Las autoridades de Burkina Faso solicitaron a Francia retirar sus tropas del país, para lo que concedieron un mes y con lo cual deshizo, de hecho, el convenio bilateral sobre esa presencia militar.
"Estamos rescindiendo el acuerdo que permite que las fuerzas francesas estén en Burkina Faso. Este no es el final de las relaciones diplomáticas entre Burkina Faso y Francia", explicó a la prensa portavoz del gobierno Jean-Emmanuel Ouedraogo.
Tal declaración, sin conducir a una crisis los vínculos bilaterales, motiva a pensar en la pérdida de influencia gala en varias de las antiguas colonias y que ese espacio geopolítico podría ser ocupado por otro actor internacional.
La decisión de la junta castrense del capitán Ibrahim Traorè no llegó sola al ámbito noticioso, antes hubo referencia a una baja en las relaciones a raíz de manifestaciones en la capital, Ouagadougou, que demandaron la expulsión del embajador Luc Hallade.
Según Radio Francia Internacional, París tiene 400 soldados de las fuerzas especiales estacionadas en esa nación para combatir la insurgencia extremista de distorsionada confesión islámica, que se extendió desde el vecino Mali en 2015.
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Sin embargo, el vocero burkinés Ouedraogo puntualizó que el país africano es capaz de protegerse a sí mismo, lo cual dejó fuera el riesgo de estar desamparado ante un presumible asedio terrorista.
La anunciada salida de los soldados franceses sucede al retiro en 2022 de tropas de Mali, a petición de la junta militar comandada por el general Assimi Goita y de República Centroafricana a solicitud del gobierno de Faustin-Archange Touadéra.
Para analistas, esas decisiones expresan un sentimiento contra Francia en la región del Sahel, por el presunto intento de dominación e intromisión en los asuntos internos de naciones del área que fueron colonias hasta la década de los años 60 del pasado siglo.
Hasta ahora la alegada protección brindada por las operaciones militares galas en la región se basaban en enfrentar la amenaza extremista, pero en algunos casos ese argumento sobrepasó a la verdad, sin resultar totalmente efectivo.
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Las fuerzas armadas de los Estados africanos afectados por el terrorismo están enfrentando a las guerrillas fundamentalistas, que son actores de un proceso de reacomodo político incitado más por las ansias de poder que por teología alguna.
Estudiosos opinan que la persistencia de esos grupos subversivos genera un peligro irracional, aprovechado por otros elementos reaccionarios para intentar establecer veladas o nuevas formas de dominación colonial en tiempos de globalización.
Con el fin de lograr sus objetivos en la rica tierra africana, se camuflan intereses detrás de ofertas de seguridad, que no siempre convencen a todos en el continente, y si realmente ese encantamiento funcionó una vez, ahora no es así.
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