Luego de tres décadas de suscrito el primer acuerdo START entre las dos grandes potencias de la Guerra Fría para intentar limitar sus arsenales atómicos, Washington parece del todo decidido a hundir la espada nuclear en la nuca de la humanidad.
Evidentemente, una tarea que asume Donald Trump en el entendido de que, con o sin su vuelta a la Casa Blanca este noviembre, la persistencia de la aguda tirantez internacional quedaría vigente como uno de los pilares de la política hegemonista que ha desarrollado en sus cuatro años de ejercicio ejecutivo. Una suerte de costra que nos recuerde sus “días gloriosos” al frente de la Unión.
Vale recordar que el primer acuerdo para la limitación de los arsenales nucleares, el START I, fue suscrito en 1991 por el presidente Ronald Reagan y su par Mijail Gorbachov, en plena disolución de la Unión Soviética.
La segunda versión, acuñada en 1993, estuvo a cargo de George W. Bush y del beodo Boris Yeltsin, y la tercera la firmaron Barack Obama y el entonces mandatario ruso, Dimitri Medvedev, en abril de 2010, y dispuso, la reducción en dos tercios de ambos arsenales atómicos.
Ello supuso, según documentos de la época, “limitar a mil 550 las ojivas en posesión de cada una de las partes, y a 800 las lanzaderas de misiles intercontinentales balísticos no desplegados (ICBM), las lanzaderas submarinas para misiles balísticos (SLBM), y los bombarderos pesados equipados con armamento nuclear. Este nuevo tratado también limitó el número de ICBM, SLBM y bombarderos nucleares operativos, reduciéndolo a 700 unidades.
De manera que, en cierto sentido, desde entonces a acá la desbordada retórica nuclear pareció bajar su volumen, aun cuando en Washington los grupos hegemónicos no descansaban en el intento de hacer literalmente polvo a la Rusia que heredó al poderío militar soviético, un “enemigo” al que se sumaría después China como otro sorpresivo, dinámico y formidable “rival”.
Desde los años de Reagan, y a pesar de la debacle del socialismo en la URSS y Europa del Este, la maquinaria bélica gringa siguió acariciando y materializando proyectos como el titulado sistema antimisiles, que envuelto en el celofán “defensivo” en realidad intenta asegurar a los Estados Unidos la posibilidad de desatar ataques atómicos sin una posible respuesta de los agredidos.
Proyecto aún vigente que cercenó toda posible confianza mutua entre viejos oponentes, y motivó la lógica respuesta neutralizadora de Moscú y Beijing.
No obstante, Trump se encargó de poner fin meses atrás al acuerdo para el control de misiles de medio y corto alcance, INF, también proveniente de los tiempos de la Guerra Fría, y mientras se acerca febrero de 2021, en que caducará el START III, se empeña en tratar de imponer condicionamientos inaceptables a su interlocutor ruso de manera de también lanzar ese convenio al retrete.
El presidente gringo exige que un renovado START debe incluir restricciones a los nuevos y eficaces misiles creados en los últimos tiempos por Rusia para garantizar su integridad, y a la vez reclama que China, alejada por completo de la historia de los acuerdos generados tres décadas atrás, se sume al pliego y se comprometa con las limitantes que establecería el estrenado documento.
Beijing no debe faltar, según Washington, “porque posee una fuerza nuclear” (oficialmente limitada a su carácter defensivo), sin embargo el Israel sionista, con cientos de cabezas atómicas, según cifras conservadoras, puede persistir en su eterno silencio sobre el tema y con las manos libres para llenar al tope sus arsenales si así lo desea, todo porque es fiel carnal de la Oficina Oval.
Desde el Kremlin ya llegan las advertencias sobre las reticencias y maniobras de la administración norteamericana, de manera de intentar justificar una ruptura total del START, junto a la advertencia de que Rusia no cederá un ápice en asuntos que comprometan su seguridad para complacer caprichos y egocentrismos ajenos.
Mientras, Beijing ha dicho que nada se le ha perdido en materia de un acuerdo al que jamás estuvo asociada, e instó a las dos partes históricamente involucradas a intentar una negociación justa y positiva…tan lejana por lo visto como que Trump alguna vez asuma la más leve autocrítica, apuntamos nosotros.
Mientras, vayámonos acostumbrado en todo el mundo a la idea de que tal vez en unos meses la pandemia sobre el riesgo de una holocausto nuclear vuelva a embotar nuestro azaroso existir como especie.
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