Un “fantasma” recorre Eurasia…

Ciertas noticias no pueden ser pueden ser buenas para los intereses nada decentes. Y se trata de que en medio del intento de cercar y zaherir a Rusia por intermedio del inducido conflicto militar con Ucrania, el gigante  euroasiático ha afianzado y sigue afianzando sus lazos multilaterales con el coloso chino.

Las más recientes informaciones precisan, por ejemplo, que en lo que va de este año el incremento del intercambio comercial entre ambas potencias opuestas al hegemonismo gringo-otanista marca cotas superiores al cuarenta y cinco por ciento, con lo que se cumplen los pronósticos del presidente Vladímir Putin en septiembre último acerca de que “a finales de año lograremos nuevas cifras récord, y en un futuro próximo, según lo acordado, llevaremos el intercambio de mercancías anual a 200 mil millones de dólares o más.”

Para el líder del Kremlin los lazos ruso-chinos están en activo desarrollo, y recodó que en 2021 el giro comercial bilateral creció un 35 por ciento al superar los 140 mil millones de dólares.

China y Rusia tienen además un activo intercambio en materia militar, que se plasma en ejercicios defensivos mutuos como las maniobras  "Vostok 2022" con sede en el este de Rusia, así como en otras acciones de colaboración bélica sustanciales en la concertación frente a las amenazas comunes vigentes.

Por demás, en el más reciente encuentro de Vladímir Putin y Xi Jinping, realizado semanas atrás en el curso de la  cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, OCS, en Uzbekistán, el presidente chino manifestó a su par ruso la disposición de Beijing de trabajar con Moscú para “asumir sus responsabilidades de grandes potencias”, y lograr “estabilidad y energía positiva en un mundo caótico”. Un compromiso que no debiera pasar por alto para algunos en el planeta.

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Desde luego, esa convergencia ciertamente responde a varias vertientes.

Por una parte, la que se deriva de una identificación de fines y políticas bien ajenas a las prácticas internacionales violentas e impositivas de quienes quieren adueñarse del trono global y someter al resto de la humanidad.

Por la otra, la directa agresividad y el constante acoso de Washington y sus alabarderos de viaje, que no conciben la existencia de poderes similares con otro tinte, y mucho menos capaces de crearle muros infranqueables a sus sórdidas apetencias imperiales.

Es una historia vieja por demás. Los más prominentes tanques pensantes del occidente expansionista siempre establecieron el principio de que quien domine Eurasia gobernaría el mundo, y Rusia y China están justo en esa ruta que debe ser conquistada.

Un “precepto” que ha marcado toda una historia de encono contra aquella inmensa y colindante geografía, incluidos no pocos arranques para potenciar desavenencias mutuas entre ambos “enemigos de USA” de manera de debilitar el posible frente común ya hoy vigente.

Empeños sin dudas baldíos y mucho menos factibles en la misma medida que esa hostilidad común ha acelerado las lógicas identificación y cooperación entre los condenados al cepo.

Y es que nada es más elemental que la identificación y la defensa común entre los acosados ante quien intenta cercenar sus cabezas de una vez.

El final previsto, por tanto, no parece que será el acariciado por un Occidente bajo llaves norteamericanas. De hecho, lo que va ocurriendo indica que, si todo no termina bajo el hongo nuclear, estamos asistiendo sin dudas a un cambio en la correlación internacional de fuerzas donde muchas absurdas e irracionales inequidades impulsadas por un poder omnímodo tendrán que ceder terreno, quiéralo o no, a un escenario global más equilibrado, sensato, y objetivo en sus juicios y miras. Y Rusia y China son puntales de esa nueva arquitectura geopolítica.