Centenares de extranjeros partieron de Sudán, tras la escalada de combates entre el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un conflicto que registra más de 520 muertos y 4 500 heridos, según autoridades de salud.
Los intentos por resolver el disenso entre las cúpulas de la autoridad se tornan improbables por el rechazo empecinado de las partes a ceder a los llamados de diversos líderes internacionales, mientras pasan al olvido las demandas de ayuda humanitaria.
Un cese de hostilidades por 72 horas decretado por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) que mostró la solidez de esa formación paramilitar, comandada por el general Mohamed Hamdan Dagalo (Hemedti), que integran unos 30 000 efectivos entrenados en guerra no convencional.
Durante la segunda semana de enfrentamientos ocurrió uno de los sucesos más peligrosos, cuando los paramilitares tomaron un laboratorio que almacena agentes patógenos como el sarampión, la poliomielitis y el cólera.
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Sin dudas, esa acción bélica podría cambiar el contenido o la orientación de la guerra, en caso de desatarse la propagación de enfermedades como un arma más en estos tiempos, cuando continúa la Covid-19 afectando a la población.
Resultaría una temeridad imponer una versión biológica a la disputa por el poder, la cual esconde múltiples detalles sobre las pretensiones inmediatas y futuras de los rivales, muchos de ellos exintegrantes de la administración de Omar Hasan al Bashir, derrocada en 2019.
Tanto el general Abdelfatah al Burhan, presidente del Consejo Supremo como Hemedti, vicepresidente de ese órgano, integraron la nómina del depuesto Al Bashir; para deponerlo se aliaron y ahora se enfrentan.
De todas formas, la seguridad pende de un hilo muy débil y eso se confirma cuando la ONU precisó que más de 50 000 civiles sudaneses huyeron del país y pese a la prórroga del alto el fuego, los combates y las explosiones persisten.
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El secretario el general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, reiteró que Sudán tiene frontera con otros siete países que en los últimos años sufrieron conflictos o disturbios civiles, lo cual convierte al asunto en un preocupante problema subregional.
La estabilidad se consumió en medio del humo y la pólvora, y con ello –según observadores- Sudán pasó a ser el país más inseguro del continente por delante de Libia y Somalia, otros escenarios calientes, un criterio a tener en cuenta.
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