El Departamento de Estado de los Estados Unidos (EE. UU) anunció una serie de medidas para flexibilizar su política hacia Cuba. Según consta en el comunicado emitido, la administración de Joseph R. Biden se plantea, entre otras cosas, facilitar la reunificación familiar, reanudar los vuelos comerciales a las provincias, ampliar el proceso de visas, suspender el límite de US $1.000 trimestrales de remesas por remitente y permitir estos envíos entre personas sin vínculos familiares.
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores del país, a través de una declaración, calificó el movimiento de “paso limitado en la dirección correcta y recordó que este “responde a los llamados de la sociedad estadounidense y de los cubanos radicados en esa nación”, así como a las demandas de “la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y de la casi totalidad de los estados miembros de las Naciones Unidas”.
De esta forma, Biden cumple con parte de lo prometido durante su campaña presidencial de 2020, cuando se comprometió a revertir algunas de las restricciones impuestas por Donald J. Trump.
Si bien aún se desconocen las regulaciones que llevarán a la práctica lo anunciado, a priori, facilitarán la ejecución de los planes de recuperación económica, los cuales se han visto perjudicados, sobre todo, por el recrudecimiento del bloqueo desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, por el impacto de la pandemia de COVID-19 y por maniobras económicas deficientes.
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También pudiera acabar o, cuanto menos, contener la oleada migratoria que vive la Isla y mantiene en jaque a toda la región.
Sin embargo, conviene no dejarse llevar por cantos de sirena. Ya lo advirtió el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en su cuenta de Twiiter: “El contenido del anuncio confirma que no han cambiado ni los objetivos, ni los principales instrumentos de la política fracasada de EE. UU contra Cuba”.
Contenido del anuncio confirma que no han cambiado ni los objetivos, ni los principales instrumentos de la política fracasada de Estados Unidos contra #Cuba.
— Bruno Rodríguez P (@BrunoRguezP) May 16, 2022
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Pues, más allá del coste electoral que posiblemente pagará Biden con el influyente sector cubanoamericano del sur de Florida—con quien hace mucho dejó de tener un trato agradable— permanecen inamovibles las normativas que en el fondo rigen y sustentan el histórico vínculo de hostilidad de los distintos gobiernos norteamericanos hacia la Mayor de las Antillas.
El cerco económico, las entidades financieras sometidas a leyes coercitivas, la prohibición de los viajes o la presencia de Cuba en la lista de naciones patrocinadores del terrorismo— por solo mencionar algunos ejemplos— continúan frenando los intentos de desarrollo.
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Tampoco se ha de interpretar lo acontecido en las últimas horas como el principio del deshielo de las relaciones entre ambos países. De hecho, apenas se conoció la noticia, el senador Robert Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, se mostró “preocupado” porque con el anuncio se corría el riesgo de “enviar el mensaje equivocado a las personas equivocadas en el momento equivocado”.
A estas alturas ya lo deberíamos saber. Cada decisión salida del Despacho Oval encierra consecuencias políticas más o menos manifiestas que, entre la verborrea de la democracia y las supuestas libertades del pueblo, van encaminadas a quebrar nuestro modelo socioeconómico y a ponderar sus intereses de seguridad nacional.
En cualquier caso, el reciente pronunciamiento vuelve a dejar en evidencia la retórica de hostigamiento y pondera el espíritu de resistencia de un pueblo que se niega a hincar la rodilla. Se abre, en definitiva, un escenario político complejo, que exige mucha astucia y coherencia. Veremos cuánto dura esta vez la “buena voluntad” de los vecinos.
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