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viernes, 8 de noviembre de 2024

Mensaje tallado en una losa

Pacifistas nipones van dejando huellas de paz a través del mundo...

Marta María González Sojo en Exclusivo 06/08/2014
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Cerca del puente Aioi, en Hiroshima, a 200 metros del área donde la primera bomba atómica cayó, más de un centenar de losas de pavimento de la línea de tranvías de la ciudad fueron mudos testigos del trágico y cruel suceso. Esas piedras revivieron aquella historia bajo las manos de japoneses y hacen promesas por la paz.

Luego de extensas investigaciones realizadas por la Hiroshima Railway Company, fue comprobado que esas piezas, efectivamente, eran las que habían estado expuestas a la explosión. Después  de pruebas científicas para determinar si no conservaban radioactividad, alrededor de 10 mil personas de diversos credos esculpieron en cada uno de los 188 trozos, el rostro de la Diosa de la Misericordia, conocida en ese país asiático como Kannon. Esa labor tardó siete años en ser concluida y este recuerdo fue nombrado “Piedra de la Promesa de Paz de Hiroshima”.

En 1991, se constituyó la “Asociación de Piedras por la Paz de Hiroshima”, organismo no gubernamental que se ha dado a la tarea de establecer contactos con diferentes países para donarles una losa del pavimento por donde cruzaba la línea de tranvías de la ciudad. La primera fue entregada el 6 de agosto de 1991, fecha conmemorativa del estallido, a la República del Perú. En lo adelante se han confiado las muestras a otros países tanto de Norte y Sur América, como de Asia, Oceanía, África, Europa y el Medio Oriente. Al develarse en Cuba, en 1999, una de ellas, expuesta en la Casa de Asia, ya hay más de 82 naciones las que han recibido el legado pacifista.

A 69 años de la masacre

En la mañana del 6 de agosto de 1945, casi conclusa la II Guerra Mundial, los Estados Unidos lanzan sobre Hiroshima un arma nueva, con un poder de destrucción amplio. Hasta los propios científicos que trabajaron en su diseño estaban espantados por lo que ellos ayudaron a engendrar:

Lo devastador del armamento quedó de manifiesto al explotar por primera vez en una zona poblada, convirtiendo al instante en cenizas el territorio y causando la muerte de alrededor de 140 mil personas, además de graves daños en los sobrevivientes por la radiación y las quemaduras. La acción inhumana se volvió a repetir días más tarde sobre Nagasaki, con los mismos efectos demoledores.

Después de la guerra los habitantes de Hiroshima emprendieron una campaña para solicitar al gobierno central la edificación de una Ciudad de Paz. Este movimiento dio como resultado la “Ley de Reconstrucción”, primera de índole que refleja la lucha de la raza humana por la paz. El decreto estipuló, también, preservar a perpetuidad la zona de la isla Nakajima, situada cerca del centro de la explosión y recomendó edificar lo que es hoy el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, en el cual se incluye la faja de tierra del otro lado del río Motoyasu, donde se levanta lo que nombraron Cúpula de la Bomba A, bello edificio que fue la Galería de Promoción industrial Prefectural de Hiroshima, cuya armazón sufrió daños graves a causa del rebufo y luego se quemó desde el techo hacia abajo debido a los incendios ocasionados espontáneamente por los rayos caloríficos.

Por otro lado, el ferviente anhelo del pueblo japonés de expresar la necesidad de la paz mundial y el no uso de las armas atómicas, lo motivó a ofrecer estas losas de Hiroshima en Plegaria por la Paz, para así compartir con todas las naciones este llamado pacifista.

Las reliquias de aquel fatídico episodio, esparcidas ahora en diferentes áreas geográficas, pasan a ser un tesoro cultural, y más aún, un tremendo símbolo de reflexión. Sean estas líneas un recordatorio de aquel catastrófico hecho que causó tantas muertes de inocentes y un rechazo a las guerras que aún se mantienen en el planeta.


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Marta María González Sojo


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