La práctica de la asimetría empieza por ser una inclinación, luego deriva en patrón de vida y conducta, y más tarde deviene irrefrenable vicio… y si no, remitirse a la historia de la costra privilegiada que ha regido y rige la estrategia norteamericana en política externa desde la independencia de las Trece Colonias a la fecha.
Citemos solo las recientes y actualizadas referencias en ese sentido de la excongresista por Hawái, la demócrata Tulsi Gabbard, en las cuales precisa que, a tono con tan nociva tradición, “desafortunadamente en la Casa Blanca se desempeñan hoy belicistas y personas como el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan y el secretario de Estado Antony Blinken”, a quienes increpó por tener “una mano muy fuerte, al ser arquitectos de las guerras de cambio de régimen en Irak, Libia y Siria”, y ahora interesados en tensar la cuerda al máximo en Ucrania.
Todo ello explica lo que “corre” hoy en torno a Rusia: su pretendida insuflada imagen de ogro global, el cerco que se le tiende en la frontera oeste, y la algazara sobre sus conjeturales apetencias de “invadir” una Ucrania donde justo, en ejercicio de su vocación asimétrica, Washington promovió directamente la derechización política y la enemistad enfermiza con relación al gigante euroasiático, tildado, junto a China, de enemigos esenciales en los intentos de remendar la raída y en declive hegemonía internacional de USA.
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Hay que recordar —en neto honor a la verdad— que quienes avanzan militarmente sobre el Este desde hace decenios son justo los Estados Unidos y la OTAN, al punto de que sus tropas ocupan posiciones provocadoras casi a todo lo largo de la divisoria rusa, escenario al que convenientemente responde el actual despelote en Ucrania a cuenta de un inminente “ataque bélico de Moscú” que solo existe en los discursos incendiarios de algunos “líderes” occidentales, y en las campañas de odio que alienta su sentina mediática… porque ni en Kíev ya le dan bombo.
El plan es evidente y claro: afianzar posiciones ofensivas y ampliarlas en lo posible, demonizar al oponente y presionar e imponer la diplomacia de embudo con la parte ancha para USA, y alborotar ante toda lógica respuesta defensiva del condenado a muerte. Lo demás, no es trascendente, desde la seguridad herida de Rusia, hasta lo que deban arriesgar los irresponsables que con el ribete de “aliados” están sobre el escenario de litigio en vivo y en directo para achicharrarse el pellejo a favor de apetencias ajenas.
Y el festival de la desvergüenza sigue su curso. Hace horas, y en urgente conferencia virtual con sus carnales, el propio Joe Biden fijó para este 16 de febrero el día de la “invasión” rusa a Ucrania, y hasta aseguró que estaría precedida por el masivo lanzamiento de misiles y ciberataques.
Incluso alentó una vez más a los norteamericanos en suelo ucraniano para que lo abandonen de inmediato, y alborotó a todos sus testaferros occidentales con tan “crucial revelación” que después su asesor de Seguridad, el ya citado Jake Sullivan, atemperaría sin mayor rubor precisando textualmente que “Estados Unidos no tiene información definitiva de que Putin haya ordenado una invasión, sin embargo, todas las piezas están en su lugar para una gran operación militar que podría comenzar rápidamente”.
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Lo cierto es que el eco de la perorata de Biden parece ser escaso, toda vez que no pocos de sus aliados europeos afirmaron de inmediato no concordar con semejante conclusión, a la vez que en el mismísimo Kíev no se ocultó la molestia por presentar un cuadro tan tétrico sobre un ataque ruso que las pretendidas víctimas han considerado del todo improbable.
Para no pocos analistas el asunto no deja dudas. Washington parece inclinado a probar suerte geopolítica con sangre ajena, y seguramente las masivas y legítimas maniobras militares defensivas que Rusia ejecuta en conjunto con Bielorrusia cerca con la frontera con Ucrania, y sus paralelos ejercicios navales en aguas del Mar Negro, han querido proyectarse como “preludio” de la “guerra” que alienta “el siniestro Vladímir Putin”.
De todas formas y de alguna manera, en su paranoia hegemónica seguramente la Casa Blanca cree atisbar que, con un conflicto que supone “limitado”… o no, ya “sembró” frente a Rusia nuevos cuarteles en su intención de cerco, hostilidad y desidia gracias a los despliegues otanistas hacia el Este ejecutados desde hace décadas bajo su tutela.
Un avance que Rusia cuestiona, emplaza y con toda razón estima violatorio en absoluto de los preceptos internacionales que postulan que la seguridad de un país no se puede fabricar a costa de violentar la de otros. Y Moscú… Moscú tiene lo suficiente con lo cual hacer cumplir lo vigente.
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