A pesar de una sensible caída de los precios del crudo en los últimos tiempos, fenómeno que se atribuye a las más disímiles causas productivas, comerciales y hasta políticas, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, ha persistido en no alterar el monto de sus entregas, y a estas alturas, la factura energética acusa una leve recuperación.
En efecto, el petróleo, que bajó de más de cien dólares el barril a menos de cincuenta en cuestión de semanas, se cotiza ahora por encima de los sesenta billetes verdes el barril.
Y para algunos dentro de la OPEP, de haber cedido en los ya vigentes montos de sus exportaciones, los nuevos productores no convencionales, léase fundamentalmente los Estados Unidos con su altamente contaminante extracción del crudo de esquisto, hubiesen tenido campo abierto para expandirse mucho más de lo que han logrado.
Como se sabe, la primera potencia capitalista ha derivado en un importante productor de crudo a partir de la aplicación del controvertido método del fracking, que consiste en fracturar,bajo altísima presión hidráulica, las rocas bituminosas ligadas a la existencia de bolsones petroleros. Un proceso que demanda también aditivos muy nocivos para el medio ambiente y que termina por envenenar severamente el suelo y el manto freático.
Por demás, se ha llegado a afirmar que, en otro sentido, el descenso de la factura petrolera ha sido impulsada intencionalmente por los intereses hegemonistas, empeñados en afectar a Rusia y Venezuela, dos grandes suministradores globales.
La primera, una activa potencia en recuperación ajena a los pareceres imperialistas, y la segunda, una nación clave en el proceso de independencia latinoamericana y caribeña, a la vez que poseedora de las mayores reservas petroleras probadas del mundo.
Con todo, influyentes integrantes de la OPEP admiten que el petróleo de esquisto no va a desaparecer como opción energética, y por tanto, la política frente a este competidor debe centrarse en no cederle espacios en el mercado mundial con reducciones de cuotas, y mantener, entonces, suministros estables con precios más moderados, lo que frenaría a la nueva modalidad en materia de competencia y hasta implicaría la quiebra de algunos de esos negocios toda vez que se sustentan en un proceso más caro y sucio.
De hecho, agencias de prensa indicaban recientemente que, de alguna manera, “la estrategia ha empezado a dar resultado, con un progresivo aumento de precios desde febrero y una incipiente reducción de la producción en Estados Unidos.”
Desde luego, el descenso de los precios del crudo tiene otras aristas para nada desechables y que se relacionan con el controvertido e inusual “agradecimiento” formulado semanas atrás a la OPEP por los directivos del monopolio estadounidense Exxon Móvil.
Según fuentes de esa empresa, ha sido muy útil a sus intereses particulares la decisión de la OPEP, especialmente impulsada por Arabia Saudita, de mantener intactas las cuotas de suministros internacionales.
Para el gran pulpo energético, esa decisión, si bien originó pérdidas al consorcio, ha tenido también repercusiones mucho más negativas para los nuevos competidores del crudo de esquisto.
Al mismo tiempo, ha permitido a los grandes tiburones petroleros conocer mejor el universo de los productores, sus fortalezas y lados flacos, y actuar, entonces, en consecuencia.
“La debilidad del mercado es una oportunidad para adquirir rivales”, confirmó textualmente en ese sentido Rex Tillerson, presidente de la tortuosa Exxon Mobil.
Mientras, dirigentes de la OPEP insisten en que el camino de los precios del petróleo conducirá a un nivel entre 70 y 80 dólares el barril en los próximos meses, aunque para otros personeros de la industria energética mundial la persistencia demasiado prolongada de inventarios al máximo de capacidad podría tener un renovado efecto bajista sobre la factura en un plazo mediato.
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