La activación este 29 de noviembre del radar Voronezh DM en la región de Kaliningrado, en la zona europea de Rusia, como respuesta a las intenciones norteamericanas de desplegar su controvertido sistema antimisiles en el Viejo Continente, establece claramente que Moscú no está dispuesto a jugarse la carta de su estabilidad y su seguridad nacional a cuenta de las bravatas occidentales.
Y si bien el mundo podría vivir confrontaciones más álgidas en el futuro, esta vez entre los dos grandes colosos nucleares del orbe, lo cierto es que ser permisivos con Washington y sus aliados implica casi un suicidio, y todo indica que el Kremlin no asumiría semejante alternativa.
De hecho el presidente Dimitri Medvedev, presente en la apertura del Voronezh DM, lo había advertido más de una vez en medio de las marchas y contramarchas gringas para rodear a Rusia de radares y sistemas balísticos capaces de abortar el contragolpe a un posible ataque atómico a las fuerzas militares de Moscú.
Rusia, había dicho el jefe de Estado, reaccionará debidamente ante las pretensiones de Occidente, y lo ocurrido en Kaliningrado indica que no se trata de palabras huecas.
El Voronezh DM, un complejo de detección temprana de última generación, controla hoy una zona aérea y espacial que se extiende desde el Polo Norte hasta las costas norafricanas, con un radio de acción de no menos de 6 mil kilómetros.
Consume además 40% menos de energía que los sistemas de rastreo hasta ahora en uso, puede ser trasladado con facilidad de un área a otra, y su reparación por bloques no requiere enormes lapsos de tiempo.
En consecuencia, se trata de una instalación altamente eficiente y segura, que conforma la denominada Defensa Aeroespacial de Rusia, un programa que, según Moscú, refuerza con creces la protección de las instalaciones de sus fuerzas nucleares estratégicas.
Por demás, el Kremlin ha dispuesto que los misiles balísticos estratégicos que se pongan en servicio en el futuro inmediato, "estén provistos de complejos para superar el escudo antimisil del adversario, y de nuevas ojivas de alta eficacia".
Además, "a las Fuerzas Armadas rusas se les planteó la tarea de trazar medidas que garanticen, en caso necesario, destruir de inmediato los medios de información y de mando de la defensa antimisil oponente".
Mientras, en el explosivo terreno mesoriental, Rusia también ha comenzado a desempeñar un papel sumamente activo frente a las pretensiones de Washington y del resto de la OTAN para agredir a Siria y presionar a Irán por su programa para el uso pacífico del átomo.
De hecho, la cancillería rusa ha advertido que Moscú no vería con buenos ojos que la situación siria asumiera los mismos tonos que los episodios en Libia, a la vez que ha condenado la campaña de tergiversaciones de occidente contra Damasco, y el obsecuente papel de la Liga Árabe como cómplice imperial frente a una nación independiente del área
Moscú ha informado además que proseguirá el movimiento de buques de su armada a las costas sirias, previsto antes de la crisis artificial que se ha generado contra ese país árabe, un traslado que coincide con el despliegue en la misma zona de naves militares norteamericanas y de sus aliados como punta de lanza contra el gobierno de Damasco.
Y si alguien preguntara a este periodista si no es demasiado peligro el que podría generarse en todo este entramado, la respuesta no sería otra que, frente a todo gesto de inseguridad o titubeo, los pretendidos gendarmes mundiales solo ganarían terreno, y ello sería multiplicar por mil los riesgos para todos. En consecuencia, vale aplicar frenos contundentes.
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