por su principal títere en Suramérica, el mandatario colombiano Iván Duque, de quien aún Caracas espera respuesta sobre la preparación militar de los mercenarios y salida desde su territorio de las embarcaciones mercenarias.
Colombia una vez más en medio de la tormenta, pues en febrero del pasado año también sirvió de escenario a Guaidó, con sus varios invitados —presidentes latinoamericanos— que esperaron inútilmente una deserción en masa de miembros de las FANB en la frontera común.
Para expertos, Duque y Trump revisaron detalles del ahora frustrado plan en una reciente reunión celebrada en Washington sin que se conociera públicamente la agenda motivadora de la visita del suramericano.
EE.UU., el primero de los 50 y tantos países en reconocer a Guaidó como mandatario fantasma de Venezuela —sin apoyo popular, ni gabinete, ni fuerzas armadas— pagó 212 000 dólares a la firma privada Silvercorp USA, cuyo director, el exmarine Jordan Goudreau estuvo a cargo de entrenar a desertores de la FANB en tres campamentos en Colombia, coordinados por el golpista venezolano Clíver Alcalá Cordones.
Las autoridades venezolanas mostraron a la opinión pública el contrato firmado por Guaidó con el estadounidense Goudreau, junto con su asesor Juan José Rendón y Sergio Vergara, encargados de conformar un nuevo gobierno transitorio y que ahora se desmarcaron el plan opositor, sin que puedan explicar sus firmas en el documento, una prueba medular de la maquinación.
El objetivo de los invasores era montar una cabeza de playa en las zonas de desembarco; reafirmar a Guaidó como dignatario —la primera vez se autojuramentó en un parque público de Caracas—; recibir el visto bueno de la Casa Blanca, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Grupo de Lima; mientras supuestamente se les uniría la población para tomar el Palacio de Miraflores.
Tras la llegada a tierras venezolanas, el desembarco voló en pedazos. Los líderes de la posible sublevación no tocaron suelo. Pero queda la certeza de que si esta vez contrataron la compañía de Goudreau, es muy posible que después lo hagan con otras firmas contratantes de asesinos.
Es muy probable que las incursiones por Macuto y Chuao solo fueran maniobras de distracción para propiciar nuevos desembarcos en un país que comparte 2 200 km de rutas alternativas con Colombia, o realicen pequeñas incursiones navales por las costas atlántico-caribeñas del codiciado país, el quinto exportador de petróleo a nivel mundial.
La situación en Venezuela es de extrema gravedad. Es muy poderosa la unión cívico-militar en esa nación que lucha contra los objetivos de EE.UU. desde hace 20 años. Pero lo peor, y de eso están conscientes los líderes bolivarianos, aun está por llegar y de ahí la movilización general Negro Primero.
El equipo de Trump, que parece olvidar lo que pasó en Vietnam y en Playa Girón, Cuba, habla en nombre de la comunidad internacional y trata de confundir a la opinión pública mundial. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario, pues el gobierno de Maduro ha recibido miles de mensajes de apoyo y solidaridad ante las agresiones de todo tipo organizadas y pagadas por la mayor potencia militar del planeta.
Los medios hegemónicos que responden a los grandes capitales tratan de minimizar —como hace la Casa Blanca— los sucesos militares ocurridos en Venezuela, que catalogan como “grandes mentiras” a pesar de la responsabilidad asumida por los autores.
Lo que ocurre, en realidad, es que Trump y su secretario de Estado, Michael Pompeo, no esperaban la rápida reacción militar y la unidad del pueblo, que en horas destruyeron el mecanismo ideado para imponer un régimen derechista.
A la administración republicana le disgusta hacer el ridículo, aunque tropieza bastante en política internacional e interviene grotescamente con amenazas y sanciones contra China y Rusia, en tanto bloquea a Cuba, Nicaragua, Irán, Venezuela, incluso, en esta nefasta época de la pandemia mundial de la COVID-19.
La llamada Operación Gedeón, que gesta la desestabilización en la tierra de Simón Bolivar, aún no ha terminado, aunque cada día las fuerzas militares capturen grupos o solitarios mercenarios.
El pasado jueves, Maduro denunció que “nuevos grupos de mercenarios se están conformando en Colombia” bajo la complicidad de Bogotá, con el propósito de intentar una nueva agresión contra su país.
“Hay en Colombia sicarios, mercenarios y terroristas; tenemos los nombres, el lugar donde están, quienes los protegen y todo apunta a Duque otra vez”.
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