Desde julio pasado hasta ahora las precipitaciones causaron inundaciones que arrasaron con cerca de 15 000 viviendas en la frontera entre los dos países de África occidental, además de arruinar extensas áreas de cultivos.
La mayoría de los afectados se refugiaron en escuelas, edificios abandonados, tiendas de campaña improvisadas o con familiares lejanos, para tratar de sobrevivir, mientras que en su éxodo abandonaron sus bienes, lo cual crea necesidades humanitarias.
Este año las crecidas dieron muerte a 300 nigerianos, y según la Agencia Nacional de Manejo de Emergencias, en 27 de los 36 estados del país y en la capital perjudicaron a medio millón de personas y más de 500 sufrieron heridas.
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Medios de prensa coinciden en que: las inundaciones causaron graves estragos en los estados de Borno, Yobe y Adamawa en el norte de Nigeria, así como en las regiones de Maradi, Zinder, Tillaberi y Tahoua en Níger.
Según evaluaciones de instituciones especializadas más de 100 000 nigerinos sufren las consecuencias de las recientes crecidas en la región del Sahel, donde cada vez son más frecuentes y generalizadas como presunto efecto del deterioro climático.
Este verano al menos perecieron 75 personas en Níger, que como su vecino es también golpeado por la violencia integrista de supuesto cariz confesional, una precisión numérica recogida por la prensa.
Al declive de las condiciones de seguridad de los individuos se unen actualmente los comportamientos extremos de la naturaleza en la subregión saheliana, donde también se registra un aumento de la desertificación.
El comportamiento inestable de lluvias y severas sequías dañaron profundamente las fuentes de alimentos y medios de subsistencia en Níger y Nigeria, lo que provocó altos niveles de hambre.
Aunque se preveía que unos 6,3 millones de niños menores de cinco años sufrirían desnutrición en el Sahel en 2022, las inundaciones que arrasan medios de vida probablemente empeoren la situación pronosticada al menos en los dos países.
Se calcula que en el norteño estado nigeriano de Yobe el 40 por ciento de la población sufre inseguridad alimentaria, mientras que las zonas anegadas y la falta de agua potable pueden desatar brotes de cólera, malaria o dengue.
Ilaria Manunza, directora en Níger de la organización no gubernamental Save the Children, afirmó que: "Las familias están abrumadas por las severas inundaciones. Muchas de ellas nunca antes habían visto tal devastación por la lluvia”.
Asociadas a la falta de víveres, las inundaciones también causan problemas epidemiológicos como la propagación de enfermedades y negativos efectos ambientales como el incremento de los niveles de contaminación.
Expertos de Naciones Unidas consideran probable que en regiones de África, incluido el Sahel, aumenten la frecuencia, intensidad y cantidad de fuertes lluvias como secuela del cambio climático.
De concretarse tal apreciación, la citada zona sufrirá transformaciones en su hábitat, pero también en sus tradicionales modelos de convivencia, obligada a construir otras estructuras sociales sobre las ruinas de las actuales, deshechas por el deterioro medioambiental.
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