Es cierto que la liebre salta cuando menos se le espera, y en días de caldeo extremo entre una OTAN regida por Washington y el gigante euroasiático, Francia parece asumir una nota que intentaría diferencias en la hoy absurda ruta de inducida confrontación que recorre el Viejo Continente.
Se trata de que en su recién estrenada calidad de líder temporal la Unión Europea, UE, el mandatario francés, Emmanuel Macron, reclamó a esa entidad el ejercicio de una “política independiente” con respecto a Rusia, y el establecer conversaciones entre ambas partes para delimitar los preceptos de una seguridad regional positiva.
En efecto, en un discurso ante el parlamento europeo, Macron instó a la Unión “a plantear su propio plan de seguridad y estabilidad a Rusia para aliviar las crecientes tensiones y seguir cooperando con Moscú.”
“Es necesario que Europa Occidental instrumente y ejecute su propio diálogo con el Kremlin”, enfatizó, y elabore una visión “conjunta y soberana” sobre un asunto tan vital como son los vínculos con un vecino con el cual se registran intercambios mutuamente ventajosos.
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De hecho, poco tiempo atrás, Francia ya había presentado junto a Alemania una iniciativa para reanudar el contacto bilateral y directo con Moscú, que fue rechazada por varios miembros del Parlamento Europeo proclives a las ordenanzas norteamericanas de cercar y hostilizar al Kremlin.
Y en esa cuerda, apenas horas antes de las citadas afirmaciones de Emmanuel Macron, la ministra francesa de defensa, Florence Parly, explicó que el objetivo galo en la actual tirantez de la OTAN con Rusia se limita a disuadir a Moscú de desenlaces incontrolados, pero no a establecer una nueva guerra fría. “En consecuencia, abogamos por “mantener la calma” y “negociar directamente” con el Kremlin”, precisó.
Por su parte, y más allá de estos posicionamientos oficiales, el candidato de la izquierda a los comicios presidenciales galos de abril próximo, Jean-Luc Mélenchon, prometió a los electores que de ganar la votación decretará la salida inmediata de Francia de la OTAN, y enfatizó que es indispensable restablecer la “soberanía militar y nacional”, ser “independientes en materia de disuasión nuclear”, y “fabricar nuestras propias armas sin depender de las importaciones estadounidenses”.
Mélenchon también estimó como “un rumbo peligroso y absurdo” ejecutar una política antirrusa, ya que eso no está en consonancia con los intereses de Francia”.
En consecuencia, parecería que desde diferentes posiciones políticas, interpretaciones de la realidad y propósitos finales, de alguna manera entre responsables y figuras políticas francesas el camino de la incondicionalidad irracional con cierto polo de poder global no es ni correcto ni positivo para el Viejo Mundo.
Y a ello ha contribuido sin dudas la añeja política oportunista de los Estados Unidos con relación a sus titulados socios, y el hecho de considerarlos subalternos, inferiores, e histórica carne de cañón de primera línea, por encima de los propios intereses y la seguridad de aquella región ajena.
Vale recordar, por ejemplo, que hace apenas unas semanas, la Casa Blanca suscribió bajo cuerdas una alianza anti china con Gran Bretaña y Australia con la promesa a esta última de entregarle submarinos nucleares, lo que lanzó por la borda un convenio ya concretado para la entrega a Camberra de sumergibles convencionales ya en construcción en los astilleros galos.
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Por demás, líderes franceses tan reconocidos como el ex presidente Chales De Gaulle, de profundo corte nacionalista y regionalista, fueron en decenios pasados portadores de doctrinas que cuestionaron con fuerza “la preeminencia no natural de los Estados Unidos” en los destinos europeos, y que abogaron abiertamente por decantar el control de Washington sobre las naciones del oeste impuesto desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Y si bien algunas de estas posiciones se sustentaban y sustentan en interés de la valía gala en Europa Occidental y hasta en motivaciones electorales, no dejan de traslucir que en el fondo se sabe del papel de netos segundones que cumplen los presuntos socios gringos dentro de la OTAN, y del sabor amargo que ello implica para las potencias que en centurias pasadas dominaron el planeta, incluidos los territorios sobre los que se asienta el hoy raído absolutismo Made in USA.
Y no debe ser fácil tener que rumiar las “glorias pasadas” en silencio y a sabiendas de lo que ocurre con la casa propia y el resto del vecindario desde 1945 hasta nuestros días.
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