Mientras varias naciones apoyan una intervención militar en Haití por razones, afirman, solo humanitarias, la población de ese pequeño país caribeño reclama en las calles infectadas por bandas criminales una solución nacional para tratar de resolver su crisis interna.
En las últimas semanas, y desde que el primer ministro Ariel Henry hizo un llamado a la Organización de Naciones Unidas (ONU) para que enviara sus tropas a poner orden, la población haitiana está en las calles en rechazo a una eventual presencia extranjera , a pesar de la violencia desatada por más de 100 bandas mafiosas operando en el territorio nacional,.
Henry, según parece, recibió órdenes para solicitar apoyo foráneo –léase intrusión- ya que es incapaz de controlar la situación nacional. El primer ministro, designado por el presidente Jovenal Moïse horas antes de ser asesinado, ocupó el cargo con la venia del conocido como Grupo Central formado por seis países y liderado por Estados Unidos (EE.UU.), la Unión Europea, la ONU y la Organización de Estados Americanos (OEA). Tras el magnicidio de Moïse el 7 de julio de 2021, en medio del caos político, asumió el gobierno. Luego desechó la idea de llamar a elecciones generales y se quiere mantener en el cargo, en el que podría perpetuarse si interviene una fuerza extranjera.
Aunque todavía es un crimen pendiente, hay indicios significativos de que Moïse fue abatido por una conspiración en la que participaron el partido en el poder, bandas de narcotraficantes, mercenarios colombianos y servicios de inteligencia estadounidenses, indicó el periódico Hoy, de Puerto Príncipe.
La investigación sobre el magnicidio está estancada, lo que alimenta rumores y exacerba tanto la sospecha como la desconfianza de la población.
Algunos analistas consideran que EE.UU. y Canadá están decididos a comandar una intervención militar en Haití. El 15 de octubre, la Casa Blanca presentó un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad de la ONU en la que pide el “despliegue inmediato de una fuerza multinacional de acción rápida” en el país caribeño. Sin embargo, la solicitud no prosperó por la negativa de Rusia y China a la injerencia colonialista.
INFIERNO HAITIANO
La ONU acogió de inmediato la solicitud haitiana de supuesta ayuda mundial pero no participará directamente, pues sus fuerzas, los conocidos como Cascos Azules, dejaron un sentimiento de odio y rechazo en el pueblo haitiano cuando llegaron allí luego del terremoto del 2010.
Con la ONU como pantalla, comenzó a moverse la maquinaria intervencionista para supuestamente aplicar un plan elaborado bajo el sello humanitario con la aprobación de Henry.
Vivir en Haití es casi una proeza. El mayor anhelo de sus casi 11 000 000 de habitantes, más de 4 000 000 emigrados, es vivir en paz y con respeto a sus derechos humanos.
Ante la fracasada gestión en el Consejo de Seguridad de la ONU, Canadá y (EE.UU.), -que desde 1915 entra y sale con sus militares del pequeño país- violando el derecho internacional, encabezan ahora el grupo comunitario encargado de devolver la tranquilidad al pequeño país que comparte la isla La Española con República Dominicana.
Invadir Haití puede ser un pingüe negocio. No será la primera vez que el planeta se estremece por las circunstancias terribles que rodean la vida en esa nación, Siempre que ocurre un fenómeno natural son numerosos los países que brindan su colaboración. Sin embargo, hasta hoy se desconoce dónde están los millones de dólares supuestamente entregados para la reconstrucción del país luego de varios sismos en los últimos años, pero en especial el de 2010. Aun son centenares las familias que viven en carpas debido al desvío de los activos de países y organizaciones solidarias.
Los haitianos no quieren más intrusos en sus tierras. La experiencia con los Cascos Azules resultó fatal. Reprimieron a la ciudadanía, robaron, violaron mujeres y niñas e introdujeron el cólera, una enfermedad desconocida en esa tierra caribeña hasta entonces.
Hace unos días, más de 90 organizaciones de la sociedad civil escribieron una carta al presidente estadounidense, Joseph Biden, en la que lo instan a impedir una nueva misión militar en Haití y le solicitaron que siga, dijeron, el camino de la diplomacia y apoye un “diálogo político liderado por nosotros”.
Hasta ahora Biden permanece en silencio, pero su secretario de Estado, Anthony Blinken, ofreció una respuesta contundente.
Blinken sostuvo una reciente reunión con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien por sus declaraciones está muy interesado en que sus soldados asuman, junto con los norteamericanos, el supuesto plan humanitario.
Trudeau reconoció el pasado día 2 que ¨muchos haitianos no quieren que haya una intervención internacional. Eso es una realidad. Pero, al mismo tiempo, al ver la crisis existente, nos decimos a nosotros mismos ¨'tenemos que intervenir de una forma u otra¨.
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En los últimos días, Washington y Otawa sancionaron a dos altos importantes políticos haitianos, el presidente del Senado, Joseph Lambert, y el ex senador Youri Latortue, a quienes acusaron de abuso de poder, participación en el narcotráfico y colaboración con bandas criminales locales.
La información partió del Departamento del Tesoro de EE.UU. y del Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá, en declaraciones separadas, pero que refieren una labor conjunta en el caso haitiano.
Las sanciones congelan esencialmente cualquier activo de Lambert y Latortue en EE.UU. y/o Canadá, con prohibición de reclamación alguna.
También el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad una resolución que impone castigos y el embargo de armas a las bandas que dominan grandes áreas de Haití y bloquean el suministro de combustible y otros productos básicos a Puerto Príncipe, la capital.
UNA INTERVENCIÓN EMPEORARÁ HAITÍ
Una nueva invasión foránea a Haití profundizará la crisis de esa nación, pero su canciller Jean Víctor Geneus, por el contrario, piensa que “solo puede resolverse con el apoyo efectivo de nuestros socios¨.
El pasado 15 de octubre, Canadá y EE.UU. anunciaron en un comunicado conjunto el envío de armas a los servicios de seguridad haitianos, incapaces de resolver el magnicidio de Moise ni controlar las bandas paramilitares.
El Instituto Tricontinental de Investigación Social, la Asamblea Internacional de los Pueblos, ALBA Movimientos y la Plataforma Haitiana de Defensa para un Desarrollo Alternativo(PAPDA] elaboraron una alerta roja sobre las circunstancias actuales, y su posible agravamiento si se enfrentan las bandas locales con los invasores.
- Consulte además: ¿Haití ante nueva intervención extranjera?
El actual deterioro de la crisis haitiana surgió cuando Henry subió los precios del combustible, bajo protestas de los sindicatos y los movimientos sociales.
Durante este año, y a pesar del paramilitarismo, se ha desarrollado una insurrección popular, como continuación de un ciclo de resistencia iniciado en 2016 en respuesta a una crisis social desarrollada por el paso del huracán Matthew ese año, luego otro gran terremoto y su estela de destrucción, y los golpes de Estado de 1991 y 2014. Es decir, hay una acumulación de problemas aderezados, por ejemplo, por el escándalo de corrupción en torno al programa Petrocaribe, liderado por Venezuela, que otorgó a los Estados caribeños petróleo a precios solidarios cuando un barril rebasaba los 100 dólares en el mercado internacional y dejó en evidencia a los gobernantes de turno.
Expertos estiman que para resolver la dura realidad en que sobrevive el pueblo haitiano es preciso determinar las causas de la crisis que pasa de un gobierno a otro, interrumpidos por invasiones extranjeras que lastran la soberanía nacional y la construcción de una vida digna.
En Haití –según datos oficiales- la tercera parte de la ciudadanía sufre inseguridad alimentaria y el 70% está desempleada. Más del 60 % no tiene acceso a agua potable, atención sanitaria, educación o vivienda digna.
Desde su independencia de Francia en 1804, los haitianos, como podría suceder ahora, enfrentaron invasiones extranjeras, incluyendo la de EE.UU. de 1915 A 1934, una dictadura militar (la familia Duvalier), dos golpes de Estado contra el presidente electo en las urnas Jean-Bertrand Arístide en 1991 y 2004, y una ocupación militar de la ONU de 2004 a 2017.
En opinión de politólogos, solo la fuerza de la solidaridad internacional podría ayudar realmente al pueblo de Haití a recobrar el equilibrio interno, pues una intervención militar a un pueblo desarmado es la vía más fácil para acabar de desmembrar el Estado.
En ese territorio hay ejemplos de amistad sincera que mitigan el sufrimiento económico-social existente, como la Brigada Médica Cubana que acudió por primera vez a esa nación en 1998, o la Vía Campesina ALBA-Movimientos, unida a agrupaciones populares en la reforestación y la educación popular desde 2009.
La ONU, más que con hombres y armas, si de verdad quiere ayudar a los haitianos, debería obligar a Francia y EE.UU. a reparar el robo de sus riquezas desde 1804, y en 1914, respectivamente. Francia tiene una deuda con el país caribeño de 28 000 000 de dólares.
Esa organización mundial también debería resarcir a la población haitiana por los crímenes cometidos durante la ocupación de su llamada fuerza de paz.
Restaurar la democracia, defender los derechos humanos. Frases hechas a la medida de los invasores que, sin embargo, se niegan a recibir a los haitianos que huyen de la violencia y la miseria. Gran paradoja de quienes dicen ¨apoyar al vecino Haití¨, según la vacuidad de las palabras de Biden.
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