A 60 días de la celebración de elecciones generales en Bolivia, la reelección del presidente Evo Morales está garantizada por un respaldo popular que supera el 52 por ciento de los posibles votantes, mientras que casi un 80 por ciento respalda su gestión que le devolvió la dignidad al pueblo pobre de Bolivia. El gobierno de Morales rompió con las añejas estructuras del capital oligárquico nacional y extranjero y rescató la economía hasta situarla en una de las más prósperas de la región, con un sentido social inclusivo.
El próximo 12 de octubre, unos cinco millones de bolivianos están convocados a las urnas para elegir al mandatario y su vice hasta el 2020, además de los miembros del Parlamento Nacional y de las legislaturas departamentales. Ese día discutirán las plazas 1 043 ciudadanos, de ellos 333 del partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), 285 de Unidad Democrática (UD), 208 del Movimiento sin Miedo, 112 del Partido Demócrata Cristiano y 105 del Partido Verde.
En una encuesta encargada por el diario El Deber, este mes el rival más cercano del mandatario, el opositor Samuel Doria Medina, de UD, apenas alcanza un 15 por ciento del favor popular. Ex líder de los trabajadores cocaleros, presidente del MAS, y escoltado en la vicepresidencia por el intelectual Álvaro García Linera, el binomio oficialista parece imbatible ante una derecha desorganizada y sin perspectivas.
Otras investigaciones también otorgan el mayor puntaje a Morales, nacido en una familia humilde quien, con la sabiduría de sus ancestros y un carisma nacido de su identidad, condujo a la nación a lo que él denomina “el buen vivir”, demostrado en una mejoría notable de la calidad de vida de las poblaciones históricamente preteridas.
Este respaldo popular a quien puede considerarse uno de los líderes más prestigiosos y queridos de Suramérica, nace de la confianza en su gestión, que salvó al país andino de una condena perpetua a la miseria, debido a la desigualdad de la distribución de la riqueza, endeudado y dependiente de Estados Unidos.
Morales es un líder antiimperialista nato, que en nueve años de gobierno —siempre electo en las urnas— ha librado y ganado una dura lucha por la supervivencia del socialismo. Sobrevivió a intentos de golpe alentados en las prefecturas de los Estados más ricos que conforman la llamada Media Luna, de magnicidio y hasta el inédito secuestro de su avión en Europa el pasado año, a contrapelo de las leyes del derecho internacional y de su alto cargo.
Hubo momentos, en el 2008, que analistas incluso aseguraron que el país se desmembraba. Ese año, los Estados de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija realizaron referendos autonómicos —en realidad separatistas— sin la autorización del gobierno de La Paz. Detrás de aquella maniobra de la derecha aparecía el interés de ocupar los territorios con mayores recursos naturales y crear una nueva República.
La solidaridad de las naciones suramericanas, con el presidente venezolano Hugo Chávez al frente y de organizaciones como el Mercado Común del Sur, la Alianza Bolivariana para los pueblos de América, unidos al pueblo boliviano, impidieron el golpe cívico-militar que acabaría con los sueños de una mayoría de los 10,5 millones de habitantes del territorio andino. Aquellos intentos fortalecieron el proceso político boliviano. Bolivia fue la segunda nación con un gobierno de izquierda que instaló una Asamblea Constituyente, lo que permitió una reestructuración a fondo del país en el 2009, luego fue obligatoria, —según la nueva Carta Magna— la celebración de elecciones presidenciales, ganadas de nuevo por Evo ese año. Después, el censo del 2012 diluyó la base social del indigenismo radical, y de la nación camba (El Movimiento separatista Nación Camba de Liberación (MNCL) que operó en el oriente del país.
Bolivia es, y así se define, un Estado plurinacional, donde conviven en armonía pueblos originarios y mestizos en un área de un millón 98 581 km², el sexto más extenso de América Latina. Su territorio se inserta la Cordillera de los Andes, el Altiplano, la Amazonía, El Pantanal, y el Chaco, además de contar con el navegable Lago Titicaca (compartido con Perú), y el Salar de Uyuni, la mayor reserva de potasio y litio del mundo, este último considerado la energía del futuro, así como la de minería de sal.
Cuenta también con grandes yacimientos de hidrocarburos, tras el cual corren los grandes capitales internacionales. La nacionalización de las compañías explotadoras del gas en el 2006 impulsó la creación de un modelo económico dinamizador, con resultados impensables hace una década.
En una reciente intervención ante los pobladores de la provincia de Sabaya, en Oruro, el líder del MAS instó al cuidado de la economía nacional con proyectos productivos que permitan un crecimiento sostenido (ahora en el rango de entre un cinco a siete por ciento anual contra un dos por ciento hasta el 2005), el que, dijo, “se democratiza y se socializa”.
Como resultado de la entrega de los hidrocarburos al pueblo, una acción que algunos llamados expertos aseguraron que alejarían las inversiones, los números rojos de la economía desaparecieron. Si la inversión en el 2005 era de 200 millones de dólares en ese sector, en la actualidad —aseguró el mandatario— asciende a tres mil millones de dólares.
Las reservas bolivianas están actualmente en el rango de los quince mil millones de dólares, lo cual consolida su economía como una de las más poderosas de Suramérica.
El sector de los hidrocarburos es la principal fuente de ingresos económicos del país, ya que cuenta con las segundas mayores reservas de gas natural de América del Sur, con 48 trillones de pies cúbicos, y petróleo en menor cantidad con una producción de 16 millones 194 mil 89 barriles anuales, pero también tiene enormes yacimientos mineralógicos, como la mina de plata a cielo abierto más grande del mundo, el tercer yacimiento de hierro y manganeso a nivel planetario, con una reserva de 42 mil millones de toneladas.
Es uno de los principales productores de estaño, así como de piedras preciosas utilizadas en joyería, siendo la más solicitada la bolivianita, única de su tipo, además del onceno productor mundial de plata, cobre, tungsteno, antimonio, zinc, hierro y oro.
La reversión de las ganancias obtenidas de esos recursos es visible en Bolivia, la tierra donde cayó el Comandante internacionalista cubano-argentino Ernesto Che Guevara en 1968, al frente de una guerrilla que intentó liberar ese país de las grandes miserias que lo agobiaban, para devolverle sus riquezas.
Territorio libre de analfabetismo, con educación y salud gratuita, proyectos sanitarios como la Operación Milagro, que devolvió la vista hasta ahora a medio millón de personas, cobertura de un 81 por ciento del país con agua potable, reducción de edad para la jubilación de los trabajadores, baja de la pobreza del 34 por ciento al 15 por ciento, construcción de viviendas y de carreteras, incremento salarial para la clase trabajadora activa de 227 por ciento desde el 2006, disminución de la tasa de desempleo 8,2 a 3,2 por ciento son, entre otros, los logros gubernamentales.
Para que se tenga una idea de cómo se revierten las ganancias nacionales, el ministro de Economía y Finanzas Públicas, Luis Arce, explicó este mes que Bolivia generó desde 2006 alrededor de 117 000 millones de dólares, de los cuales, el Gobierno Nacional sólo administró un 30 por ciento (35 100 millones de dólares) y el 70 por ciento restante (81 900 millones de dólares) fue redistribuido a las gobernaciones departamentales, municipales y universidades públicas para su ejecución.
Ante estas experiencias, y por iniciativa de Bolivia y su liderazgo en el movimiento de los pueblos autóctonos, la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) convocó a los países miembros y a representantes de siete regiones indígenas a celebrar la primera Conferencia Mundial de Diálogo Abierto de los Pueblos Indígenas, el próximo mes, en la urbe estadounidense de Nueva York.
Ante la proximidad de ese encuentro, delegados de varios continentes se reunieron este mes en la ciudad boliviana de Cochabamba para preparar sus propuestas a la cita, en la que participarán poblaciones originarias de América Latina, América del Norte, Asia, África, Pacífico, Ártico y Rusia.
Los derechos de los pueblos autóctonos —casi siempre violados por las Metrópolis colonizadoras primero y las naciones hegemónicas después— estarán en el centro de debate en la sede de la ONU, así como el cambio climático, identidad, seguridad alimentaria, soberanía, unidos por el lema “Volver a ser nosotros mismos para reencontrar nuestro camino”.
Bolivia traza la pauta, y lo hace bien, con su presidente aymara al frente, el que conoció, en carne propia, la discriminación de los poderosos en una tierra que les pertenece desde hace siglos.
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