El rapto, plagio, retención, apropiación es tipificado elementalmente como la separación forzada de un componente de su conjunto, generalmente con el empleo de diversos grados de violencia y existen zonas específicas donde prolifera tal crimen.
Un afectado por ese delito es Nigeria, en cuya región norteña el secuestro deviene flagelo empleado por delincuentes comunes para obtener dinero y por facciones terroristas para atemorizar poblaciones.
Desde la masiva retención en 2014 de 276 escolares de un plantel docente en la localidad de Chibok, estado de Borno, hasta ahora se calcula en más de mil 500 los estudiantes raptados en el norte del país.
Luego de aquel dramático caso, la secta integrista Boko Haram continuó sus actos, en diciembre pasado apresó a 344 estudiantes.
En la semidesértica franja del Sahel grupos armados secuestraron a unas 3 000 mil personas de enero a agosto de 2021 en zonas de Nigeria, Malí, Burkina Faso y Níger, según la organización no gubernamental Acled.
- Consulte además: Nigeria abre puertas al retorno
Esa cifra casi duplica casos del 2020, cuando hubo 1 769 raptos, una escalada que de continuar en 2022 podría establecer un récord.
En la subregión saheliana someter a cautiverio a individuos es aprovechado por la insurgencia radical de cariz confesional, en ocasiones para enviar con fuerza un mensaje a las tropas gubernamentales sobre su incapacidad de evitar tales acciones.
Así, en septiembre, durante un asalto contra un convoy en la norteña localidad de Gaskindé los extremistas secuestraron a medio centenar de civiles, a quienes se identificó oficialmente como desaparecidos e ilustró la inseguridad ciudadana.
En todo el oeste del Sahel se registraron ese mes 84 ataques terroristas con 945 muertos y cerca de 900 secuestros, pero se estima que desde 2021 el número de personas raptadas –africanos o no- superó los 4 000.
La persistente inestabilidad de Libia la convirtió en plaza de caos y violencia, donde la desaparición de individuos (muchos de ellos migrantes) es un negocio vinculado con tráfico ilegal de personas y la esclavitud
Pese a los movimientos hechos hasta ahora en el tablero político -tanto nacional como internacionalmente- ese Estado sufre una situación de desatino engendrado en 2011, cuando derrocaron a Muamar Gadafi, y cuyo asesinato desmoralizó la supuesta transición democrática.
“Además, el secuestro, el arresto y detención arbitrarios se han convertido en una acción continua. En lugares de todo el país, los grupos armados han asumido la función de hacer cumplir la ley por su cuenta con la intención de conseguir su legitimidad política, ilustra un artículo de Yasmine Ben Fkih Mohammed.
Es de dominio público la existencia allí de mercados donde se subastan migrantes, víctimas de redes de traficantes, confinados en centros clandestinos de detención o raptados por grupos armados para venderlos.
La televisora estadounidense CNN grabó a escondidas en 2017 una compra de individuos, las denuncias que siguieron al caso dejaron de ser objeto de atención y ahora grupos humanitarios no descartan el empeoramiento de esa situación.
El pasado año el Comité Internacional de la Cruz Roja registró más de 1 600 ciudadanos con “paradero desconocido” en Libia, pero la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas reveló que sus cuentas indican aproximadamente 10 000.
Muchos de ellos –generalmente subsaharianos- con destino incierto podrían ser hoy esclavos, tras convertirse en pesadilla su sueño de emigrar al Viejo Continente.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.