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domingo, 17 de noviembre de 2024

Grecia: pensar en el cambio

La problemática de la deuda griega da como para imaginar un reordenamiento europeo...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/07/2015
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En efecto, el resultado del referendo popular adoptado por las autoridades de Atenas en torno a las demandas de sus acreedores podría interpretarse como un posible reacomodo europeo ante los avatares de la crisis económica que devasta al Viejo Continente desde hace unos siete años, y con cuna en los Estados Unidos.

Por primera vez, los líderes de un país acogotado por las exigencias de gobiernos pretendidamente amigos y de las tradicionales entidades crediticias internacionales decide colocar a escala de la calle las decisiones sobre un asunto tan espinoso y explosivo, teniendo en cuenta lo que cualquier paso puede significar en materia de agravamiento de las condiciones y la calidad de vida de las mayorías.

Un paso que, si bien ha alebrestado a los sectores europeos más recalcitrantes, ha ganado enormes simpatías entre entidades progresistas y movimientos sociales, toda vez que al parecer intenta revertir la tradicional y brutal fórmula de que los de abajo siempre pongan las espaldas.

Desde luego, queda por ver todavía si las propuestas post referendo que el gobierno de Alexis Tsipras llevará nuevamente al seno de la Unión Europea tienen mejor suerte que las que las precedieron, y cuyo rechazo por los acreedores y prestamistas originó el plan de realizar la reciente y sonada consulta nacional.

Pero como quiera que sea, lo ejecutado en Grecia el pasado domingo 5 de julio es desde ya un preocupante antecedente para aquellos que no tienen límites en tensar las sogas sobre los cuellos ajenos, a pesar de que cuando se revisan sus fichas propias suelen aparecer datos tan reveladores como que la exigente e intransigente Alemania ha incumplido más de una vez con los límites establecidos por la UE en materia de déficit en su producto interno bruto; o que, a pesar de su actual impiedad, recibió importantes condonaciones de su deuda con Occidente luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial , cuando la Guerra Fría requería de una República Federal Alemana que actuara como punta de lanza imperial frente a Moscú y sus entonces aliados del Campo Socialista Europeo.

Por demás, el tan publicitado contencioso sobre la deuda griega deshace por completo la idílica imagen de una Unión Europea elevada al rango de modelo global de integración, un criterio enarbolado desde décadas atrás por no pocos “estudiosos”.

Y es que lejos de entregarse a soluciones moderadas y lógicas, y mostrar al menos una pizca de solidaridad regional, el comportamiento de la UE y de sus entidades crediticias no tiene nada que envidiarle al de un vulgar, huraño e intransigente agiotista, para el cual recuperar las monedas que dispendiosamente entregó en épocas de presunta bonanza está muy por encima de la vida y la propia existencia de naciones enteras, aunque nominalmente se les califique de “aliadas”.

Así las cosas entonces, no hay que ser precisamente un especialista para entender que nada de equidad y complementariedad existe en el seno de la actual UE, y que por esa ruta nadie puede asegurar que lo acontecido en Grecia sea apenas el inicio de una cadena de intentos por lograr una Viejo Continente menos egoísta y más unitario en términos reales y palpables.

Y es que si se va a ser amigo, no queda otra alternativa que domeñar y adecuar los intereses, porque a patadas no hay entendimiento lógico ni fraterno.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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