Puede haber muchas pretendidas advertencias y alertas, y de hecho existen por montones. Pero una cosa es darle cuerda a la mala vibra, y otra la poderosa realidad sobre la que se enfoca todo un malsano interés.
Y el de China es un cuento ancestral. Del lado de acá, en el ampuloso Occidente, si el añejo Catay era asumido como un emporio a la espera del saqueo del Este, al mismo tiempo sus “misterios”, su inmensidad territorial, su cultura y sapiencia, su abundante población, y su paciencia y entereza, no dejaron de despertar también intensos recelos y temores.
De ahí los tempranos entuertos y demandas a cuenta de la fuerza militar para imponer la apertura de los puertos chinos a las mercancías del rutilante capitalismo con asiento en las metrópolis europeas y los Estados Unidos, y hasta crear plazas territoriales con ese fin.
Una política con seguimiento en los ulteriores “esfuerzos” de USA por derrotar al Ejército Nacional de Liberación en los días de la Segunda Guerra Mundial, o el largo aislamiento de la República Popular China orquestado desde su fundación en 1949, incluido el escamoteo de su representatividad en la ONU por varios decenios. Cerco que desde unos ocho lustros atrás ha derivado en “terror manifiesto” a cuenta del inédito y exponencial crecimiento integral del gigante asiático hasta la altura de disputar los creídos cetros eternos gringos en no pocos rubros fundamentales.
Lo clamaba a inicios de este siglo XXI el ex asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski (otra vez el agringado descendiente de polacos ultra conservadores) cuando agitaba el viejo patrón hegemonista de que quien controle Eurasia dispondrá de un inagotable almacén de poder y recursos, y por tanto un Estados Unidos “triunfante en la Guerra Fría” no debe permitir la existencia de otros “desafiantes superpoderes” en tan sensible zona.
China, acotaba, además, ya ha adquirido una posición que “pone a nuestro país ante dilemas estratégicos cruciales”. Y es que, para esas fechas, y desde 1975, solo la economía china ya había crecido en 513 por ciento, según informes de la publicación The Asian Times de octubre de 2001.
En materia de desestabilización hay también mucho que rememorar. El atizar, por ejemplo, las divisiones a partir de concepciones divergentes en torno a las vías de construcción socialista entre Moscú y Beiying por allá por la década de los setenta del pasado siglo. Intentar nuevas fricciones bilaterales usando a una descarriada Rusia post soviética enfrentada el caos coyuntural derivado de semejante proceso. El fomentar la inestabilidad interna asociada a la titulada “guerra de nueva generación”, la infiltración de terrorista ligados a Al Qaeda en suroccidente chino, y las más recientes medidas comerciales restrictivas, el alebrestamiento de “opositores” en Hong Kong, la injerencia redoblada en Taiwán, y el cerco militar que intenta reclutar socios a cuenta de vender la imagen devastadora que supondría un “imperialismo chino” de carácter universal.
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Todo sin soslayar el balbuceo reciente de Joe Bien de que los Estados Unidos “competirá al duro” con Beijing, como si todo lo ya enumerado en líneas anteriores fuese algo “normal y corriente” en las relaciones internacionales.
- Consulte además: Un solo saco, el mío
La presión ha llegado a términos de solicitar a China una “posición” anti rusa en el caso de Ucrania, como si la inclinación de Beijing de apoyar la paz, llamar a las negociaciones, y suscribir el derecho de todo Estado a gozar de garantías para su seguridad e integridad (lo que no cumplió la OTAN con respecto a Moscú luego de las promesas a Mijail Gorbachov en 1992) resultasen una línea insustancial y condenable.
Caramba, si hasta una jovencita internauta de las zonas rurales chinas tuvo sobrado cacumen para escribir sobre el tema que solo un orate amonestaría a un vecino que está bajo el fuego del criminal que luego que le asesine vendrá contra ti mismo.
- Consulte además: De logros y de sandeces
Solo que los tiempos siempre cambian más tarde o más temprano, y gracias a Dios y que así siga siendo (como diría un fervoroso creyente), el binomio Moscú-Beijing es un hecho, y Eurasia no pasará fácilmente a manos ajenas.
Y si hablamos de competir al duro, como ya cité en alguna parte, valga el reciente golazo chino marcado por la trascendente visita de Xi Jinping a Arabia Saudita y sus intercambios con los gobernantes de las naciones petroleras del Golfo Pérsico, otra zona altamente codiciada por Washington
Según informaciones de medios locales de prensa, China firmó “acuerdos estratégicos” por no menos de 30 mil millones de dólares, y logró, entre otras cosas, la promoción de sus pagos petroleros a tan trascendentes suministradores en yuanes, en detrimento del monopolio del billete verde gringo en las transacciones energéticas mundiales.
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