Afirman estudiosos de la antigüedad que el imperio romano llevaba el germen de la disolución en sus propias venas. Según el lúcido intelectual arjonero Juan Eslava Galán, autor de la deliciosa e irreverente Historia de España contada para escépticos, ya camino de su ocaso voceros de aquella época advertían que de su empuje inicial, Roma pasó a convertirse en un antro malsano, ahíto de riquezas ajenas, pereza, vicios, divisiones internas, pugnas de casta, trampas e inflados sentimientos de superioridad que le hicieron perder el rumbo. Nada pudo entonces, material ni subjetivamente, frenar su descenso ni revitalizar su poder.
Y al menos para el autor de estas líneas destinadas a Cubahora, los Estados Unidos de América andan por los mismos caminos, con la notoria diferencia de que los finales no serán a punta de lanza y espada, ni batallas entre riadas de soldados confinados en limitados escenarios geográficos. Ahora, literalmente, la humanidad toda estaría con la soga al cuello.
Lo cierto es que los reales poderes norteamericanos no están dispuestos a razonar que su “tiempo de oro” está siendo rebasado por la realidad, y, por tanto, jugar con fuego con la intención de parar lo imparable no solo es ilógico, sino ciertamente imposible. Por demás, como ralea con ínfulas de total supremacía y mala costumbre congénita de poner a temblar y usar al mundo cuando se le antoja, no contemplan otra vía que la de amenazar, tensar cuerdas, crear conflictos y golpear en condiciones favorables a enemigos y subalternos cuando apetezca y se le antoje.
- Consulte ademá: Ucrania-Rusia: No hay peor ciego… que un cínico
Yo no creo que debamos ahora hacer historia. Solo recomendar e los interesados que, en tiempos de redes sociales, aprovechen mejor el tiempo y las posibilidades tecnológicas para acceder a menos frivolidades y hurgar más en contenidos que aportan mucho y bueno en torno a lo que estamos hablando. Y en el caso de este texto, solo tomaremos dos botones de muestra de dos episodios de última hora que ilustran lo proyectado en párrafos anteriores.
Así, hace apenas horas, el presidente norteamericano Joe Biden, tan estratégicamente similar a todos sus antecesores desde la independencia de las Trece Colonias, acaba de hablar por Berlín para sentenciar que si Rusia “invade militarmente a Ucrania” será el fin del gasoducto Nord Stream 2, que tanto dolor de cabeza ha causado a los monopolios energéticos estadounidenses en los últimos años, y que multiplicaría sensiblemente los vitales suministros de combustible ruso a Alemania y el resto de Europa Occidental. Y lo anunció Biden delante del nuevo canciller germano, Olaf Scholz, de visita en la Casa Blanca hace apenas un rato, como si decidiese sobre el más local de los proyectos norteamericanos… y punto.
- Consulte además: Marcar con fuego
Pero hay más. Añadió que (por fin), las empresas energéticas norteamericanas podrían hacerse cargo de remitir al oeste europeo sus producciones de gas licuado, mucho más caras para la clientela por su transportación por medios navales y la abismal distancia a recorrer. Y por añadidura, si tales despachos valen más que el gas ruso, pues —apuntó el jefe de la Casa Blanca— entonces que los países consumidores impongan más gravámenes a los contribuyentes y cubran con ellos la diferencia de precios.
Luego, en algunas capitales del Viejo Continente hay quienes se insultan cuando se les tilda de “segundones” e “irrelevantes” frente a un poder extranjero que los utiliza, al punto de considerarlos incluso histórica “carne para asador” en un conflicto armado, primero con la Unión Soviética y ahora con Rusia.
El segundo episodio de los riesgosos manotazos de ahogado que por estas horas profiere Washington involucra a China, otro de sus “cocos” globales. Se trata del anuncio nada discreto de que la Agencia norteamericana de Cooperación para la Seguridad de Defensa, dependiente del Pentágono, y sin dudas ligada también al hoy ingente envío de armas a Ucrania, decidió entregar a los separatistas de Taiwán no menos de cien millones de dólares en equipos y servicios militares para elevar la operatividad de los sistemas de misiles tierra-aire Patriot, de factura gringa, ya desplegados en aquel territorio insular para “enfrentar” una posible (otra más) invasión bélica continental.
Una adicional y abierta provocación contra el gigante asiático y su integridad nacional, toda vez que Taiwán forma parte inseparable, intocable e indivisible de China, la cual, con toda la razón del mundo, considera acciones de ese talante como una violación a su soberanía y una intromisión en sus asuntos internos.
Y lo alarmante es que no se trata de meras reacciones políticas, porque Beijing sin dudas posee la potencialidad defensiva suficiente como para hacer valer sus legítimos derechos.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.