Cuando hace unos días el gobierno de Ankara anunció que ampliaría el espacio ocupado por sus tropas en Siria con el objetivo de combatir a las milicias kurdas armadas por Washington, escribimos en ese mismo espacio que ese paso, amén de reiteradamente violatorio de la independencia del vecino país, podría traer muchas más tragedias que beneficios en un escenario convertido por el hegemonismo en extremadamente candente.
Lo lógico era pensar que Ankara, miembro de la triada de Astaná junto a Rusia e Irán, y en consecuencia pretendidamente garante de la integridad de Siria, optara ante todo por el diálogo y la negociación con Damasco y sus aliados para dirimir el tema kurdo que tanto le preocupa a partir del movimiento de independencia de esa dispersa etnia que posee una enorme cuota de población en territorio turco.
Sin embargo, vale recordar que a lo largo de los más de ocho años de guerra terrorista impuesta por Washington y sus aliados a Siria, el gobierno turco ha validado su presencia militar no solicitada al otro lado de la frontera, tal como lo ha hecho hasta hoy la Casa Blanca, sin que Damasco haya solicitado jamás semejante intervención.
No obstante, la aprensión de Ankara fue estimulada en los últimos tiempos por el apoyo que la Casa Blanca comenzó a dispensar a grupos kurdos históricamente ubicados en el noreste sirio, esgrimiendo el pretexto público de luchar juntos contra el terrorista Estado Islámico y la disfrazada intención de estimular el separatismo con relación a Damasco y dejar sembrada la manzana de la discordia en una Siria ya triunfante frente a la agresión externa.
Vale subrayar que anunciada la ofensiva militar turca ya hoy en marcha, el mismísimo Donald Trump dijo que sacaría de inmediato sus tropas de Siria, dando la espalda de sus pretendidos socios kurdos, que quedaron virtualmente colgados de la brocha, y que ante el retiro de la “escalera” Made in USA han optado por volverse hacia Damasco dejando atrás sus pretensiones sobre las porciones de territorio sirio donde residen.
Así, el gobierno de Bashar el Assad, que no tardó en proclamar que defendería la integridad nacional ante la nueva ocupación turca, ha comenzado a mover sus tropas sobre los espacios kurdos, donde las milicias de esa etnia abrieron los puntos de control para facilitar el avance del Ejército Nacional.
Según medios de prensa, “el ejército sirio ya entró en las ciudades de Manbej, en el nordeste de la provincia de Alepo, y Ain Arab, en el norte de Raqa, después de que las milicias kurdas representadas por la autodenominadas Fuerzas Democráticas de Siria anunciaran en un comunicado su oposición a cualquier proyecto de separación o división del país, condición que Damasco siempre ha exigido para comenzar cualquier diálogo bilateral.”
En consecuencia, el Ejército sirio tendrá ahora todas las facilidades para enfrentar a los militares foráneos, proteger a la población civil de los ataques enemigos, y cumplir su deber de defender la integridad territorial de la nación.
Mientras, la comunidad internacional ha expresado por diversas vías su preocupación por la decisión turca de extender los predios que ocupa militarmente en Siria, y ha pedido a Ankara que desista de una aventura injustificable que añade más riesgos a un escenario ya de por sí explosivo en extremo.
Por otra parte, y como “curiosidad adicional”, Donald Trump, el jefe de la mayor potencia desestabilizadora en Asia Central y Oriente Medio, luego de dejar en vilo a sus aliados kurdos al “lavarse las manos” con relación a las nuevas acciones bélicas turcas, ahora se apresura a criticar a Ankara y a amenazarla con “terribles sanciones” en lo que analistas consideran su personal y burdo “pase de cuentas” por las desavenencias mutuas de los últimos tiempos, entre las que se cuentan la colaboración política de Ankara con Moscú y Teherán en el tema sirio, y la compra por Turquía de sistemas de misiles S 400 rusos en vez de acceder a armamentos de factura Made in USA.
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