Siria: asedio a la armonía

En reciente entrevista a una televisora árabe, el presidente sirio, Bashar el Assad, concluía que la paz para su país es aún una meta lejana, si se toma en cuenta que los agresores no están interesados en negociar seriamente un arreglo definitivo.

Era, de hecho, una advertencia para aquellos que, a raíz de los acuerdos que están poniendo fin a los arsenales sirios de armas químicas, parecían altamente confiados en la programada celebración de una nueva conferencia entre las partes contendientes.

Y es que la realización de esas conversaciones en Ginebra fue precisamente otro de los pasos convenidos por aquellos días entre Moscú y Washington, con la inmediata y total anuencia de Damasco.

Sin embargo, existen importantes “desmemoriados” involucrados en estos asuntos como para que se respeten y honren los compromisos, no importa que sean del más amplio dominio público.

En consecuencia, una reunión del titulado grupo de Amigos de Siria, ejecutada esta semana en Londres, colocó las primeras grandes barreras para que los frutos del diálogo ruso-norteamericano, así como la buena voluntad de las autoridades sirias, se transformen en papel mojado.

En efecto, representantes oficiales de los propios Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Egipto, Alemania, Italia, Jordania, Qatar, Arabia Saudita, Turquía y Emiratos Árabes Unidos, en pocas palabras, gran parte de la flor y nata de Occidente y de la derecha árabe, convinieron en que no habrá posibilidad alguna de que el actual gobierno sirio forme parte de la presunta “nueva administración” que se impondría en Damasco en un instante aún por concretar.

Así, el titular inglés de exteriores, William Hague, en su papel de anfitrión, dijo a la prensa que los conferenciantes, junto a la titulada Coalición Nacional Siria, determinaron que “que ni el presidente Bashar al Asad ni sus colaboradores pueden formar parte de ningún gobierno  futuro.”

Una conclusión suscrita además por John Kerry, secretario norteamericano de Estado y presente también en Londres, cuando aseguró a seguidas que “Assad ha perdido toda legitimidad”.

Coyuntura que aprovecharon los opositores sirios, negados a todo arreglo pacífico, para indicar —siempre bajo la falda de sus protectores y promotores— que “no habrá negociaciones en absoluto si no nos aseguramos de que en Ginebra se establece un periodo de transición y que Assad se vaya”.

Y lo dicen los representantes de grupos mercenarios plagados de terroristas de Al Qaeda, agentes foráneos y extremistas islámicos, siempre incluidos en las listas de “combatientes por la libertad” que Washington viene utilizando desde hace decenios en sus planes hegemonistas con relación a Asia Central y Oriente Medio, no importan los “accidentes y deslices” como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en el propio territorio estadounidense.

Grupos “rebeldes” que, además, promueven el uso de armas prohibidas en sus afanes de conquista, y que en los últimos meses han debido tragarse una larga cadena de derrotas en el terreno militar ante el empuje de las fuerzas armadas sirias.

De manera que se vienen cumpliendo entonces los pronósticos de aquellos analistas que, en medio de los acuerdos para el fin de las armas químicas sirias y el clima de cierta distensión que ello supuso, advirtieron siempre que los planes y reclamos de imperialistas, reaccionarios árabes, sionistas y extremistas islámicos, iban mucho más lejos que el destruir bombas tóxicas.

Se trata de que, sencilla y únicamente, desean la cabeza de la nación siria servida en bandeja de plata.