Los analistas han empezado a coincidir en que el espectro electoral de los hispanos radicados en Estados Unidos tiene un peso clave en la inminente reyerta comicial donde debe ser designado el presidente de la primera potencia capitalista.
Se trata, según lo califican algunos especialistas, de “la jugosa presa” de la campaña de ambos candidatos, porque hacia donde se incline la mayoría de esas boletas el triunfo podría estar garantizado.
De hecho, se dice que unos 23 millones de hispanos son elegibles para acudir a las urnas, teniendo en cuenta los requisitos legales que deben cumplir para hacerlo.
El cuadro de las preferencias entre los también denominados “latinos” era, hasta hace muy poco, favorable a la continuidad de Barack Obama.
Así, más de un mes atrás, las encuestas indicaban que, pese a que el inquilino de la Oficina Oval ha sido incapaz de cumplir muchas de sus promesas electorales y que bajo su mandato una cifra record de casi medio millón de indocumentados fueron deportados de Estados Unidos, 67 por ciento de los potenciales votantes hispanos lo prefieren y solo 23 por ciento miraba con agrado al republicano Mitt Romney.
Romney había defendido en el pasado fuertes medidas anti inmigrantes y dio su apoyo a la controvertida ley denominada SB 1070, del estado de Arizona, que proclama la violencia abierta contra los indocumentados.
Por otra parte, aun cuando 50 por ciento de los potenciales votantes “latinos” critican la situación económica nacional, 68 por ciento culpa del problema a las sucesivas administraciones del díscolo George W. Bush, durante las cuales, afirman, se crearon las condiciones para la debacle que estalló en 2008.
En consecuencia, los intentos de Mitt Romney por atraerse la simpatía hispana apuntan concretamente a amplificar el criterio de que bajo la presidencia de Obama se ha permitido el crecimiento de los niveles de pobreza y desempleo dentro de esa comunidad.
Pero no es todo en este terreno. Del otro lado de la cerca, según las más recientes informaciones, medidas estaduales de corte xenófobo podrían disminuir en diez millones el número de posibles votantes hispanos para los cercanos comicios.
Se trata de disposiciones regionales que, por ejemplo, exigen a los registrados en las listas de sufragio, y a aquellos que quieren sumarse a dichas nóminas, una multitud de pliegos que pruebe fehacientemente que no se trata de un indocumentado o un residente ilegal.
Algunas autoridades locales, por ejemplo, están pidiendo a los hispanos identificaciones y certificados con fotografías, a pesar de que usualmente no las requieren.
Esa sola disposición vetaría a 16 por ciento de los “latinos” frente a un seis por ciento si se aplicara de forma similar a los norteamericanos de raza blanca.
Tales medidas intentan ampararse en el pretendido esfuerzo por evitar “fraudes” y “votos no legales”.
Sin embargo, para algunos internautas hispanos que dejaron sus opiniones al respecto “está claro que es una forma directa de decirles a los latinos que se larguen del país. Ustedes son solo esclavos, mano de obra barata y nada más. No son ciudadanos y no lo serán jamás porque somos racistas”.
Nada, que al final, la historia sigue siendo la misma. Sonrisas cuando se les requiere, pero siempre sobre el ostracismo y el desprecio como telón de fondo.
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