Cuando faltan escasas dos semanas para las elecciones presidenciales bolivianas, que se realizarán el domingo 18 de octubre, Luis Arce, candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) sería el candidato más votado con un 44 % de los votos y se impondría en la primera vuelta, haciendo añicos la strategia del gobierno de facto de obligar a una balotaje.
Mientras, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, quien “inventó” un fraude en las elecciones presidenciales del año pasado en las que Evo Morales había ganado en primera vuelta, nuevamente adelantó la posibilidad de desconocer los resultados, de ganar el MAS. Almagro tuiteó que el ministro del gobierno de facto, Arturo Murillo, le transmitió su preocupación sobre esa posibilidad.
Según el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, Arce se impondría al conservador Carlos Mesa, quien obtendría el 34% de los sufragios. En tercer lugar se situaría el líder derechista de la región oriental, Fernando Camacho, con un 12 %.
No obstante, cuando aún faltan tres semanas para los comicios, previstos para el 18 de este mes, cuatro de cada diez encuestados aún no han decidido su voto y manifiestan que “se lo están pensando”.
En Bolivia, el 75 por ciento de la población percibe que la crisis económica es extrema y que una mayoría del país está pasando hambre. Para la mitad de los encuestados, el principal problema que tendría que resolver el próximo presidente es el de la economía y el empleo, muy por encima del tema de la salud en relación con el coronavirus, que se ubica en un lejano segundo puesto, con un 20 % de preferencias.
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La pandemia tampoco parece amedrentar al votante a la hora de ejercer su derecho. Hasta un 84 % de los encuestados afirma que “seguramente” irá a votar el próximo 18 de octubre.
Almagro, quien sigue estrictamente las órdenes de Estados Unidos, expresó su preocupación sobre la cristalinidad de los resultados de los nuevos comicios y manifestó que existe la posibilidad de que ocurra “un nuevo fraude”.
El argumento del fraude electoral fue la excusa para un golpe de Estado el año pasado, y su invocación anticipada no es patrimonio exclusivo de las autoridades de facto bolivianas y Almagro, sino que también forma parte del discurso del actual presidente estadounidense Donald Trump, que busca instalar la idea de un fallo en el sistema de voto epistolar y arrojó dudas sobre si aceptará el resultado electoral.
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