viernes, 29 de marzo de 2024

Incertidumbre en América Latina

La COVID-19 desnudó las miserias de la región...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 06/07/2020
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Brasil, la mayor economía de la región, es también el país más castigado

Desde hace meses, a raíz de la aparición de la pandemia de COVID-19, especialistas de diversas ramas opinan sobre las consecuencias que la enfermedad dejará cuando los países retornen a un nuevo panorama, que en su visión más optimista, anuncia que los pobres lo serán más, y los ricos también.

En América Latina, severamente castigada por esta enfermedad conocida por primera vez en China a finales de 2019, sucedió lo que muchos predecían debido a que la mayoría de las naciones viven bajo el sistema económico neoliberal, que pasó a manos privadas los servicios sanitarios, dejando solo lo imprescindible en manos del Estado.

Con la reducción estatal en distintas ramas, los gobiernos conservadores latinoamericanos serán, según indican las probabilidades, los que más demorarán en recuperarse y quizás donde también se exprese mejor una lucha popular para derrumbar las viejas estructuras políticas que operan hasta ahora.

Salvo honrosas excepciones, entre ellas Cuba y Uruguay, el resto de los países latinoamericanos sufren, en especial entre sus poblaciones más pobres, el mayor número de fallecidos y de infectados, con el agravante de una mínima respuesta estatal para hacerle frente a la enfermedad.

A principios de este mes, el continente contabilizaba más de 5 200 000 millones de casos y 248 545 fallecidos, la mitad de las infecciones y los decesos de todo el mundo.

Una de las pocas posibilidades para contener y dejar atrás la pandemia sería la unidad regional en el área de salud. Sin embargo, solo las naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de los Pueblos (ALBA-TCP) realizaron al menos dos video-cumbres para pasar revista a la situación epidemiológica, trazar planes de colaboración sanitaria y luego de pospandemia en el campo económico.

La organización de Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM), también hizo una reunión integracionista para juntos trazar pautas respecto al después del paso devastador de la COVID-19 y las afectaciones a su economía, dependiente en alto grado del turismo internacional.

En una cita del Consejo de Relaciones Exteriores de la organización, en mayo pasado, rindieron homenaje a Cuba y sus esfuerzos por el envío a países limitados en su sistema sanitario de personal médico para contribuir a combatir la COVID-19.

Pero son situaciones aisladas. La mayoría de las naciones resuelve, cada una a su manera y como determinan sus gobernantes, el enfrentamiento a una pandemia originada por un virus desconocido cuyo único remedio eficiente es el aislamiento social, muy difícil de asimilar por la clase trabajadora, en su mayoría informal, que debe buscar el dinero diario para mantener a la familia.

Lo peor aún no llega para las naciones latinoamericanas. Brasil, la mayor economía de la región, es también el más castigado. Se ha convertido en el epicentro de la pandemia con un acumulado de 1 448 753 contagiados y 60 632 defunciones al cierre del pasado día 2, con un presidente derechista, Jair Bolsonaro, que demerita la gravedad de la situación e insta a su población a una vida normal sin mascarillas protectoras.

La debilidad de los sistemas sanitarios en manos privadas, dada la política mayoritariamente neoliberal que se adueñó del Sur de las Américas, quedó en evidencia en estos meses, en que colapsaron los hospitales públicos en Ecuador, Chile, Brasil, Colombia, por citar algunos ejemplos. Ello incluye la desprotección estatal a su personal sanitario. Los cementerios también cerraron ante el número de fallecidos y fue necesario implementar fosas comunes.

En los meses finales del 2019, Latinoamérica fue sacudida en varios países por protestas públicas para cambiar las bases de la estructura económica y social, entre ellos Chile, donde la pandemia detuvo la anunciada caída del régimen derechista de Sebastián Piñera.

NO HAY PREPARACIÓN SANITARIA

Latinoamericana no está ni medianamente preparada para enfrentar un virus de alto contagio como el SARS-CoV-2.

El tema laboral, grave en tiempos normales (que siempre son anormales en esta región del planeta) tiene una gran relevancia en el impacto social de la pandemia.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de los grandes prestamistas de economías en crisis (como Argentina y Ecuador), estima que un 50 % de los empleos totales está en la economía sumergida o tercerizada. Políticas sociales que se esperan luego del paso de la COVID-19 dejan a muchos trabajadores informales sin cobertura después. Ahora también.

Al tema laboral, de por sí grave en tiempos normales, se une la escasez de viviendas o las que existen, en la mayoría de los países, se limiten a covachas incluso en grandes ciudades, como Río de Janeiro, o Bogotá.

Mientras, personeros gubernamentales y empresas privadas de equipos médicos y medicamentos ven aumentar sus ganancias sobrevalorando los precios de tales productos comprados oficialmente, en otro esquema de corrupción, ahora vinculado a una dolencia letal.

Según medios económicos, Latinoamérica experimentará una contracción económica este año con una demoledora caída del Producto Interno Bruto (PIB) de un 5,2% en 2020 a 1.8 % en las estimaciones.

La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) organismo técnico de Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile, anunció que el impacto negativo hasta la primera semana de junio será mucho mayor en las microempresas y las medianas y pequeñas (MiPymes) siendo las más golpeadas las dedicadas al comercio, los hoteles y restaurantes.

La Cepal consideró que cerrarán más de 2,7 millones de empresas formales en la región, de las cuales 2,6 millones serían microempresas. La pérdida de puestos de trabajo está prevista en 8 500 000, sin incluir las reducciones de empleos que realicen las que seguirán operando.

Esta entidad de la ONU y la Organización Internacional del Trabajo calculan que la COVID-19 dará por resultado 300 millones más de pobres en la región, de los cuales 83 millones estarán en situación de pobreza extrema.

El PIB del continente debe decrecer un 5 %. Ello se debe a la paralización de los mercados internos, la disminución del flujo de las cadenas globales, la caída de los precios de las materias primas y la interrupción del trabajo informal de los migrantes. La crisis elevará la tasa de desempleo al 11,5 %, lo que significa 12 millones de nuevos desocupados. Actualmente son 25 millones. A finales del año serán 37 millones.

De hecho, aseguró, los países de América Latina y El Caribe están entre las economías más perjudicadas en el mundo como resultado del nuevo coronavirus.

Aunque para algunos medios, como el Financial Times, las recuperaciones tras pandemias son más rápidas y pone como ejemplo que las llegadas de turistas internacionales a nivel global volvieron a crecer en tan solo cinco meses tras la epidemia por SARS, un período mucho más corto que tras la debacle financiera de 2008, coinciden en que tras la eventual mejoría global, estarían las actuaciones expeditivas y globales de bancos centrales y los gobiernos alentarán la efectividad de las medidas en esta crisis, sin olvidar que la normalidad depende de la evolución económica de China y de Estados Unidos, principales socios de una mayoría de países latinoamericanos y caribeños.

China, importante emisor de inversión extranjera directa en América Latina con su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda y su demanda de materias primas, será, en opinión del Financial Times, la única economía grande, junto con India, que se espera crezcan en 2020.

Otro escenario que ya existía en el Sur americano es la pandemia del hambre. América Latina y el Caribe albergan el 8,5 % de la población mundial. Entre 2000 y 2020, el hambre se redujo casi a la mitad en los 33 países de la región. De 73 millones de hambrientos se pasó a 38 millones, según la FAO.

La reducción ocurrió por los programas populares de los gobiernos progresistas —la mayoría, por diversas razones— desplazados por la derecha.

Ahora, 43 millones de personas en la región viven con inseguridad alimentaria. La Cepal prevé que este año finalizará con 16 millones de individuos más en situación de extrema pobreza.

Esta es una paradoja resultante del neoliberalismo y la desigualdad social. En esta zona geográfica sobran alimentos, pero los pobres no acceden a ellos.

Un ejemplo que grafica este panorama es que hoy 84 millones de niños que viven ahí dependen de la escuela para alimentarse. De ellos, solo 10 millones ingieren una comida nutritiva en la merienda escolar. Con el virus los colegios cerraron y el hambre apareció más dura en los hogares, con afectaciones en los menores.

Organizaciones como la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros consideran que el planeta solo se salvará tras la COVID-19 si se cohesionan programas económicos que incluyan a las capas sociales más vulnerables.

Es muy posible que las palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, caigan en el vacío, pues las naciones capitalistas tienen en mira la acumulación hegemónica. Tendría que existir un fuerte movimiento internacional que procure la recuperación global incluyente, del cual, por ahora, solo asoman atisbos aislados.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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