No caben dudas que la celebración por estos días y hasta este 22 de octubre, del Vigésimo Congreso del Partido Comunista de China, resultó una noticia de alcance global.
Y lo fue, entre otras cosas, porque se trata de una potencia en pleno desarrollo integral, a un ritmo tal que los círculos hegemonistas norteamericanos la han declarado públicamente como un rival de primer grado en el intento de materializar sus apetencias mundiales.
En pocas palabras, que lo que se dijo, debatió, analizó y se acordó en Beijing por estas fechas, no es ya un asunto meramente interno de la República Popular, sino decisiones de tal alcance e incidencia globales que no pueden ser pasadas por alto.
Hay sin dudas un milagro chino, quiéranlo o no los detractores y enemigos. En apenas tres décadas y media, el dragón oriental se ha convertido en el poder puntero mundial en materia productiva y comercial, con un sostenido e intenso desarrollo técnico-científico, que ya por mucho deja atrás como referente el tan alabado avance logrado por la primera potencia capitalista en su devenir de casi dos siglos y medio.
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Por demás, China no es precisamente un poder apegado a la violencia, el chantaje y la irracionalidad en sus vínculos externos, de manera que políticamente dista mucho de los propósitos hegemónicos que mueven a EE.UU. y a sus alabarderos.
Una línea de conducta multilateralista que se sustenta necesariamente, además, y ante las rabietas permanentes de quienes la desean hundida, en un creciente poder militar de orden defensivo que la coloca también en los primeros escalones mundiales en ese trascendente rubro.
Y mientras los agoreros, absolutistas y voluntaristas del campo ajeno hacen predicciones, trazan planes, ejecutan la hostilidad, e incluso pretenden sabotear el sagrado derecho de la integridad territorial china apelando a complots separatistas como el de Hong Kong tiempo atrás y el de Taiwán por estos días, China ha reiterado por boca de su Partido dirigente que mantendrá la sangre fría, la inteligencia, la objetividad y la buena voluntad activadas, pero que no vacilará en usar la fuerza contra quien decida frustrar sus prerrogativas.
De hecho, el presidente Xi Jinping, nada estimado por los sectores globales más reaccionarios y violentos, y seguramente al frente de China por otro período de dirección luego del actual cónclave partidista, ha sido claro al intervenir ante del pleno de Veinte Congreso y asegurar “la firme determinación y capacidad del gigante asiático de salvaguardar la soberanía del Estado y la integridad territorial" a todo precio.
Y para aquellos que gustan de elucubrar sobre posibles desastres económicos y comerciales chinos en el futuro inmediato, vale reproducir la siguiente información del mismísimo Fondo Monetario Internacional, FMI, reproducida por el articulista Michael Roberts el pasado día 17 de octubre en la publicación digital Alai.
“Aún cuando China crezca en lo inmediato a un ritmo moderado del cinco por ciento anual, decía el FMI, “esa tasa seguiría siendo más del doble de rápida que la de los Estados Unidos y más de cuatro veces que la del resto del G7. Eso suponiendo que las grandes economías capitalistas no se desplomen en los próximos cinco años”.
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