El temido conflicto bélico sudanés estalló con violencia inusitada: en la primera semana se registraron en Jartum, la capital, y en otros puntos del nordeste del país 400 muertos y más de 3 500 heridos.
La lucha por el poder aumentó el riesgo de que colapsara la –ya precaria- seguridad nacional y observadores no descartan que irradie inestabilidad a otros países en la región oriental africana.
Esa guerra, aún considerada de baja intensidad, muestra la incapacidad manifiesta de reponer racionalmente la estructura de mando surgida tras el golpe de Estado de 2019 contra Omar Hasán al Bashir, y es un tropiezo para la transición a la civilidad.
- Consulte además: Sudán, transición entre cántaros rotos
Las tensiones comenzaron hace meses entre los generales Abdel Fattah al Burhan y Mohammed Hamdan Dagalo (Hemedti), presidente y vicepresidente, respectivamente, del Consejo Soberano, máximo órgano de gobierno.
Para Hemedti, jefe de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), milicias paramilitares que ahora demuestran su capacidad combativa con tácticas no convencionales, el poder lo están acaparando los mandos castrenses, lo que rechaza el Ejército.
Algunos estudiosos no excluyen que la solución de la disputa esté en la selección e inclusión de miembros de la RSF en las fuerzas armadas, pero eso podría excluir a algunos de los principales jefes de ese cuerpo, considerado un tercer polo de poder.
En el aparato de seguridad de Sudán, esa dependencia rivaliza con el Ejército y los órganos de Inteligencia, y su efectividad en el teatro de operaciones militares la confirmó durante la guerra en la occidental región sudanesa de Darfur (2003-2010).
Esas milicias paramilitares poseen capacidad combativa y su cohesión se basa en proceder del yanyauid –jinetes árabes armados- importante vínculo comunal. El Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio estimó que hay 30 000 efectivos comandados por Hemedti.
Por su parte, el Ejército es pilar del Estado y protagonista de los derrocamientos en 2019 de Al Bashir y en 2021 del primer ministro Abdallah Handock. Sus tropas con los antimotines reprimieron las demostraciones callejeras contra esos asaltos al poder.
Las fuerzas armadas comandadas por Al Burhan se comprometieron a garantizar el retorno apacible a la autoridad civil, pero en el espectro político sudanés persisten dudas al respecto luego que los militares cambiaron el curso del proceso de transición.
Después de cruzar la línea de contención, ahora comienzan los sudaneses y África a pensar cómo construir lo más rápidamente la paz, que en las actuales condiciones de crisis es un ideal bastante difícil de lograr.
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