El reciente atentado al primer ministro haitiano Ariel Henry echa más sal a la llaga política del pequeño país caribeño donde, hace apenas seis meses, el presidente Jovenel Moïse murió en un magnicidio cometido por mercenarios en su mayoría colombianos, sin que se conozca hasta ahora quien o quienes dieron la orden de matarlo.
Moïse fue asesinado el pasado 7 de julio y, casi seis meses después, el primer ministro del actual gobierno fue atacado por segunda vez el pasado día primero por delincuentes armados que tiraron a matar mientras participaba en una ceremonia para conmemorar los 218 años de la independencia nacional.
En noviembre pasado Henry también enfrentó un atentado cuando depositaba la tradicional ofrenda floral en el distrito Pont-Rouge en recordación al asesinato del fundador de esa nación Jean-Jacques Dessalines. En las dos ocasiones la culpa recae sobre la banda G9 que azota ese país caribeño.
Haití, que comparte la isla La Española con República Dominicana, tiene más de 11 000 000 de habitantes —muchos de ellos desplazados por la fuerza al exterior para salvar sus vidas— vive en estos momentos los continuos ataques de bandas armadas de delincuentes que asaltan, secuestran, violan mujeres y hombres, sin que las autoridades puedan al menos controlarlas.
La fortaleza de estos grupos irregulares actuantes en las principales ciudades, entre ellas Puerto Príncipe, la capital, quedó demostrada cuando el jefe de la llamada G-9 y Familia, Jimmy Chérizier, conocido como “Barbacoa” exigió la renuncia del premier y sustituto del extinto Moïse, con lo que se manifiesta el poder de decisiones al que puedan arrastrar al Ejecutivo, en el que, se dice, tiene colaboradores.
El jefe criminal haitiano Jimmy Chérizier, más conocido como Barbecue (Barbacoa), exigió la dimisión del primer ministro Ariel Henry. Su objetivo es apoderarse del gobierno nacional, indican analistas. (Tomada de BBCmundo).
Henry firmó en septiembre pasado un acuerdo con los principales partidos de oposición para formar un gobierno de unidad y darse un año más de plazo para redactar una nueva Constitución Nacional, antes de celebrar las elecciones presidenciales a más tardar a finales de este 2022.
En estas bandas terroristas, donde según medios locales actúan también miembros de los cuerpos armados oficiales, además de los continuos ataques a la ciudadanía, incluso sin importar su situación socio-económica, se enfrentan entre sí por el control territorial.
“Barbacoa”, un ex agente policial, unió varias de las bandas más peligrosas y opera junto a otras poderosas organizaciones criminales, entre ellas la 400 Mawozo, a la que se atribuye el reciente secuestro de 17 misioneros estadounidenses y canadienses. Juntas contribuyen al caos institucionalizado.
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Este individuo amenaza con hacer una “revolución” contra la “corrupta” élite política del país, y al parecer no le interesan las sanciones impuestas en su contra por Estados Unidos (EE.UU.). Sus operaciones han causado la muerte de decenas de civiles, entre ellos mujeres y niños.
Según Jeremy McDermott, del centro de estudios sobre el crimen organizado InSight Crime, “la policía haitiana está penetrada por elementos de las pandillas”, y cuenta con pocos medios si quisiera enfrentarse al caos.
Un informe del Grupo Internacional de Derechos Humanos de la Escuela de Leyes de Harvard publicado poco antes del magnicidio, afirmó que “la delincuencia realiza con aprobación del Estado ataques atroces contra civiles en vecindarios empobrecidos de Puerto Príncipe” en un intento de “aplastar la disidencia” y las manifestaciones de protesta que exigen una solución a la crisis interna.
Informes de distintos medios y partidos opositores, aseguran que el gobierno del expresidente Moïse se entendía con las bandas de “Barbecue”.
El narcotráfico, el secuestro de cargamentos de combustible, que escasea en el país, y otros delitos, posibilitaron el auge de la organización de Chérizier, que hoy se financia gracias a la extorsión.
Terremotos, huracanes, y violencia de bandas criminales, sin un gobierno estable, sitúan a la población haitiana en la más empobrecida del hemisferio occidental. (Tomada de Resumen Latinoamericano).
Una buena parte de los haitianos que busca sobrevivir todavía no encuentran el camino para resolver el vacío de poder y la crisis institucional, pues la inseguridad y el poder criminal hacen por ahora imposible ese objetivo.
El jefe del G-9 y Familia critica a los actuales políticos en tanto se esfuerza para aparecer como un benefactor de las comunidades en barrios controlados por sus huestes.
No es el único que quiere estar al frente del gobierno. Otros grupos criminales rivales poseen idéntico objetivo y trasladarían a la política sus habituales enfrentamientos en las calles de un país en el que las muertes violentas ocurren casi a diario.
La oposición haitiana, que en esas circunstancias continúa activa durante algunas etapas, coincide en que en las actuales circunstancias es prácticamente imposible para cualquier político honesto hacer campaña en Puerto Príncipe y en la mayoría de otros lugares del país.
CARICOM CONTRA VIOLENCIA
Organismos regionales, como la Comunidad del Caribe (Caricom) condenó el ataque armado contra el Premier y su delegación cuando salían del Te Deum en la catedral de la ciudad de Gonaïves. Pero aunque un ciudadano murió durante el ataque las investigaciones están paralizadas.
La Caricom precisó en un comunicado que existe un continuo deterioro de la situación de seguridad en Haití, la cual, en opinión del bloque, es insostenible e impide restaurar la normalidad en esa nación.
El año que apenas comienza pudiera ser definitorio para el futuro de la ex colonia francesa y primera en la región de librarse de una metrópoli extranjera, pero que en la actualidad posee la categoría de ser la más pobre del hemisferio occidental, castigada además por huracanes, terremotos y otros desastres naturales.
Mientras algunas entidades como la Organización de Estados Americanos (OEA) comparte con Estados Unidos la posibilidad de una nueva ocupación para “poner orden” en Haití, el premier Henry prometió que el próximo septiembre habrá elecciones presidenciales, sin que haya certeza alguna al respecto.
Una intervención estadounidense, —como ha hecho en ocasiones anteriores— podría traer aún más anarquía, pues los grupos ilegales solo aceptarían otra intervención si se les garantiza la toma del poder y la promesa de pacificación del país. Ideas que manejan los analistas internacionales, pero que dista de la realidad.
Las ocupaciones extranjeras en Haití solo han dejado aun más desolación al pequeño territorio de La Española.
Experiencias sobran al respecto. Washington está habituado a quitar y poner presidentes allí, y el caso más sonado es la del clérigo salesiano Jean-Bertrand Aristide, a quien sacó por la fuerza del cargo, lo trasladó a África, luego lo devolvió al poder y ahora no parece dispuesto a entregarle el mando de nuevo.
Cuando Naciones Unidas (ONU) envió a la isla sus conocidos Cascos Azules, el saldo tampoco fue favorable: hay cientos de denuncias de abuso sexual contra las ciudadanas, robo de valores, y, lo peor, la introducción del ébola transmitida por uno de sus integrantes extranjeros.
Es decir, que la población haitiana, luego de la obligada interrupción de la administración de Aristide, electo de manera democrática, se opone a la presencia militar extranjera aunque la propaganda diga que vienen a poner la casa en orden.
El político dominicano Narciso Isa Conde denunció en Resumen Latinoamericano el complot para ocupar Haití, organizado por Washington en alianza con los regímenes de la fronteriza República Dominicana, Costa Rica y Panamá. Esas tres naciones acordaron en una cumbre la Declaración de Puerto Plaza, en el norte dominicano, mantener su compromiso para seguir colaborando en la Alianza para el Desarrollo en Democracia, formalizada el pasado septiembre durante la Asamblea General de la ONU.
Mientras se cocina una nueva intervención foránea, la situación económica empeora. El escándalo de corrupción en la entrega de combustible venezolano —pagado a bajos precios solidarios— llevó a la escasez de ese producto de primera necesidad para quienes carecen de energía eléctrica.
Las bandas criminales roban e impiden el acceso popular al carburante, que subió su precio en un 115 %. Entre las tragedias vividas en 2021 está la explosión de un camión cisterna que causó al menos 75 muertos.
Radio Télévision Caraïbes, el grupo mediático que controla la radio y la televisión nacional, cesó sus emisiones por carencia de energía eléctrica.
Por similar motivo, el diario Le Nouvelliste, el de mayor tirada en Haití, anunció también que solo publicará su edición impresa tres veces por semana.
A estas tragedias se une el reporte del primer caso del virus SARS-CoV-2 y la influenza B, confirmó el director de los Centros Geishko, William Pape, quien también codirige la comisión que gestiona la pandemia.
En las últimas semanas, las autoridades registraron un promedio de 25 infecciones diarias de COVID-19.
El Ministerio de Salud en su informe divulgado este martes indicó la detección de 34 nuevos contagios y una muerte relacionada con la enfermedad, para 26 259 casos registrados desde marzo de 2020 y 774 fallecidos. No hay vacunas para todos los ciudadanos.
Las llagas de Haití permanecen abiertas. La sanación carece de diagnóstico.
Carlos
6/1/22 9:21
Lo que introdujeron los cascos azules fue cólera, no ébola
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