Libia no se desentiende de problemas, aunque logró desmontar en parte el círculo vicioso del conflicto armado los encontronazos persisten y ahora se escenifican en la estructura estatal con la presencia de dos primeros ministros.
Tras el nombramiento de Fathi Bashagha por la Cámara de Representantes, en sustitución de Abdel Hamid Dbeibah, este rechaza abandonar el cargo al frente del gabinete con lo cual incentiva la ruptura y pone en entredicho los avances de las acciones internacionales para reordenar al país.
Dbeibah, quien el pasado 10 de febrero escapó ileso de un atentado en Trípoli, la capital, rechazó entregar el poder y afirmó que su mandato concluye con las elecciones presidenciales, las cuales —observadores opinan— podrán celebrarse cuando la estabilidad permita conseguir consenso nacional al respecto.
Con el propósito de alcanzar una dimensión creíble en cuanto a autoridad entre los poderes, el Legislativo nombró a Fathi Bashagha jefe de Gobierno, al retirar su candidatura el empresario Khaled al-Bibas.
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El titular electo por la Cámara al frente del gabinete fue designado en 2018 ministro del Interior del Gobierno Nacional del Acuerdo (GNA), asentado en la capital libia y reconocido por Naciones Unidas.
Tanto el entrante como el que se niega a finalizar su mandato tienen en común que proceden del GNA, la estructura político-militar enfrentada a las fuerzas del llamado Ejército Nacional de Libia (ENL) del mariscal Khalifa Hafter, con base en la oriental ciudad de Tobruk.
Algo más es que, tanto Bashagha como Dbeibah escaparon a sendos intentos de asesinatos, lo cual algunos observadores consideran represente un mérito que ayude a tener cada vez mayores posibilidades en sus respectivas carreras políticas. Sin embargo, otros analistas no descartan que tales hechos fueran incluso autoagresiones o jugadas indirectas fabricadas para fortalecer sus posiciones en la estructura de poder, cuando se evidenciaba un marcado interés internacional por cambiar la situación política casi estancada, sin avance de las dos figuras.
Todo cabe en la chistera del mago de un acto circense, y el espectáculo libio de dos primeros ministros parece al menos una parodia del truco de dos conejos disputándose una zanahoria delante del público, en este caso con presencia de la jefa de la Misión Especial de la ONU en Libia (Unsmil), Stephanie Williams. La funcionaria de Naciones Unidas llamó a “preservar la calma por la unidad y la estabilidad del país”, algo bastante complejo en este caso tras largos años de violencia y que cualquier exceso puede hacerla retornar, aunque como Estado petrolero también tiene importancia estratégica por su ubicación en la costa africana del Mediterráneo.
De hecho, el debate continúa y el jefe del Gobierno, Dbeibah, reafirmó que seguirá en el poder al menos hasta junio, mientras el primer ministro electo por el Parlamento, Bashagha, inició sus consultas para formar un nuevo gabinete de transición, es decir, cada uno tensando la cuerda para su parte.
“El tren electoral se ha puesto en marcha y solo parará con una autoridad elegida legítimamente”, insistió Dbeibah en un discurso televisado al anunciar la creación de un nuevo órgano electoral, mientras que el otro gestiona formar el nuevo Ejecutivo y recordó que el actual está a punto de expirar.
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