viernes, 26 de abril de 2024

Nicaragua: Sandinismo sí (+Video)

Los candidatos del FSLN Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron reelectos como presidente y vice de la acosada nación centroamericana...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 10/11/2021
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Daniel Ortega-Rosario Murillo-reelectos elecciones-2021
El binomio de Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron reelectos con el 75,92% en las elecciones del pasado día 7 en Nicaragua.

Al pueblo nicaragüense poco le importaron las críticas del presidente de Estados Unidos (EE. UU.) Joseph Biden, contra la Revolución sandinista y reeligieron en sus cargos al dignatario Daniel Ortega y su vice Rosario Murillo en las elecciones generales del pasado domingo, celebradas en paz, muy lejos del caos político previsto por el agorero de la Casa Blanca.

Biden, quien en los últimos tiempos gobierna sin mucho tino —recuérdese la reciente estampida de Afganistán—, se considera con derecho a opinar sobre el desempeño de otros, calificó de “pantomima” y “ni libre ni justas y ciertamente no democráticas” las elecciones generales celebradas en el país al que con saña acosa y agrede, como a otras naciones democráticas.

La población de Nicaragua acudió de manera masiva a las urnas, a pesar de la virulenta propaganda de sus enemigos históricos. Poco le importaron los criterios del anciano presidente de la superpotencia norteña. Si alguien no puede darles consejo es justamente EE.UU., cuyas intervenciones militares son recordadas por varias generaciones de nicas.

Nicaragua, que sabe escoger su destino político, es ahora, bajo las banderas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) una zona de paz y de desarrollo, a pesar de las marcas dejadas por la presencia estadounidense y las tentativas de desestabilización continua en los últimos años, con cuño Made in Usa.

Solo los que desconocen la historia de esas tierras pensaron que los planes para desprestigiar a Ortega y Murillo y al proceso revolucionarios harían efecto en los 4 478 000 convocados a las urnas para elegir a sus máximos dirigentes hasta el 2026, además de los 90 miembros de la Asamblea Nacional y 20 diputados al Parlamento Centroamericano.

En estos comicios generales participaron 232 acompañantes electorales entre diputados, representantes de organizaciones sociales y partidos políticos, así como unos 600 periodistas de medios locales e internacionales, con libre acceso a los 3106 centros de votación y las 13 459 Juntas Receptoras de Votos (JRV).  

Al contrario de lo que predijo la prensa hegemónica sobre supuestos temores de los votantes para continuar la senda del progresismo, lo sucedido este 7 de noviembre constituyó, por el contrario, una fiesta de la democracia, en la que la pareja presidencial enfrentó a otros cinco binomios opositores.
EE.UU. y sus socios imaginaron que había miedo en la población, luego del cruento intento de golpe de Estado de abril de 2018, que dejó más de 200 fallecidos, la mayoría jóvenes simpatizantes del sandinismo, y miles de millones de dólares en pérdidas de infraestructura, con el consiguiente golpe a la economía de una nación que sobrevivió y se desarrolla, en gran medida, gracias al convencimiento de su gente de que no hay retroceso.

La contrarrevolución financiada por Washington utiliza estrategias destinadas a que la opinión pública internacional tenga equivocadas referencias de lo que realmente ocurre en Nicaragua, que solo ve en peligro la paz cuando intervienen factores políticos externos, como en la última etapa, en que usaron todo tipo de subterfugios para evitar la reelección de los sandinistas.

Tanto desde Washington como desde la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos y su calificado como “ridículo informe” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos trataron de influir en grupos poblacionales para suspender los comicios, boicoteados hasta el último momento.
Noble y trabajador, consciente, resistente a las agresiones y amante de las fiestas, el pueblo todavía el lunes —aún sin los datos oficiales— festejaba en las calles el triunfo sandinista, cuarto consecutivo de Ortega y segundo periodo que compartirá con su esposa Rosario.

Algunos analistas de la prensa hegemónica dieron por sentado que la no reelección del FSLN estaba asegurada, porque, siguiendo en el coro de Biden, todo era una farsa, obviando que la gran mayoría de los ciudadanos está decidida a mantener su soberanía y el camino propio, no el escogido por otros.
Las encuestas de los últimos meses previeron lo que se consagró en las urnas: era impensable un repliegue político y el retorno al neoliberalismo.

La celebración anticipada fue seguida por los números contundentes del Consejo Supremo Electoral (CSE), que anunció como triunfadores al dúo Ortega-Murillo, con el 75,92 % de los votos válidos, luego de escrutar el 97,74 % de las JVR.

En los resultados preliminares del segundo corte, la presidencia del CSE dijo que en los 153 municipios del país, la Alianza Frente Sandinista de Liberación Nacional alcanzó 2 869 559 boletas contabilizadas a su favor.

Como segunda fuerza política aparece el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), con el 14,15 %, mientras la tercera es el Partido Camino Cristiano Nicaragüense (CCN) con 89 311 boletas; a los que siguen la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), con 85 192, Alianza por la República (APRE) y el Partido Liberal Independiente (PLI).

En declaraciones televisivas, la reelecta vicemandataria Murillo indicó que la nueva victoria del FSLN entraña respeto, compromiso y responsabilidad en la continuidad de luchas y beneficios sociales, y describió a su país como “una patria libre, soberana e independiente”.

Y si el domingo hubo cantos y bailes, el lunes en la tarde las escenas se repitieron. La Plaza de la Revolución de Managua, la capital, se tiñó de nuevo de rojo y negro, los colores del FSLN, símbolos de la lucha de un pueblo que ni las patrañas ni las groserías de Biden logran amedrentar. Por el contrario.

Para los entendidos, sobran razones para celebrar porque esta nación, cuyo nombre procede del náhuatl (nic-anahuac), y significa “hasta aquí llegaron los náhuas”, pueblo originario de la región, vivió un cambio radical a partir de la presidencia del FSLN.

El gobierno sandinista, a pesar del desastre dejado por el golpe de Estado de hace tres años, mantuvo la sanidad y la educación gratuitas y consideradas de alto nivel. Una eficiente red eléctrica cubre el país, llenando los espacios de silencio y desaparecieron, gracias a la solidaridad, los apagones de varias horas cada día. Carreteras, viviendas, el transporte más barato de la región, la generación de empleo y el equilibrio de género en los roles públicos y el gobierno (50 % para cada sexo) son éxitos del sistema inclusivo actual.

Otro beneficio de la Revolución Sandinista a su pueblo es que, con un plan de seguridad en las calles mediante un modelo comunitario sin igual en el planeta, el país posee la tasa de criminalidad más baja de la región, según el porcentaje de ciudadanos. Se trata, según han explicado los líderes sandinistas, de una sociedad construida sobre la inclusión social, al contrario de los pilares del neoliberalismo, ignorante de los derechos humanos.

Quizás el aspecto más importante de esta transformación ocurrió, ante todo, en el pensamiento de los nicaragüenses, que 14 años atrás no poseían oportunidades ni ilusiones. La fórmula de Ortega y Murillo ha dirigido, según los datos oficiales de distintos organismos locales e internacionales, de manera muy eficiente en años difíciles en que la contrarrevolución no daba tregua, a lo que se unió la pandemia de la COVID-19, manejada con destreza por esa administración.

El próximo período de gobierno también será difícil. Los nicas están conscientes de los peligros que representan EE. UU. y sus acólitos en la región y allende los mares. Pero ellos ya definieron su futuro en las urnas: sandinismo sí. Nada más.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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